
El hechizo de los extremos
En política hay que anticiparse a los efectos de las decisiones, que son de largo plazo. Los ciudadanos debemos ser muy responsables al votar porque la culpa no solo la tiene el cazador sino también aquel que lo apoya y se subyuga ante él.
Una fábula de Esopo cuenta que un jabalí y un caballo pastaban en el mismo potrero. El jabalí estropeaba el agua y la hierba. Entonces el caballo estaba indignado y quiso vengarse del jabalí recurriendo desesperado a la ayuda de un cazador. Este le dijo que no lo podía ayudar, salvo poniéndole los estribos, el freno y la montura para dirigirlo bien y cazar al jabalí. El caballo estaba tan enfurecido e impaciente que se sometió a la propuesta del cazador. Entonces éste le puso los aperos al precioso corcel, se montó en el, arremetieron contra el jabalí y lo mataron. El caballo se sintió feliz y victorioso. Pero luego, el cazador siguió montado sobre él, se lo llevó a su corral y lo dejó amarrado para usarlo a su antojo. La lección de Esopo es que, muchos, por una cólera irracional, queriendo liberarse de algún mal o de sus enemigos, se arrojan ellos mismos bajo el yugo de otros.
¿Quién serás tú en esta historia? ¿Jabalí, caballo o cazador? Esperamos que como minoría jamás llegues a ser jabalí, asesinado por el cazador con la complicidad del caballo. Pero existe la probabilidad de que muchos caballos desesperados recurran a un cazador y todos terminemos sometidos por el cazador elegido por mayoría. ¿Eso sería extraño? No, para nada. Ya veremos en esta columna que es habitual.
Todos acumulamos frustraciones e indignación. Pero las emociones son malas consejeras para tomar decisiones. La rabia y la ansiedad tientan las soluciones rápidas, extremas, facilistas, populistas, que fracasan. Los candidatos extremos exacerban nuestro estado emocional y agudizan la polarización política, precisamente porque beneficia su votación.
En política hay que anticiparse a los efectos de las decisiones, que son de largo plazo. Los ciudadanos debemos ser muy responsables al votar porque la culpa no solo la tiene el cazador sino también aquel que lo apoya y se subyuga ante él.
Que los candidatos de los extremos actualmente vayan ganando las encuestas presidenciales es preocupante. Su tradición política, ideológica y partidaria, -todas legítimas-, muestran poco apego y admiración por la democracia liberal. Se sienten cómodos, respetan incluso apoyan a gobernantes autoritarios y dictadores presentes o pasados, en Chile o el extranjero. Probablemente lo harán de nuevo, porque los autoritarios y dictadores de igual signo se asocian y apoyan.
Hay que despabilarse y rechazar el hechizo de los extremos en las elecciones presidenciales y parlamentarias.
Muchos mandatarios extremos y populistas del mundo han llegado al poder por vía democrática y luego, se transforman en autoritarios o dictadores, debilitando las instituciones democráticas desde dentro, como termitas en una viga. Y recién cuando la estructura está críticamente debilitada o rota es que nos enteramos.
¿Crees exagerada esta preocupación?
Dictadores implacables que torturaron y asesinaron a sus pueblos, como Mussolini en Italia y Hitler en Alemania, accedieron democráticamente al poder en escenarios de crisis económicas, desorden y frustración nacional luego de la Primera Guerra Mundial. Después de asumir democráticamente el poder, tanto Mussolini como Hitler se transformaron en dictadores bestiales, que subyugaron toda la voluntad humana, ahogando los derechos, libertades y la razón de pueblos cultos, inspirando el odio, la violencia y la xenofobia.
Nicolás Maduro, dictador en Venezuela, también fue elegido en su origen democráticamente y se transformó en autócrata y dictador con cambios en las instituciones democráticas y con elecciones fraudulentas. También Daniel Ortega, autócrata de Nicaragua, elegido democráticamente en 2006 y que ya lleva dos décadas en reelecciones. Bolsonaro fue elegido en Brasil y ejerció su gobierno autoritariamente, para luego intentar un golpe de Estado. Bukele de El Salvador, pese a sus alabados resultados en el control de la delincuencia ya está en una deriva autoritaria en distintos ámbitos.
En Europa las cosas no van mejor. Mira a Erdogán en Turquía, Lukashenko en Bielorusia, Viktor Orban en Hungría, Vladimir Putin en Rusia, puros presidentes elegidos al inicio democráticamente y luego convertidos en autoritarios o dictadores. La evidencia está por todas partes.
El caso actual más en boca es EEUU, la democracia más antigua del mundo. Trump –elegido de nuevo democráticamente- socava todos los días la democracia, dirige con autoritarismo, con un poder concentrado y centralizado, usando órdenes ejecutivas en vez de leyes. Limita la libertad de prensa. Demandó a las cadenas de ABC, CBS y Walt Street Journal. A Associated Press le tiene prohibido acceder a las conferencias de prensa. Persigue la libertad de pensamiento y de opinión en universidades prestigiosas como Harvard, Columbia y Princeton, e investiga a otras 50. Desprecia, injuria y calumnia a sus adversarios. Extorsiona usando su poder, no solo a sus adversarios internos sino a otras naciones. Usa el Departamento de Justicia para demandar a sus adversarios personales y políticos, y mucho más.
Volvamos a Chile. Un 63% está muy de acuerdo o de acuerdo con que “La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”, y solo un 31% que, en algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático. Sin embargo, paradójicamente, a la inversa, hoy entre un 64 % y un 53 % (según la encuestadora) votaría por candidatos presidenciales de los puntos más extremos del espectro político, con credenciales democráticas discutibles y que nos podrían llevar a regímenes autoritarios. Otro 14 % votaría por candidatos que en realidad son outsiders populistas. El riesgo no está solo en el extremo que resulte elegido, sino en los golpes y estallidos antidemocráticos que intentarán sus extremos adversarios que pierdan con alta votación.
Cuidado. Estamos en un mundo con claras tendencias a la polarización extrema, el populismo y el autoritarismo. Chile no es inmune a esa pandemia. Nosotros ya sufrimos 25 años de esas fatales enfermedades desde fines de los sesenta hasta principios de los noventa. Nos dañaron el alma nacional, la democracia, la convivencia, la economía, e hicieron perder la dignidad y la vida de muchos chilenos. No reiniciemos ese camino fatal.
Mata el hechizo de los extremos ahora.
No votes basado en la pulsión de las emociones, de la rabia e impaciencia. No votes por los extremos. Ni por personas intolerantes que desprecian las opiniones diferentes. Sospecha de quienes no defiendan con claridad la democracia y los derechos humanos. No ayudes a la polarización política. Porque en Chile necesitamos mucha tolerancia, diálogo, grandes acuerdos y estabilidad, para progresar juntos.
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