
Volvamos a hacer lo que es correcto
Hacer lo correcto hoy significa actuar siguiendo principios éticos, que debiesen ser compartidos, tomar decisiones que podamos considerar justas y que nos permitan el beneficio individual, pero también el colectivo.
En meses en los cuales semana tras semana los medios de comunicación exponen abusos, irregularidades o algún nuevo caso de corrupción, pareciera que los valores cívicos se han extraviado en la evolución de la modernidad, que el bien común es una quimera de viejos discursos políticos y que hacer lo correcto parece ser más bien un acto heroico, raro de ver por estos días.
Aprovecharse del sistema, sacar ventaja desde las ambigüedades legales u obtener prerrogativas a partir de las grietas institucionales, no es algo que se improvisa: nace de decisiones deliberadas de querer obtener una ventaja indebida. Ello es el resultado de decisiones cotidianas a nivel personal, de inacciones colectivas y de fallas en los sistemas institucionales que hemos creado para mediar entre las respuestas y las necesidades de las personas.
El esfuerzo en la creación de nuevas normas legales que sancionan irregularidades, el reforzamiento de instituciones persecutoras de delitos, o la mayor inteligencia financiera al servicio de la prevención y detección del crimen organizado son en vano si no recuperamos lo esencial. Volver a hacer lo que es correcto. Todas las transformaciones institucionales que hemos enfrentado a partir de escándalos de corrupción como el Davilazo (1994), pasando por MOP-Gate, Chile Deportes o el reciente caso Democracia Viva, demuestran que más leyes no obstaculizan la corrupción cuando lo que se quiere es aprovecharse del Estado.
Hacer lo correcto requiere una fortaleza en los principios y valores que se siguen, la capacidad de discernir entre aquello que se ajusta a esos principios, pero sobre todo una creencia compartida de nuestro rol en la sociedad. Cuando todos aportamos al bien común, nos beneficiamos de las ventajas de satisfacer nuestras necesidades de manera compartida, porque allí somos capaces de ayudarnos a nosotros, pero también de contribuir al bienestar de otros.
Mantener sistemas democráticos libres del aprovechamiento, oportunismo, en definitiva, de corrupción, requiere que cada uno de nosotros asumamos la responsabilidad inexcusable de hacer el bien, de recuperar el sentido del “nosotros” y construir un mañana común.
Estas próximas elecciones son una oportunidad para Chile. Buscar los caminos que nos permitan como país encontrar las mejores alternativas para dar solución a los problemas que debemos enfrentar como nación, ya sea favoreciendo las decisiones que ponen al mayor número de compatriotas primero, compensando a quienes viven de alguna manera las dificultades o costos del desarrollo y evitando poner los intereses personales primero.
Nadie se salva solo, ni puede desprenderse de sus circunstancias. Hacer lo correcto hoy significa actuar siguiendo principios éticos, que debiesen ser compartidos, tomar decisiones que podamos considerar justas y que nos permitan el beneficio individual, pero también el colectivo. Que nos permitan construir un presente y definir un futuro en que cada uno, como individuos, nos hacemos responsables de hacer lo correcto y, de forma colectiva, construyamos un bien que sea común para todos: un Chile que es justo, que se relaciona a partir de la honestidad y donde la buena fe y no la pillería es la norma con la que nos relacionamos.
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