
Lagos, 25 años, aquel mensaje presidencial
Aquel mensaje de Lagos determinó tareas que eran no solo para su Gobierno, sino para el largo andar del país. Propuso reformas en diversas áreas y habló de hacerlas también en la Constitución, remarcando que una cosa eran las reformas y otra una nueva Constitución. La tarea sigue pendiente.
Fue el 21 de mayo del 2000 cuando Chile escuchó y conoció el primer mensaje presidencial del siglo XXI. El devenir político hizo que fuera Ricardo Lagos, un socialista con visión renovada de su ideología, quien cumplió con aquella tarea. No fue un mensaje para dar cuenta administrativa a la nación, el Gobierno recién empezaba. Fue un mensaje para convocar a la nación a mirar el futuro con otros ojos y confianzas.
Y, entonces, ahora, resulta oportuno –y tal vez necesario– releer aquel texto, ver qué se propuso, qué sueños cruzaron aquellas palabras y cuántos de tales propósitos se pudieron cumplir. Tres fueron los pilares rectores –como los llamó– sobre los cuales se propuso avanzar en ese Chile que iniciaba la marcha por un nuevo siglo:
Primero: abrir las puertas al desarrollo. Nadie debía quedar sin acceso al bienestar que surgiera del crecimiento económico y de la incorporación de Chile a la revolución tecnológica.
Segundo: integrar al país. Todo chileno y toda chilena debía estar incorporado al mundo moderno mediante servicios e infraestructura adecuados, con más atribuciones y responsabilidades para las regiones y para las comunas donde habitan.
Tercero: engrandecer el espíritu de los chilenos. No se debía tener miedo a ampliar las libertades, promover la participación, expandir el conocimiento, la cultura y la ciencia, incorporarnos al mundo de nuestros días, vigorizar las familias y las comunidades.
Aquel mensaje tuvo la fuerza de una hoja de ruta. Y por eso abordó la necesidad de unidad, reformas y desarrollo en Chile al inicio del nuevo milenio, destacando la importancia de la libertad, la justicia y la inclusión social.
Quienes lo vivimos sabemos que efectivamente cruzaba a las mayorías del país un renovado espíritu de optimismo y unidad en Chile tras una crisis profunda. Se enfatizó la importancia de la confianza y la justicia como pilares de la convivencia civilizada. Fue un texto que se propuso promover un ánimo de concordia y respeto entre los ciudadanos, remarcando que la verdad y la justicia son fundamentales para la confianza social.
En ese marco, fue válido reconocer que la tarea no sería fácil. “Nos esperan enormes desafíos. Vivimos un nuevo siglo que parece un verdadero amanecer. Por todas partes emergen nuevas energías, nuevas maneras de trabajar, de comunicarse, de vivir, de hacer negocios. Chile debe ocupar un lugar preeminente en este mundo global que surge ante nuestros ojos”.
Aquello tuvo momentos simbólicos poco después, como la primera visita a Estados Unidos: aquella no fue a Washington, como siempre habían hecho todos los mandatarios latinoamericanos, fue a Silicon Valley. Y los líderes de un mundo digital emergente cambiaron visiones y puntos de visita con el Mandatario chileno sobre la urgencia de cruzar esos cambios profundos con un desarrollo social igualitario. Por eso, por ejemplo, Bill Gates, a través de la fundación con su esposa, apoyaron la creación de BiblioRedes y la tecnología computacional a todas las bibliotecas públicas en el país.
Lagos sabía que en ámbitos civiles y militares arriscaban la nariz con desconfianza ante quien venía desde la izquierda a asumir la banda presidencial. “Déjenos trabajar”, dijo irrespetuosamente un dirigente empresarial en una de las primeras conferencias del gremio donde concurrió el Mandatario. Y los cuatro comandantes en Jefe organizaron un simbólico almuerzo, con fuerte cobertura televisiva, para marcar el peso de su presencia.
Todo eso lo fue desarmando por el camino, mostrando que no renegaba del pasado –por algo inauguró el monumento de Allende–, pero, como señaló en aquel mensaje del 2000, “no he llegado a la Presidencia de Chile para administrar la nostalgia, sino para mirar hacia el futuro aprendiendo del pasado”.
