
La clase política se niega a escuchar
Lo que está en juego no es solo el nombre del próximo Presidente o Presidenta. Es la reconstrucción del vínculo entre ciudadanía y democracia. Es la posibilidad de volver a creer que la política puede ser una herramienta de transformación y no un círculo cerrado donde no impera la igualdad.
En los barrios de Arica a Punta Arenas, en los cerros de Valparaíso, en los campamentos polvorientos de Antofagasta, en las comunas populares del Gran Santiago, en los valles del Maule, las caletas del Biobío o los campos de La Araucanía, incluso en las madrugadas frías de Ancud, late otro Chile. Un país que no sale en las franjas, que no se discute en los matinales ni en los programas de opinión. Un país donde la vida es digna, sí, pero cuesta. Y cuesta mucho. A esa patria nos debemos.
Hace solo unos días, casi un millón y medio de votantes fueron a las urnas en las primarias del oficialismo. Lo hicieron sin grandes despliegues, sin incentivos, sin espectáculo. Votaron porque todavía creen. Y sin embargo, la política parece no haber escuchado nada. Tal vez aún no entiende que ese domingo 29 de junio hubo una clara manifestación de repudio del pueblo progresista hacia sus dirigentes, y les dio una última oportunidad de hacerse cargo de la realidad oculta detrás de tanta promesa y asesorías comunicacionales.
En lugar de abrir una conversación profunda sobre lo que está en juego, vemos a los mismos de siempre sacando cuentas, cruzando nombres, negociando cargos y pactos, como si nada hubiera pasado. ¿Por qué no parten por lo esencial? ¿Por qué no discuten el programa, antes de sacar la calculadora? ¿Acaso lo que le van a ofrecer al país es solo un trámite?
La derecha ya mostró su carta, es decir, quiere transformar esta campaña en un referéndum sobre el Gobierno: tratar de mostrar un país destruido. Es su estrategia habitual. No tienen más propuesta que el garrote y el chorreo.
Pero el progresismo no puede entrar en ese juego, porque tiene un reto más elevado. Hay otro eje que sí es verdadero y moral, más profundo y urgente: asumir con humildad y propuestas el abismo que separa a los que tienen poder político, social o económico, y sus intereses, de las prioridades de la vida cotidiana de los ciudadanos. Ese debe ser el eje planteado por la izquierda y la centroizquierda en las próximas elecciones de noviembre, porque una democracia que no escucha termina administrando el desencanto y pavimentando el camino al autoritarismo.
La clase política ha hablado demasiado y ha escuchado muy poco. Sigue mirándose en forma narcisista mientras las comunidades –esas que organizan una olla común, que levantan una feria libre, que se cuidan entre ellas frente al abandono– no logran entrar en su radar. ¿Qué más tiene que pasar para que la política reaccione de una vez?
Hoy más que nunca se necesita una política que parta por oír. No una vez, sino siempre. Escuchar con atención e interesarse por lo que es de verdad la realidad de los chilenos de carne y hueso, sin condescendencia, sin cálculo pequeño. Escuchar a los jóvenes que no creen en promesas, a las mujeres que sostienen los barrios, a los adultos mayores que han sido dejados atrás. Escuchar a las regiones, a los pobladores, a los que no salen en la televisión. Escuchar de verdad.
Lo que está en juego no es solo el nombre del próximo Presidente o Presidenta. Es la reconstrucción del vínculo entre ciudadanía y democracia. Es la posibilidad de volver a creer que la política puede ser una herramienta de transformación y no un círculo cerrado donde no impera la igualdad ante la ley y se acumulan privilegios.
El contrato social que necesitamos es con el pueblo de Chile, que siempre ha sido generoso con el progresismo. Ese pueblo merece más que promesas: merece respeto, coherencia y verdad.
Y si la clase política no es capaz de salir de su burbuja, entonces será ese mismo pueblo el que vuelva a empujar los límites, como lo ha hecho una y otra vez en nuestra historia, porque este país no está dormido: está esperando. Y si no lo escuchamos ahora, no habrá segunda oportunidad.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.