
La ventana de Overton o como banalizar las ideas extremas y la marginalidad política
Las redes sociales son un espacio de desregulación en el cual existen técnicas de manipulación para hacer que algunas opiniones parezcan mayoritarias cuando, en los hechos, son extremadamente minoritarias o circunscritas a un sector bien preciso y marginal políticamente hablando.
Ante la confirmación constante de la vitalidad de una dinámica de intención de votos que se desplaza inexorablemente hacia una derecha dura, hacia unas visiones alejadas del modelo socialdemócrata y hasta inclusive, en diversas oportunidades, haciendo muestra de “golpedestadofilia”, numerosos enfoques son aplicados para tratar de explicar dicho fenómeno.
Últimamente, una columna de un cientista político del centro de investigación Libertad y Desarrollo, publicada Ex-Ante, nos explica que en realidad no estamos asistiendo a un giro de la opinión pública chilena hacia la ultraderecha, sino que los votantes están buscando un cambio radical. Es importante, en un primer tiempo, guardar en mente los términos utilizados por el miembro del think tank para luego no equivocarse a la lectura de tales planteamientos; teniendo igualmente en cuenta quién se pronuncia, desde dónde y cómo estos términos se pronuncian. No es porque la maniobra es demasiado grotesca que sus resultados no buscan ser reales y efectivos. De hecho, estas jugadas estratégicas son exitosas. Y no solo en Chile.
En enero 2025, el cientista político, Alfredo Joignant, indicaba en el diario español El País que “el instituto Libertad y Desarrollo se había transformado en una tanqueta ideológica de extrema derecha, dadas las formas de criticar el acuerdo previsional (que finalmente será adoptado) y a los partidos de centroderecha, pero también por sus contenidos más sustantivos sobre el ‘modelo’ (neoliberal) chileno.”
En Chile, desde hace algunos años, y como también lo ha apuntado Joignant, coincidentemente con el estallido social de 2019, hemos asistido a un (re)surgimiento de un discurso rupturista sino reaccionario, excesivamente pro mercado, groseramente anti-woke, que defiende el sistema, acompañado de un llamado a una dureza institucional que contrastaría con la eventual putrefacción que padecería nuestra sociedad.
Así vemos el incremento del uso de una retórica que pregona los intereses de buscar diversas “terapias” políticas alternativas, incluyendo los movimientos de extrema derecha, los escépticos climático, las reivindicaciones masculinistas. Por ejemplo, en un congreso del Partido Repúblicano, J.A Kast declaró que iba a “quitar la cultura woke de Chile”, una vez electo. Para que todos estos tipos de fenómenos puedan ser estudiados y poder así intentar de entenderlos, es necesario que algunos actores especializados, que disponen del conocimiento y del manejo de las perspectivas necesarias para comprender estas dinámicas y sobre todo para contextualizarlas, recurran a herramientas teóricas y conceptuales para optimizar el proceso analítico al cual se debe proceder. Y acá, es saludable recurrir al famoso concepto de la “ventana de Overton”.
Teorizada por Joseph P. Overton (1960-2003), un lobista y politólogo estadounidense que trabajó durante mucho tiempo en el Mackinac Center for Public Policy, un think tank conservador con sede en Michigan, el concepto de la “ventana de Overton” se ha convertido en una herramienta clave para comprender la evolución de las ideas en la esfera pública. El concepto de “ventana” designa acá el espectro de lo decible y aceptable al interior de esa misma esfera pública. En otras palabras, es todo lo que la opinión pública considera tolerable o concebible a propósito de un tema determinado. A menudo invocada para descifrar el auge de los discursos racistas o reaccionarios, la ventana de Overton es en realidad una herramienta más amplia: esquematiza la construcción de cualquier idea nueva en la opinión pública.
La clave es que el cambio empieza siempre con el público. “En” el público para ser más preciso. Overton argumentaba que el rol de organizaciones como la que él dirigía no era presionar a los políticos para que apoyaran políticas no convencionales, sino convencer a los votantes, al “público”, de que estas medidas políticas deberían concretarse. Si aquello se logra, una idea ridiculizada por ser considerada como impensable puede volverse tan inevitable que cuesta creer que alguna vez fue de otra manera. A principios del siglo XX, la idea de que las mujeres pudiesen votar aún parecía inconcebible para la mayoría. Desde entonces, la ventana se ha movido y volver hacia atrás hoy es inimaginable. Más recientemente ese fue el caso, por ejemplo, con el derecho al aborto y/o el matrimonio igualitario. Dichos temas se encuentran ahora dentro de la ventana de Overton; es decir, se ubican hoy entre las opiniones consideradas aceptables.
