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Desafíos de la política exterior chilena en la era Trump: ¿estar en la mesa o ser parte del menú? Opinión Archivo

Desafíos de la política exterior chilena en la era Trump: ¿estar en la mesa o ser parte del menú?

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Cristián Fuentes, Mladen Yopo y Álvaro Ramis
Por : Cristián Fuentes, Mladen Yopo y Álvaro Ramis Grupo de Análisis y Seguimiento de la Política Exterior de Chile
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Chile debe responder al desafío de sentarse a la mesa de las grandes decisiones como un actor relevante, responsable y proactivo, ante un panorama internacional que alcanza solo para estar en el menú.


Como se dice usualmente en Estados Unidos: “Si no estás en la mesa, estás en el menú”. Las particularidades del escenario internacional que nos toca vivir requieren nuevas respuestas que resguarden los intereses de un país con pocos recursos de poder como Chile.

El inicio de la segunda administración de Donald Trump ha sido dramático. El largo declive del poder norteamericano pretende ser superado con un proteccionismo mercantilista, nacionalista y antiglobalización basado en iniciativas unilaterales y/o transaccionales donde siempre él gana y el otro pierde, sin tomar en cuenta ni siquiera a aliados y vecinos. El estilo presidencial se inspira en el objetivo de rescatar el papel de Estados Unidos en la era del imperialismo de principios del siglo XX, pero solo logra promover el desorden y la incertidumbre, mientras el realismo de los grandes poderes define el mundo y se reparte zonas de influencia.

Trump ha convertido los aranceles en un arma contra sus competidores, aumentando las tarifas de importación al mundo, especialmente a China, Canadá, México y Europa. La justificación varía del fentanilo a los déficits comerciales y los migrantes, sin que le interesen los tratados vigentes ni el incremento de la inflación y del desempleo, así como un menor crecimiento. Tampoco pareciera afectarle el deterioro de las cadenas logísticas y productivas que sostienen a muchas empresas de su país cuya participación en los mercados globales se basa en dicha integración.

Washington quiere concentrarse en contener a Beijing, por lo que intenta terminar rápidamente con la guerra entre Rusia y Ucrania, pasando por sobre la OTAN y el derecho internacional, despreciando la tradicional política atlántica con la Unión Europea, mientras el genocidio de Gaza deriva en una limpieza étnica contra el pueblo palestino y el avance del dominio israelí de todo ese territorio.

La economía internacional está experimentando un proceso de redireccionamiento y de cierta fragmentación relativa, ya que los gobiernos buscan asegurarse la provisión de materias primas, productos con valor agregado y tecnología desde países confiables. Por otra parte, y a contrario sensu de la realidad internacional, la política de Trump busca que los capitales se queden dentro de las fronteras estadounidenses, estimulando la industria doméstica a costa de las exportaciones del resto del planeta.

‌Como la tecnología, además de ser un desafío para la humanidad, es un ingrediente fundamental del poder global, la competencia chino-estadounidense tiene su centro allí. El desarrollo de la inteligencia artificial nos trajo hace poco la irrupción de la empresa DeepSeek, que dejó atrás a rivales norteamericanos como Nvidia y Open AI, y que junto a la fabricación de microchips y autos eléctricos más baratos, corona con éxito la estrategia de la segunda economía del orbe para ganar mercados.

Todo esto se encamina hacia una inédita concentración del capital y a cambios cualitativos en el desarrollo de la humanidad, que pueden dejar a millones de trabajadores sin empleo y desacreditar a la democracia y al derecho internacional, relevando a la riqueza y a la libertad económica por sobre los derechos civiles a costa de la indefensión de las mayorías.

La ofensiva política ultraconservadora está afectando derechos y libertades que se creían incuestionables, mientras las órdenes ejecutivas del presidente Trump pretenden reemplazar al imperio civilizatorio de la ley y la justicia. Las instituciones de la democracia tardan en reaccionar y, por el momento, no se observa que la oposición a esta acometida sea una opción de peso.

La alianza con los grandes empresarios tecnológicos de Silicon Valley confunde el interés de la Nación con fines particulares. El multimillonario de origen sudafricano Elon Musk se levanta como símbolo de este grupo, identificado con los plutócratas norteamericanos del siglo XIX llamados “barones ladrones”, por los métodos inescrupulosos y mercantilistas que usaban para enriquecerse, al mismo tiempo que dirige un intento por reducir drásticamente la burocracia estatal y aparece públicamente su brazo en alto al estilo nazi.