Lagos sabía que el tema de los derechos humanos y las demandas de justicia eran materia de tensión viva en la sociedad. Pero buscó en aquel mensaje colocar el contexto: “Hoy resulta imperioso terminar de recomponer los lazos morales, culturales y sociales que fueron severamente dañados en ese proceso y que debilitaron –y todavía debilitan– el sentido de comunidad del pueblo chileno. Nuestra nación es fuerte. Hemos avanzado a pesar de nuestra propia división y de instituciones a veces un tanto anticuadas. Hoy es el momento de acelerar el tranco”.
Pero la caminata reclamaba, asumiendo la fortaleza del país, transitar hacia la verdad y eso inspiró el fuerte y doloroso Informe Valech, dando cuenta de los testimonios entregados ante la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura.
Aquello de la mirada en el futuro tuvo que ver con la fuerte presencia de Internet y sus alcances en ese mensaje. A la altura del 2000 se expanden las páginas con www y los correos electrónicos. Aún no existía el gran maridaje de todo aquello con el teléfono celular, ni las apps ni el iPhone, recién entrando en escena el 2007. Pero Lagos siente que allí cabe asentar la economía y la participación ciudadana que vendrá. Es lo que remarca y llama la atención en particular de su mensaje:
“Estamos en el umbral de una época distinta y diferente, ¡cómo nos vamos a beneficiar de estas nuevas tecnologías: empresarios, comerciantes y consumidores, que estarán integrados entre sí, reduciendo costos; los usuarios de los servicios públicos, que podrán hacer sus trámites desde una cabina de Internet instalada en su barrio; los niños y jóvenes, que tendrán en los computadores de sus escuelas las mismas bibliotecas que hoy están disponibles en cualquier ciudad del mundo. Chile tiene las condiciones para integrarse a la revolución tecnológica, como pocos otros países de la región. Casi la mitad de nuestras empresas, incluyendo las pequeñas, ya tienen acceso a esta nueva comunicación. Sabemos que la mayoría de las familias chilenas no puede, todavía desde sus casas, acceder a esta red. Pero no pueden quedarse atrás. Debemos evitar que se produzca una nueva división entre chilenos, entre los que están y no están conectados a la red. La fractura digital de la cual muchos hablan que se puede producir mañana entre países avanzados, que están en la nueva economía, y los países atrasados, que quedaron atrás en la vieja economía. Seamos claros, la nueva economía lo que hará en definitiva es introducir eficiencia y conectividad a la vieja economía”.
Y todo aquello tomó el rumbo donde Chile está hoy, un país con 27 millones de celulares, donde el 94% de los hogares declara tener acceso pagado a Internet, donde la industria de data center se expande de manera creciente. ¿Eso nos ha hecho más comunicados? Muchos dudan de ello y de cómo esa transformación cultural se torna en desafío educacional prioritario para el tiempo que viene.
Aquel mensaje de Lagos determinó tareas que eran no solo para su Gobierno, sino para el largo andar del país. Propuso reformas en diversas áreas y habló de hacerlas también en la Constitución, remarcando que una cosa eran las reformas y otra una nueva Constitución. La tarea sigue pendiente. No alcanzó todos los logros que se propuso, pero creó las condiciones para avanzar hacia nuevas metas, para que la sociedad tomara rumbos con la brújula puesta más hacia el siglo XXI que hacia el XX. No se pudo lograr que Chile fuera país desarrollado al 2010, pero se pudo que fueran muchos más los que llegaban a la universidad y juntaban sueños propios para nuevas exigencias y responder al desafío de dirigir Chile.
Y sí, dentro de todo, mucho de aquel país soñado por Lagos asoma a veces con fuerza. Un país que, por ejemplo, puede tener un día a todos sus candidatos presidenciales juntos para un debate no oficial. Puede ser obvio aquí, pero seguro que en muy pocas partes ocurre.
¿Que internet y las redes trajeron la agresión verbal y la superficialidad en muchas cosas? Sí, es verdad. Pero la constatación principal es que la inmensa mayoría del país tiene cómo hacerlo, cómo comunicarse con otros. Es una base a la cual hay que convocar a tareas mayores, a una democracia digital que consulta al pueblo con frecuencia. Y esa idea de una democracia moderna ya estaba en aquel mensaje del 2000.
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