
La guerra y la niñez: proteger su mundo emocional
No subestimemos la inteligencia emocional infantil, pero tampoco dejemos que enfrenten solos sus miedos o dudas. Hablar de la guerra con niños no los daña. No hablarlo, sí.
Las imágenes que nos llegan desde otras partes del mundo estremecen. La guerra, como toda crisis humanitaria, deja marcas profundas en los cuerpos y en las mentes, y no solo de quienes están en la zona de conflicto. En Chile, niñas y niños también están expuestos a estos contenidos a través de los medios, las redes sociales y las conversaciones entre adultos, lo que puede generar ansiedad, temor y confusión.
La reacción de la infancia frente a noticias de violencia no debe subestimarse. Aunque no estén directamente expuestos al conflicto, muchos niños, niñas y adolescentes pueden experimentar angustia, alteraciones del sueño, miedo a separarse de sus cuidadores, irritabilidad o incluso síntomas similares al estrés postraumático.
Como adultos, tenemos la responsabilidad de acompañarlos con empatía: hablar del tema sin evasivas, entregarles información acorde a su edad, escuchar sus emociones y crear espacios seguros para que puedan expresarse. También hay que evitar su sobreexposición a imágenes o relatos crudos, y promover una conversación guiada, respetuosa y contenedora.
La presencia atenta de madres, padres y cuidadores es lo más importante. A veces, la simple compañía, mantener rutinas o dejar la luz encendida bastan para entregar calma. Y si el menor se siente afectado, canalizar su preocupación hacia la solidaridad –como reunir ayuda o enviar mensajes de apoyo– puede fortalecer su sentido de esperanza.
Como sociedad, el compromiso no puede ser solo reactivo. Urge construir entornos protectores y sensibles al impacto que tienen estas crisis en la infancia, incluso a distancia. La guerra no solo destruye ciudades, sino que también puede quebrar la seguridad emocional de los más pequeños si no los acompañamos con verdad y contención.
No subestimemos la inteligencia emocional infantil, pero tampoco dejemos que enfrenten solos sus miedos o dudas. Hablar de la guerra con niños no los daña. No hablarlo, sí.
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