América Latina no reacciona

América Latina, envuelta en sus propios dilemas internos, se encuentra ante una dispersión/fragmentación que la condena a la marginalidad. La región es plural, aunque hasta hace algún tiempo primaban los esfuerzos convergentes en función de problemas comunes, la facilitación del comercio y fortalecimiento de las perspectivas de cooperación y desarrollo. Por el contrario, el presente se caracteriza por la inacción y la desconfianza.

La desintegración rampante de América Latina demanda intensificar el diálogo y las acciones de cooperación, utilizando al “minilateralismo” y las alianzas ad hoc (vale decir, con propósitos determinados y flexibles) como instrumento para, primero, juntar las voluntades geográfica o temáticamente más cercanas y luego a aliados de otras latitudes.

Enfrentar los desafíos urgentes de la política exterior chilena

La política es un proceso continuo que no distingue entre el ámbito nacional y el internacional en función de la defensa de los intereses del país. Así es como el fin de la dictadura implicó enfrentar los cambios mundiales al término de la Guerra Fría y, al mismo tiempo, consolidar la democracia en Chile, la tarea de hoy es diseñar una política exterior que incluya las transformaciones, complejidades y cuestionamientos producidos en nuestra sociedad desde el estallido social de 2019.

Esto exige someter nuestra política exterior a un proceso de adaptación y cambio que perfeccione diagnósticos, e identifique principios e intereses en juego, mostrando la habilidad suficiente para fortalecer capacidades y para juntar una masa crítica favorable dentro y fuera del país.

Algunos creen que la política exterior chilena debiera servir para pasar desapercibidos, pero el modo Trump de hacer las cosas, cuyo ejemplo más claro es la reciente alza de 10% a los aranceles de nuestras exportaciones, en el contexto del “día de la liberación”, fecha de inicio de la guerra arancelaria desatada contra China pero también contra aliados de EE.UU., como Canadá y la Unión Europea, demuestra que dicha estrategia es inútil. Debemos desplegar acciones que nos permitan movernos en un escenario con hegemonías parciales y fragmentadas, con peligros geopolíticos para la paz y sin factores moderadores.

No alineamento activo con base en el interés nacional de Chile

Junto a la necesidad de fortalecer estructuras de análisis complejo y multisectorial y las capacidades de respuestas sistémicas del país, en un mundo postoccidental no es una opción válida cambiar una subordinación por otra, por lo que es más lógico practicar un no alineamiento activo, con alianzas flexibles que pongan por delante tanto los intereses nacionales como los regionales.

Para hacer viable la estrategia de no alineamiento activo es aconsejable construir las condiciones requeridas para acumular poder propio (fortalecer nuestras capacidades como país). Por cierto, rechazamos la crítica liviana a este concepto por su trayectoria histórica ligada a la izquierda mundial y llamamos a concentrarse en sus méritos.

Coincidimos en la necesidad de aplicar una diplomacia comercial sólida que facilite la industrialización, aliente la asociación público-privada para agregar valor a la producción nacional y crear servicios exportables, reimpulsando ideas como la “segunda fase exportadora” y “Chile Puente y Plataforma”, relegadas en su momento por criterios que prefieren las ventajas comparativas por sobre las ventajas competitivas. Pero el factor comercial, que debe incluir cadenas productivas regionales, si bien es muy valioso, no es la única herramienta para la proyección internacional de Chile y debemos construir un esquema más diversificado que incluya las demandas de los territorios y de la sociedad civil.

Nuestra política exterior debe superar su déficit latinoamericanista, poniendo a la región como primera prioridad, porque es el lugar desde el cual creamos poder y nos proyectamos al mundo, tomando en cuenta que el factor escala nos permite fortalecer un desarrollo más acelerado y equilibrado. Las relaciones vecinales son el puntal de una política de paz, cooperación, diálogo, comercio e inversiones, aunque entendemos la complejidad de lograrlo en el actual cuadro político existente. Tal situación, demanda elaborar un proyecto de desarrollo fronterizo que incluya a Perú, Bolivia y Argentina, junto a los vínculos con Brasil y Uruguay.

