
La Unión Europea y el Reino Unido inician una nueva etapa
En un mundo fragmentado, con conflictos como la guerra en Ucrania, las tensiones en el Indopacífico y una creciente incertidumbre económica global, la cooperación entre aliados históricos no es un lujo, sino una necesidad.
Han pasado casi nueve años desde que el Reino Unido optó por abandonar la Unión Europea tras el referéndum de 2016, dando inicio a un proceso tan complejo como desgastante. El Brexit no solo sacudió a Londres y Bruselas, sino que también dejó heridas profundas en la relación entre ambas partes. Por eso, la cumbre bilateral celebrada este lunes en Londres no fue un encuentro más. Es un gesto cargado de simbolismo y de contenido político, un intento explícito de dar vuelta la hoja e iniciar una nueva etapa, más pragmática, más estable y, sobre todo, más útil frente a los desafíos comunes.
La reunión estuvo encabezada por el primer ministro británico, Keir Starmer, y contó con la participación de las máximas autoridades de la Unión Europea: Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea; António Costa, presidente del Consejo Europeo; y Kaja Kallas, actual Alta Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Su presencia fue particularmente relevante, no solo por el énfasis que se puso en temas de defensa y cooperación militar, sino también porque Kallas ha sido una de las voces más firmes dentro de la UE en favor de una Europa más cohesionada y con una política exterior más asertiva.
Los acuerdos alcanzados no son menores. En materia de defensa, el Reino Unido podrá acceder al fondo europeo SAFE (dotado con 150.000 millones de euros) y participar en licitaciones conjuntas para la adquisición de armamento, algo impensado hace apenas unos años, cuando Londres prefería marcar distancia de cualquier estructura militar vinculada a Bruselas.
Se acordó también extender hasta 2038 los derechos de pesca para flotas comunitarias en aguas británicas, a cambio de una reducción en los controles fitosanitarios de productos agrícolas británicos que ingresan a la UE, especialmente a Irlanda del Norte.
Otro punto de avance fue la discusión sobre el programa “YES” (Youth Exchange Scheme), destinado a facilitar la movilidad de jóvenes entre 18 y 30 años entre ambas partes. Aunque aún no se ha cerrado del todo, existe una voluntad explícita de que jóvenes de la UE y los británicos puedan volver a estudiar, trabajar o hacer voluntariados en el otro lado del canal por periodos de hasta cuatro años, recuperando parcialmente los beneficios perdidos con el Brexit.
Kaja Kallas, en declaraciones a la prensa, destacó que “el acuerdo es bueno porque no satisface completamente a ninguna de las partes”, una frase que resume la naturaleza del compromiso: equilibrado, imperfecto, pero necesario. También advirtió que las “heridas del Brexit” aún no han cerrado del todo y que persiste cierta resistencia entre algunos Estados miembros a conceder beneficios plenos a un país que decidió abandonar el bloque. Su postura fue clara: mirar hacia adelante, sin ingenuidades, pero reconociendo que el aislamiento estratégico de Reino Unido no beneficia a nadie.
La cumbre también estuvo marcada por la voluntad política de ambas partes de reconstruir una relación sobre nuevas bases. Keir Starmer señaló que el Reino Unido está “de regreso en el escenario internacional”, dispuesto a cooperar con sus socios naturales. Ursula von der Leyen, por su parte, habló de un “momento histórico” para las relaciones eurobritánicas, al tiempo que António Costa valoró que “la madurez política ha primado sobre las diferencias pasadas”.
No faltaron, desde luego, críticas internas en el Reino Unido. Sectores más duros del conservadurismo acusaron al Gobierno de ceder en materias sensibles como la pesca y de acercarse demasiado a regulaciones comunitarias. Pero el tono general fue de alivio y optimismo. El mensaje fue claro: tras años de distanciamiento, la Unión Europea y el Reino Unido reconocen que sus destinos siguen entrelazados.
En un mundo fragmentado, con conflictos como la guerra en Ucrania, las tensiones en el Indopacífico y una creciente incertidumbre económica global, la cooperación entre aliados históricos no es un lujo, sino una necesidad. La cumbre de Londres no lo resuelve todo, pero es una señal potente de que, a pesar del Brexit, todavía es posible tender puentes. La historia compartida no se borra con un referéndum. Y si algo quedó claro en estos días, es que ambos lados están dispuestos a escribir juntos el próximo capítulo.
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