
La muralla de Jara
En ese escenario, nos parece que la principal ventaja de la candidatura de Jara no radica solo en su carisma, su origen social o su eventual capacidad de representar a “la gente común”, sino en su potencial para convocar una alianza táctica amplia.
Nobleza obliga. La victoria de Jeannette Jara en las primarias fue un triunfo contundente y merecido: una candidata que, a pesar de no partir como favorita, supo organizar una campaña impecable, movilizando al nicho más fiel de la izquierda en un momento de baja politización.
La buena noticia de esto es la prueba de que en política el trabajo bien hecho da resultados y el PC cosecha lo que lleva haciendo hace años en su base electoral tradicional. La mala noticia para el progresismo en general es que los resultados de la primaria, a pesar del buen desempeño de Jara, son insuficientes para reconfigurar una alternativa competitiva frente a la derecha radical. Hay que poner los pies en la tierra.
No se puede desconocer el hecho de que las relaciones en el progresismo han sido muy tensas en este Gobierno, tanto por ausencia de un proyecto político compartido como por problemas que, si bien enfrentan todos los gobiernos, hoy por falta de cohesión y dirección, sirven más para organizar pasadas de cuentas y destruir las confianzas, dando un triste espectáculo.
¿Es posible construir un proyecto político sólido y con proyección a cuatro meses de una elección en una coalición fragmentada ? Muy difícil. El desafío mayor, a nuestro parecer, es poner cimientos sólidos para enmendar el rumbo de estos cuatro años y mejorar las proyecciones del progresismo de manera estratégica.
Es comprensible el optimismo por el “fenómeno Jara” que en cierta manera ha devuelto el alma al cuerpo al oficialismo, pero transformar la carrera presidencial en el único eje articulador de la política es, a estas alturas, no solo ingenuo, sino peligroso. El régimen político chileno, debilitado por la fragmentación y la desconfianza, ha mostrado que el Ejecutivo aislado carece de fuerza para gobernar, mientras que una mayoría parlamentaria organizada sí puede imponer condiciones, reorientar la agenda del Gobierno e, incluso, redefinir la arquitectura institucional.
La pregunta de fondo entonces no es si Jeannette Jara puede ganar la Presidencia. Por mucho que las encuestas comiencen a favorecerla, romper la tendencia dominante de la alternancia en el poder requiere condiciones excepcionales que no se han generado aún y estamos contra el tiempo. La pregunta más realista, a nuestro juicio, es más bien si la candidata comunista puede convertirse en el pivote de una estrategia del progresismo que evite que la derecha obtenga 4/7 en el Congreso. Tal situación no solo desfondaría al oficialismo, sino que abriría paso a una mayoría conservadora que, bajo una apariencia institucional, podría desmantelar avances democráticos fundamentales.
En ese escenario, nos parece que la principal ventaja de la candidatura de Jara no radica solo en su carisma, su origen social o su eventual capacidad de representar a “la gente común”, sino en su potencial para convocar una alianza táctica amplia o una lista parlamentaria única: “Una muralla desde la playa hasta el monte”, como cantaba Quilapayún, desde el PC a la DC.
No se trata de hacer de la campaña “una lucha contra el fascismo” , ello podría acentuar una polarización estéril. La campaña debe, por cierto, centrarse en una propuesta que conquiste confianzas y proyecte un futuro mejor para Chile con seguridad, crecimiento y equidad social, pero esa proyección solo será viable si se garantiza desde ya una correlación parlamentaria que impida la imposición de una agenda conservadora sin contrapesos.
Toda reconfiguración del progresismo en los años que vienen, ya sea en el Gobierno o en la oposición, en uno o dos bloques complementarios, necesita esa muralla como condición previa de posibilidad.
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