
¿Por qué incorporar las voces de las infancias es clave para pensar nuestras ciudades?
Sus miradas aportan una sensibilidad única, conectada con el entorno local, las comunidades y el cuidado del medioambiente, que enriquece las decisiones urbanas.
En Chile, la gran mayoría de los niños, niñas y adolescentes crece y se desarrolla en ciudades. Sin embargo, en las últimas décadas, frente a un contexto urbano cada vez más complejo, se observa un fuerte declive de su presencia en los espacios públicos de las ciudades, en Chile como en la mayoría de las ciudades latinoamericanas, se evidencian las mismas tendencias que en el Norte Global. El espacio público de los barrios, que alguna vez fue lugar de juego, encuentro y aprendizaje de la autonomía, hoy parece cada vez más inaccesible para las infancias y adolescencias.
En este contexto, Chile enfrenta un desafío urgente: reconocer y valorar las voces de los niños, niñas y adolescentes en la construcción de las ciudades. No basta con planificar los espacios urbanos pensando en ellos, sino que hay que pensar y planificar con ellos. En los últimos años, ciertos avances legislativos e institucionales —enmarcados en la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, ratificada por Chile en 1990, y en la Agenda de Inclusión 2030— han buscado reconocer y fortalecer los derechos de participación de los niños, niñas y adolescentes en el país. En este contexto, se han creado las Oficinas Locales de la Niñez (OLN) y los Consejos Consultivos integrados por niños, niñas y adolescentes, dotando por primera vez a Chile de un marco institucional que vincula de manera directa la participación de las infancias y adolescencias en las decisiones de políticas públicas, entre otras, en materia de planificación urbana.
Durante los próximos años, los gobiernos locales deberán integrar cada vez más las voces de las infancias y adolescencias en las decisiones que orientan el desarrollo urbano. Si bien Chile se encuentra en un momento clave en cuanto a la visibilización del bienestar urbano de las infancias y adolescencias, las OLN enfrentan importantes desafíos. Resulta urgente avanzar en la formulación de metodologías y formatos de participación con niños, niñas y adolescentes, que estén adaptados a su edad, ritmo y formas propias de expresión.
Sus opiniones no siempre se expresan en palabras formales. Muchas veces se manifiestan a través de una relación lúdica y sensible con el espacio urbano: mediante el juego, el cuerpo, el dibujo o la experiencia cotidiana. Si seguimos operando desde lógicas adultocéntricas, corremos el riesgo de invisibilizar sus perspectivas e ideas. Para garantizar que sean realmente escuchados, es clave diseñar e implementar metodologías participativas adaptadas a cada etapa: desde la primera infancia, infancia, preadolescencia y adolescencia.
Sus miradas aportan una sensibilidad única, conectada con el entorno local, las comunidades y el cuidado del medioambiente, que enriquece las decisiones urbanas. Reconocerlos como verdaderos expertos y expertas de su entorno cotidiano, e incorporar activamente sus perspectivas en el diseño y la planificación urbana, representa un aporte valioso para construir ciudades que refuercen los lazos intergeneracionales y los tejidos comunitarios. Ciudades más inclusivas, que integren todas las voces, experiencias y edades.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.