Publicidad
La reciprocidad y la confianza para el cuidado de la democracia Opinión Imagen de Freepik

La reciprocidad y la confianza para el cuidado de la democracia

Publicidad
Francisca Keller Ávila
Por : Francisca Keller Ávila Experta en innovación pública y ciudadana.
Ver Más

En Chile, los diálogos, cabildos y procesos participativos surgidos de demandas ciudadanas, aunque se han promovido, no han logrado trazabilidad efectiva, transparencia en la sistematización ni adecuada comunicación de resultados.


En el artículo La infraestructura crítica”, publicado en El País, el chileno Alfredo Zamudio, director del Centro Nansen para la Paz y el Diálogo, uno de los siete centros de paz de Noruega, reflexiona sobre cómo la confianza es una infraestructura que posibilita la colaboración entre instituciones y personas, y que, además, actúa como motor social y emocional.

En la conmemoración del décimo aniversario del Laboratorio de Gobierno de Chile, el Coordinador de Modernización del Estado, Rodrigo Lavanderos, hizo referencia a la publicación de la OCDE sobre los motores de la confianza en Chile (2024), en la que se destaca una profunda desafección ciudadana hacia las instituciones públicas.

Según el informe, apenas el 30% de los chilenos declara confiar en el Gobierno nacional. Además, se identifican dos grandes brechas estructurales: una ligada a la percepción de exclusión política y, otra, a la vulnerabilidad material. Quienes sienten que no tienen influencia en las decisiones gubernamentales confían hasta 45 puntos menos en el Gobierno. Las personas con necesidades económicas, hasta 25 puntos menos. En este contexto, la confianza se vuelve un recurso político.

Las revueltas sociales de la última década a nivel global han exigido un cambio en la gestión institucional que responda a esta crisis de confianza. Así, se han levantado laboratorios de innovación, hackerspaces legislativos y procesos de participación e innovación abierta. En Chile, se celebraron diez años desde que la entonces Presidenta Bachelet impulsara una transferencia de conocimientos con Finlandia, a través de la agencia Sitra, creando un comité interministerial para la innovación pública y fundando el Laboratorio de Gobierno.

Paralelamente, diversas revueltas sociales internacionales catalizaron nuevas formas de acción colectiva orientadas a exigir mejores vías de gestión de lo público. Un ejemplo es que el Laboratorio se ha mantenido activo, pese a los cambios de signo político. No obstante, persiste la percepción de que la ciudadanía no se siente genuinamente escuchada.

Para Elinor Ostrom, Premio Nobel de Economía y estudiosa del devenir institucional, la confianza es, junto con la reciprocidad y la reputación, una de las tres variables clave para la sostenibilidad de los bienes comunes. Asimismo, la confianza es consecuencia directa de la reciprocidad, que no implica un intercambio equilibrado entre las partes, sino una reacción positiva ante una acción positiva. Es decir, si un ciudadano entusiasta se involucra en un proceso participativo, esa es una acción positiva. La pregunta clave es cuál es la reacción positiva de la institucionalidad ante esa ciudadanía activa.

Reciprocidade: la implementación de la confianza cívica

En el marco de la reunión de alto nivel Democracia Siempre, es importante observar la experiencia del Gobierno Federal de Brasil, que ha implementado a nivel nacional el software libre Decidim. Esta plataforma de participación ciudadana digital fue desarrollada tras la llegada al poder de nuevas configuraciones políticas surgidas del movimiento de los Indignados en 2011, y ha sido adoptada por múltiples países como infraestructura digital pública y común.

La trazabilidad de los procesos participativos y la soberanía tecnológica han sido claves para el presidente Lula. Su Gobierno parece comprender la importancia de cuidar a los participantes más activos, ya que una ciudadanía digital comprometida es fundamental para defender la gobernanza democrática. Lula entiende el valor de la reciprocidade, en buen portugués.

En contraste, en Chile, los diálogos, cabildos y procesos participativos surgidos de demandas ciudadanas, aunque se han promovido, no han logrado trazabilidad efectiva, transparencia en la sistematización, ni una adecuada comunicación de los resultados. Es urgente abandonar la lógica extractivista en la que se recolecta el conocimiento ciudadano sin devolverle sentido, resultados o transformación.

La ciudadanía no es combustible del conocimiento experto, sino un agente político que debe ser considerado hasta la última fase del proceso. Para ello, hay que ampliar el concepto de abrir el Estado. Es necesario comunicar procesos, publicar resultados y garantizar una trazabilidad robusta que asegure reciprocidad con la ciudadanía.

Esto, como explicó Rodrigo Lavanderos en el aniversario del Laboratorio de Gobierno, implica desplegar creatividad y transdisciplinariedad por parte del Estado para enfrentar la actual crisis de confianza institucional. Como lo señaló además, en la misma celebración, el catedrático catalán Joan Subirats, debemos cambiar el paradigma y comprender que la ciudadanía no es un mero usuario de las instituciones, sino un actor activo y corresponsable. Solo así lograremos incidir en el devenir histórico, ese que hoy amenaza con profundizar la desafección cívica y dejar a las instituciones a merced de fuerzas que atentan contra la democracia.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.

Publicidad