El “Sur Global”: un desafío pendiente

El llamado “Sur Global”, formado por aquellos Estados que históricamente han sido relegados a los márgenes del orden mundial, nuevamente surge como un espacio para fortalecer el pluralismo mundial. En este entendido, Chile debiera acercarse a los BRICS+ y evaluar una posible integración desde un análisis complejo y más allá del factor económico-comercial.

Allí están Brasil, la República Popular China, India y Sudáfrica, gigantes emergentes con los que es necesario profundizar las relaciones para potenciar un desarrollo autónomo y un sistema internacional multipolar, sujeto a reglas iguales para todos, con respeto al derecho internacional y a las normas civilizatorias esenciales.

Las relaciones con otras potencias no implican adherir a su forma de gobierno ni a sus intereses nacionales estratégicos. La historia nos demuestra lo peligroso que es geopolitizar la democracia, por lo que condenar dictaduras y gobiernos autoritarios debe ser parte de un consenso civilizatorio y no de un discurso de trinchera. Lo mismo debe funcionar para el derecho internacional y el funcionamiento multilateral.

Varias iniciativas han intentado sin éxito construir un Sistema de Política Exterior en Chile, basado en una coordinación intraestatal coherente. Sin embargo, el esfuerzo se ha quedado en preferir al servicio exterior en el nombramiento de embajadores por sobre profesionales y gestores públicos llegados desde otras áreas (incluso consagrándola con fórmulas aleatorias como la que asigna un 80% de esos cargos a personal proveniente de la carrera y reserva un 20% a los externos). Esta cuestión evita atacar los problemas de fondo y es incompatible con una política inclusiva que permita optimizar el aprovechamiento de las capacidades nacionales y los equilibrios necesarios en democracia.

La política exterior necesita a todos los que puedan aportar para hacerse cargo de múltiples tareas y generar un liderazgo capaz de concebir pensamiento estratégico, definir roles, afinar diagnósticos y representar íntegramente a la sociedad chilena, sus culturas, identidades, territorios, actores y dimensiones.

La izquierda, que es nuestro domicilio político, tiene derecho a reivindicar su propio punto de vista, representar las demandas de la mayoría, de minorías discriminadas, y de luchar por la extensión y profundización de la democracia, la defensa de los derechos humanos y el medioambiente, en un momento en que no se percibe que la democracia genere seguridad y bienestar a las personas. A partir de allí se necesita edificar bases compartidas por la mayor cantidad posible de fuerzas políticas y sectores sociales, dejando que el libre juego democrático resuelva lo demás.

Seis propuestas puntuales

En resumen, proponemos:

  • Diversificar, explorar y fortalecer lazos comerciales y políticos con otros países y regiones, más allá de la tradicional dependencia de Estados Unidos, aprovechando las oportunidades que ofrece la ofensiva trumpista y la llamada “guerra arancelaria”.
  • Repensar, bajo nuevos mecanismos, la integración latinoamericana a nivel nacional y subnacional, como un medio para aumentar el poder de negociación y la influencia de la región en el escenario global.
  • Participar activamente en foros y organismos internacionales para promover el multilateralismo y defender los intereses de los países en desarrollo.
  • Invertir en investigación y desarrollo para fortalecer la competitividad de la economía chilena en sectores estratégicos como la tecnología y la energía renovable.
  • Desarrollar una diplomacia proactiva y creativa, capaz de anticipar y responder a los desafíos del entorno internacional.
  • Asegurar que América Latina siga siendo, pese a todos los problemas sociales, económicos y políticos que arrastra desde siempre, una zona de paz, al menos en lo que se refiere a conflictos interestatales, dentro de un contexto internacional cada vez más turbulento y agitado.

Chile debe responder al desafío de sentarse a la mesa de las grandes decisiones como un actor relevante, responsable y proactivo, ante un panorama internacional que alcanza solo para estar en el menú.

*El Grupo de Análisis y Seguimiento de la Política Exterior de Chile (GASPE) está integrado por los académicos e internacionalistas Cristián Fuentes, Mladen Yopo, Boris Yopo, Álvaro Ramis, Carlos Monge, Jaime Ensignia y Carlos Parker. Este documento fue elaborado en forma colectiva.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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