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Lampa y la marginalidad planificada Opinión Diego Martin/AgenciaUno (Archivo)

Lampa y la marginalidad planificada

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En Lampa la delincuencia no surge de manera espontánea, sino como resultado de un ecosistema que la favorece. La combinación de crecimiento poblacional desbordado, ausencia de Estado, marginalidad urbana y desorganización social crea un terreno fértil para el crimen.


El reciente homicidio de un joven profesional en Lampa no es un hecho aislado, sino la expresión de un problema estructural: la falta de planificación urbana y social que arrastra nuestra comuna. Lampa tiene 452 km² de extensión, y en los últimos años se ha convertido en la comuna con mayor crecimiento poblacional de la década. En apenas siete años pasó de 102.034 habitantes a 145.160, lo que significa un crecimiento cercano al 30%, algo inédito.

Sin embargo, este explosivo aumento no fue acompañado de servicios, infraestructura ni planificación. Nada aprendimos de lo ocurrido en La Pintana, San Bernardo o Puente Alto décadas atrás. En lugar de diseñar barrios integrados con transporte, centros de salud, colegios y espacios comunitarios, se crearon satélites urbanos desconectados, sin equipamiento mínimo. Cuando se intentó “revitalizar” la ciudad se optó por guetos verticales, reproduciendo hacinamiento y desorganización social.

En Europa y Estados Unidos la construcción de conjuntos habitacionales suele ir acompañada de redes de transporte, accesos y servicios desde su origen. En Chile, en cambio, cada vez que la política responde a las demandas sociales, lo hace sin acompañar los medios necesarios para sostener esas iniciativas. Un ejemplo es el cuartel de la PDI en la comuna: prácticamente vacío, reflejo de la brecha entre anuncios y realidades.

A esto se suma el crecimiento de campamentos. Lampa concentra una de las cifras más altas de la Región Metropolitana, con miles de familias viviendo sin acceso a agua potable, salud ni conectividad. Y surge una pregunta inevitable: ¿cómo es posible que el Estado no sea capaz de intervenir una toma desde su inicio y solo actúe cuando ya se ha consolidado con miles de viviendas, haciendo que su erradicación sea técnica y humanamente casi imposible?

Esa inacción inicial es la que termina perpetuando cinturones de marginalidad, donde la ausencia institucional se vuelve regla. En esos espacios florecen mercados informales, violencia e incentivos criminales que se consolidan como alternativas frente a la precariedad.

La consecuencia está a la vista. En Lampa la delincuencia no surge de manera espontánea, sino como resultado de un ecosistema que la favorece. La combinación de crecimiento poblacional desbordado, ausencia de Estado, marginalidad urbana y desorganización social crea un terreno fértil para el crimen. Lo que hoy se observa –robos violentos, homicidios y control territorial por parte de bandas–, es el desenlace predecible de décadas de negligencia en la planificación.

Por eso, pensar la seguridad en Lampa pasa por revertir un modelo de marginalidad planificada, que empuja a sus habitantes a convivir con la violencia como parte del paisaje cotidiano. La comuna no tiene cómo enfrentar sola este escenario, requiere planificación central, intervención estatal sostenida y una política urbana que integre en vez de excluir.

De lo contrario, seguiremos lamentando muertes como la de este joven, que no son hechos aislados, sino síntomas de un modelo que ha naturalizado la desigualdad, la precariedad y, en última instancia, la violencia criminal como parte de la vida en la periferia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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