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Democracia Cristiana: no puede haber medias tintas Opinión

Democracia Cristiana: no puede haber medias tintas

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Cecilia Valdés
Por : Cecilia Valdés Exvicepresidenta nacional de la Democracia Cristiana (DC).
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La DC, fundada como un partido de revolución por jóvenes valientes e inconformistas con el statu quo, dejó de ser relevante cuando se conformó con el Chile como estaba, cuando comenzó a autofelicitarse y aplaudirse ella misma y, claro, había mucho de que enorgullecerse, pero no vio lo que aún queda.


Qué difícil es mantener la tranquilidad observando la imagen de un barco que nunca se pensó que se hundiría, sumergiéndose paulatinamente hacia el fondo. Algunas veces se ve como algo inconsciente y alocado, otras como algo consciente  y planificado y, también, como una mezcla de lo uno y lo otro, pues, a pesar de tener un diagnóstico bastante común, el comportamiento zigzagueante de la Democracia Cristiana sigue carcomiendo su cordura y prestigio.

Existen segundas oportunidades en errores autorreconocidos, pero no hay segundas oportunidades en un suicidio colectivo.

La DC, fundada como un partido de revolución por jóvenes valientes e inconformistas con el statu quo, dejó de ser relevante cuando se conformó con el Chile como estaba, cuando comenzó a autofelicitarse y aplaudirse ella misma y, claro, había mucho de que enorgullecerse, pero no vio lo que aún quedaba por hacer.

Se convenció de que la política era solo un hacer cosas, sin un sentido de justicia ni de comunidad, lo que ratificaba con convicción que los tiempos de valentía eran del pasado y hoy solo son una sinrazón o una “izquierdista“ actitud irracional. Fue en ese minuto, cuando la voz de los sin voz buscó nuevos y distintos representantes, donde el partido de la flecha roja, tan exitoso en Chile, claudicó a su esencia.

¿Podrá cambiar? Podría, aunque con un éxito bastante pequeño al comienzo de un largo y consistente camino, el que no alcanzará a satisfacer su ambición, la que de manera asimétrica ha crecido, en relación con la realidad y la evaluación de los ciudadanos y ciudadanas.

Dejó de ser influyente en la política, como lo fue, en el minuto cuando debió tomar una definición importante, pero escondió la cabeza bajo tierra y no colaboró con su obvia candidata en las recientes primarias del mundo progresista, dejando de participar en un hecho político relevante, por lo que ni los votos de sus militantes pudo aportar. Ahora se queja de ese resultado con una excusa que lleva en su frente hace más de 50 años, y es que ya se perdió la confianza en ella y, si sigue negándose a volver a ser influyente en la política chilena, no habrá más espacio para ella y será solo un gran recuerdo.

La apuesta por cambiar el orden social de las cosas debe ser nuevamente el núcleo de su existencia y eso no se encuentra ni en la derecha ni en un imaginario centro que se inventó por los que gobernaron con los partidos que luchaban por la justicia y la libertad y ahora se dieron un vuelco, precisamente con los que no creen ni en la justicia y mucho menos en la libertad, pues siguen con la convicción de coartar las libertades para mantener un “orden uniforme” sin respetar diferencias o diversidades y, de esa manera, mantener sus privilegios.

Cuando tus convicciones cambian tanto como para arriesgar el bienestar social y la seguridad de tu pueblo, quiere decir que solo te acomoda a ti y a los tuyos y que, además, perdiste el sentido de voluntad colectiva y de lucha por otros y de representar a todos en sus dolores y en sus anhelos.

Por ello la ciudadanía no ve a Jeannette Jara como “comunista” sino como alguien que representa lo que otros dejaron de representar. La ven como genuina, auténtica, sin contradicciones, simple y nítida en lo que quiere para Chile. Lo demás es una discusión de cortesanos que al pueblo no interpreta.

La Democracia Cristiana se debe jugar en ser lo que fue en su origen, pues aún sigue vigente. No hay términos medios, como muchos lo han hecho creer, no existe ambigüedad para ayudar o no, no existen medias tintas en estar o no estar. Es hora de demostrar si es la DC que fundaron sus líderes falangistas, que creyeron en que las injusticias hay que combatirlas incansablemente, esa DC que fue perseguida también en dictadura por defender la libertad y el bien común junto con otros compañeros y compañeras, hermanos y hermanas, con ese espíritu de lúcida valentía que se transformó en un compromiso unitario por el nunca más, sin dudar nunca más, sin volver a poner en peligro a nuestro pueblo… nunca más.

La sabiduría popular está a punto de pasarle por encima una vez más a la Democracia Cristiana y ser ignorada por los que creen en que Jeannette Jara representa en forma auténtica los dolores y sueños de un nuevo Chile. No habrá otra oportunidad de existir.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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