
IA en el corazón del negocio: ¿cómo la están gobernando las empresas?
Según el Índice de Inteligencia Artificial 2025 de Stanford Institute for Human-Centered Artificial Intelligence (HAI), el uso empresarial de IA se aceleró, pasando del 55% en 2023 al 78% en 2024.
En marzo de 2024, la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU. (SEC) sancionó a las empresas Delphia (USA) Inc. y Global Predictions Inc., por promocionar capacidades de inteligencia artificial que no existían. Una afirmaba personalizar inversiones con IA, pero no tenía la tecnología. La otra se vendía como el primer asesor financiero regulado por IA, sin ofrecer lo que prometía. Este fenómeno ya tiene nombre: AI washing, es decir, cuando una empresa finge usar inteligencia artificial o exagera sus capacidades para aparentar innovación, algo similar al greenwashing en temas ambientales.
Casos como este no solo dañan la confianza del mercado, sino que revelan algo que ya sabemos, pero que es importante recalcar: la inteligencia artificial ya no es ciencia ficción, ni está en fase experimental. La IA es parte de nuestra vida cotidiana, está en nuestras manos, en nuestras decisiones, operaciones, en nuestro hogar, en el trabajo, y por eso, exige responsabilidad, visión estratégica y un marco sólido de gobernanza para asegurar su uso ético y confiable.
Las empresas han reconocido el potencial transformador de la IA para impulsar la productividad, eficiencia e innovación, dejando de ser un tema meramente técnico, manejado solo por expertos, para ser un componente estratégico de las organizaciones. Sin embargo, a medida que la IA se arraiga en el corazón del negocio, aumentan los desafíos, exigiendo un marco de gobernanza sólido que guie su implementación responsable, gestione sus riesgos y garantice que su impacto sea positivo, ético y sostenible.
Según el Índice de Inteligencia Artificial 2025 de Stanford Institute for Human-Centered Artificial Intelligence (HAI), el uso empresarial de IA se aceleró, pasando del 55% en 2023 al 78% en 2024. Por su parte, el estudio “AI Governance Frameworks for Responsible AI” de Gartner indicó que un 55% dijo que en su organización no tienen implementado un marco de gobernanza de la IA. Asimismo, la “Encuesta Global de McKinsey sobre IA” 2024 mostró que solo 18% de los encuestados dice que sus organizaciones tienen un directorio con autoridad para tomar decisiones que involucran una gobernanza responsable de la IA.
El contraste es claro y debe preocuparnos: mientras el uso de la IA aumenta, su gobernanza sigue quedándose atrás. Este desbalance no es menor, ya que devela que muchas empresas están avanzando a toda velocidad con una tecnología poderosa, sin el timón que garantice su control ni dirección. En un entorno donde la innovación se mueve rápido, operar sin una gobernanza sólida no es solo un riesgo, sino que una vulnerabilidad estratégica que puede costar caro.
Pero ¿qué es la gobernanza de la IA? Se trata del conjunto de políticas, procesos y personas responsables de asegurar que su desarrollo, uso e implementación en las empresas se haga de forma ética, transparente, alineada con sus valores y propósito corporativo. Esta gobernanza debe ser parte de la estrategia del negocio, orientando las decisiones tecnológicas con visión de largo plazo, previniendo y mitigando riesgos, ya sean propios o de las terceras partes, y generando confianza entre los stakeholders.
Esto significa un nuevo desafío para los directorios, que deberán liderar la gobernanza de la IA de manera activa y bien planificada para garantizar que sea una ventaja y no una debilidad.
Los riesgos de la IA que pueden afectar a las empresas son diversos y van desde violaciones a la propiedad intelectual, sesgos algorítmicos, desinformación e inexactitudes, hasta la falta de transparencia, problemas de privacidad de datos, alucinaciones generadas por los modelos, crecientes amenazas en ciberseguridad, deepfake, entre otros. Todo esto, en un contexto donde la confianza pública y la regulación no avanzan al mismo ritmo que la adopción de la IA, y donde persisten las dudas respecto a si las empresas protegen la privacidad de los datos o los utilizan de manera ética.
Igualmente, cabe destacar que, la inteligencia artificial no es una obligación, sino una decisión estratégica. Por eso, las empresas deben poner el tema sobre la mesa y definir si la adoptarán o no, justificando su elección según los objetivos del negocio. Porque la IA no es solo una herramienta para proyectar vanguardia e innovación, y su implementación exige criterio, compromiso y un propósito bien definido.
Por lo tanto, es imperativo que las empresas actúen con urgencia para establecer estructuras de gobernanza que acompañen el crecimiento de la inteligencia artificial, transformando este desafío en una ventaja competitiva. Quienes actuemos con responsabilidad hoy no solo evitaremos y gestionaremos riesgos, sino que también ganaremos liderazgo, confianza y lograremos sostenibilidad en el tiempo. La pregunta ya no es si la IA se debe gobernar, sino cómo lo estamos haciendo.
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