Por el contrario, durante esta última campaña presidencial, cuando Evelyn Matthei afirmó en una entrevista que hubo muertes inevitables en la dictadura, justificando los asesinatos del aparato represivo del Estado en aquella época, o cuando Johannes Kaiser declaró, refiriéndose al golpe de Estado de 1973, que si se diera una misma circunstancia, él apoyaría un nuevo golpe “con todas las consecuencias” que eso implicaría, ambos políticos se colocaron en el terreno de lo que para muchos puede parecer inaceptable, intentando ampliar el marco de las opiniones “aceptables” en torno a un tema aún doloroso para el país, hacia un extremo que antes, a lo menos públicamente, se evitaba exhibir.
Aquello ha durado hasta ahora en términos de opinión pública, ya que el Rubicón ha sido cruzado, el dique ya se quebrantó, y en ese sentido J. Kaiser cumplió y cumple un rol fundamental. Por eso, conviene plantearse la siguiente pregunta: ¿Cuándo algo que era indecible en un momento dado se vuelve aceptable para la mayoría? ¿Qué es discutible hoy que no lo era ayer? ¿En Chile, con un nivel educacional y cultural que no despega, no se estaría abriendo demasiado rápido la ventana de Overton?
Cuando J. Overton concibió su teoría, simplemente quería explicar a sus posibles financistas la utilidad de un think tank, así que creó un folleto con una barra de desplazamiento. Este folleto enumeraba el abanico de posibles políticas aplicables en relación con un mismo tema, desde la intervención gubernamental la más mínima hasta la máxima. En educación —un ejemplo utilizado por el Centro Mackinac— esto podría abarcar desde cero inversión pública hasta el adoctrinamiento obligatorio en las escuelas públicas, pero ninguno de estos dos extremos ocurriría. Solo una parte del abanico es factible, y a medida que J. Overton movía la barra de desplazamiento, diferentes políticas se ajustaban a lo que él llamará la “ventana de posibilidades políticas”. En ese esquema, el recorrido que se implementa es un camino compuesto de seis pasos: una idea primero se considera “impensable”, luego “radical”, luego “aceptable”, luego “razonable”, antes de volverse “popular” y, finalmente, transformarse en política pública.
Recordemos la declaración del cientista político del centro de investigación Libertad y Desarrollo: la opinión pública chilena no se está yendo hacia la ultraderecha; es decir, hacia lo periférico, hacia lo que estaría fuera de la ventana de Overton, sino que, según el columnista, los votantes estarían solamente buscando un cambio “radical”. Si retomamos la graduación de la ventana de Overton, las opiniones de una cierta derecha dura estarían ubicadas, desde la experticia científica de Libertad y Desarrollo, en la fase de lo “radical”… ad portas de transformarse en algo “aceptable” para luego ser “razonables” y terminar siendo “populares”
Sobre base de lo indicado anteriormente, debemos estar conscientes de que los medios de comunicación desempeñan un rol clave en el diseño de la ventana de Overton, y durante mucho tiempo fueron, de algún modo, los gatekeepers, los “guardianes del templo”, los vigilantes, filtrando lo que se permitía y lo que no. Overton afirmaba que el simple hecho de organizar un debate mediático legitimaba los argumentos que contenía este último. El lector, oyente o televidente, siempre pensará: “Hay un debate a favor o en contra, pero prestaré atención a las ideas que están ahí”. Ese simple hecho, permite plantear la semilla (de una idea), que puede o no germinar.
En la era de las redes sociales (RRSS), ese rol de vigilante se vino hacia abajo. Hoy, sabemos que las RRSS son un espacio de desregulación en el cual existen técnicas de manipulación para hacer que algunas opiniones parezcan mayoritarias cuando, en los hechos, son extremadamente minoritarias o circunscritas a un sector bien preciso y marginal políticamente hablando.
Por un lado, recuerden simplemente donde se inició la aventura presidencial de Johannes Kaiser. Hace unos años atrás, era un blogger en Youtube. Hace poco días lanzó su campaña, con su partido libertario, para llegar a la Moneda. Por otro lado, observe como el frenesí y la falta de control en las opiniones en las RRSS “destiñó” en los otros medios o, más bien, como la ventana de Overton, en Chile, se transformó en una ventanal.
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