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Elecciones presidenciales: entre la superficie y el fondo Opinión

Elecciones presidenciales: entre la superficie y el fondo

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Mauricio Jelvez
Por : Mauricio Jelvez Coordinador Foro para el Desarrollo Justo y Sostenible
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Luego de transcurrido 36 años de democracia, nos merecemos una elección en donde la información disponible supere los lugares comunes y las consignas para dar paso a una comprensión robusta acerca de lo que está verdaderamente en juego entre una candidatura de derecha y otra de centroizquierda.


El devenir de la actual contienda presidencial nos va situando en un escenario cuyos contornos más evidentes parecen poseer características distintas a las conocidas desde iniciada la transición democrática.

Mientras en las primeras dos décadas el clivaje democracia-dictadura marcó la división política sobre la cual los electores tomaron posición para determinar sus preferencias, en el período comprendido entre 2010-2022 este clivaje se debilitó a favor de una búsqueda de alternancia como respuesta a la percepción de agotamiento de un modelo político, económico y social.

En el presente, el escenario más probable –ceteris paribus–, según lo indican las encuestas, es que tendremos una segunda vuelta entre Jeannette Jara y José Antonio Kast. 

Esta confrontación introduce una nueva variante respecto de dos factores que se pondrán en juego y que influirán en la decisión presidencial de los ciudadanos y ciudadanas.

Primero, estaremos expuestos a optar entre dos liderazgos de naturaleza y talante diametralmente distintos. Mientras Jara se configura a partir de su origen social de clase media-baja, su disposición abierta al diálogo y al entendimiento entre quienes piensan de manera distinta y que frente a los problemas más urgentes adhiere a soluciones más complejas y equilibradas, Kast está determinado por su pertenencia a la élite chilena, su carácter autoritario y sus propuestas simples frente a problemas complejos.

Segundo, mientras Jara está apoyada en la coalición política más amplia conocida hasta ahora, el domicilio político de Kast lo sitúa en la corriente internacional de extrema derecha.

Hasta aquí, lo descrito viene a configurar lo que forma parte de la superficie de esta elección.

Pero ¿es solo esto lo que está en juego?

Me parece que no, puesto que hay algo más de fondo y refiere a una comprensión más profunda de los principales problemas que deberán enfrentar quienes pretenden gobernar el país.

Se pueden identificar tres grandes desafíos que nos exigirán un abordaje sistémico e integral lo más alejado posible de soluciones populistas y facilistas. Esto son el malestar social, el deterioro de la política y la caída del crecimiento económico.

Estos desafíos tienen en común que sus orígenes y trayectorias se han ido incubando de manera sostenida, a ratos silenciosamente, a través de los años y que hasta ahora no hemos logrado detener o revertir su tendencia a la consolidación.

El malestar social, como lo demuestra el lDH 2024 del PNUD, reporta que el 83% de las personas que estaban a favor de las demandas expresadas durante el estallido social lo siguen estando. Asimismo, se reporta una alta intolerancia a la desigualdad en diferentes dimensiones de la vida en común –diferencia en el trato y dignidad, en el acceso a mejor salud, a mejor educación, a las oportunidades, en la distribución del poder, entre otras–, lo que no nos deja otra conclusión que reconocer que estamos frente a un desafío que debemos abordar con la seriedad y responsabilidad que amerita.

El deterioro de la política, cuyos síntomas más evidentes se comienzan a acentuar a partir Bachelet II, como consecuencia de un cambio de actitud de la oposición que, ante las reformas propuestas por ese Gobierno, cierra la puerta al diálogo y a la búsqueda de acuerdos para introducir el fenómeno de la polarización que caracteriza hasta hoy nuestro modo de convivencia. Lo que agrava aún más el deterioro de la política es la extensión, proliferación y masificación de hechos de corrupción. De no enfrentarse con la debida prioridad las causas que subyacen en el deterioro de la política, corremos el riesgo de perder nuestra democracia para dar paso a las respuestas populistas y autoritarias.

La caída del crecimiento también es una tendencia sostenida que refiere, principalmente, a un cierto agotamiento de la estrategia aplicada hasta ahora. La baja sostenida en la productividad total de factores agregada; el bajo porcentaje de empresas chilenas (24%) que son activas en innovación; el alto porcentaje de la población adulta (48%) que se encuentra en la condición de analfabetismo funcional; la pérdida de dinamismo y complejidad en las exportaciones son solo algunos de los indicadores que nos advierten que el bajo crecimiento es atribuible a factores de carácter estructural.

Si aceptamos que esta es la realidad de la que se tienen que hacer cargo los dos más probables competidores presidenciales, cabe preguntarse: ¿cuál de ellos ofrece una mejor respuesta a estos grandes desafíos?

Para ello, debemos identificar primero los afluentes que nutrirán sus programas de gobierno. En el caso de JJ, sus propuestas se formularán en el marco de un modelo del tipo socialdemócrata y, en el caso de JAK, estas responderían al modelo neoliberal. Ello se desprende de su decisión en bajar los impuestos, liberar y desregular los mercados y disminuir el gasto público, las que forman parte esencial de este ideario.

¿Cómo le ha ido a Chile bajo el experimento neoliberal frente a la experiencia del modelo de crecimiento con equidad? 

Comparemos estos desempeños por 17 años en cuatro importantes indicadores. En dictadura el crecimiento del PIB promedio anual alcanzó a un 2,9%, el desempleo promedió en una tasa del 18%, al término del Gobierno la pobreza afectaba al 38,6% de la población y la desigualdad de ingresos, medida a través del GINI, ascendió a un coeficiente de 53,7. En democracia, en el período 1990-2006, el crecimiento económico alcanzó un promedio anual de 5,6%, el desempleo promedio fue del 8,5%, la pobreza había disminuido el año 2006 a un 13,7% de la población y el GINI era de 50,9.

Estos son los números que debieran recordar quienes apuestan por el retorno al neoliberalismo.

Dicho todo lo anterior, haríamos muy bien en contribuir a complejizar y subir el nivel del debate presidencial de manera tal que los ciudadanos y ciudadanas puedan visualizar con mayor claridad qué representan cada una de estas opciones; cuáles son sus referentes internacionales en la formulación de sus políticas públicas y económicas; qué rol les asignan al Estado y al mercado para alcanzar un crecimiento más sostenible e inclusivo que genere empleos de calidad; cómo se conjuga la ecuación crecimiento e igualdad, cómo enfrentaremos el grave problema de la delincuencia y el crimen organizado, solo con más cárceles y represión o las complementaremos con políticas preventivas; cómo le damos más densidad a nuestra democracia, entre otros.

Luego de transcurridos 36 años de democracia, nos merecemos una elección en donde la información disponible supere los lugares comunes y las consignas para dar paso a una comprensión robusta acerca de lo que está verdaderamente en juego entre una candidatura de derecha y otra de centroizquierda.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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