
¿Son los independientes la vía? Lecciones del proceso constituyente
La lección que deja la experiencia de la Convención es clara: no se trata de excluir a los independientes ni de debilitarlos, sino de encontrar mecanismos para mejorar la intermediación entre representantes y ciudadanía.
En medio del debate sobre la reforma al sistema político y la posibilidad de establecer un umbral del 5% para la representación parlamentaria, surge nuevamente la pregunta sobre el papel de los independientes en política. ¿Son una vía para mejorar la representación o un factor de fragmentación y crisis? La experiencia de la Convención Constitucional es un caso clave para abordar este dilema.
El proceso constituyente, iniciado tras el estallido social de 2019, trajo consigo innovaciones democráticas, entre ellas, la posibilidad de que los independientes se agruparan en listas para competir electoralmente. Como resultado, la Convención Constitucional tuvo la mayor presencia de independientes en la historia política del país, con 103 convencionales sin militancia partidaria. Esto respondió a una crisis de representación evidente, pero no resolvió por sí sola el problema de la intermediación política.
En efecto, los partidos políticos -con sus defectos y virtudes- han sido históricamente el principal canal de mediación entre la ciudadanía y la institucionalidad en las democracias modernas. La Convención, con su alta presencia de independientes, mostró que la sola ausencia de partidos no garantiza una mejor conexión entre los representantes y la ciudadanía. La dificultad de los convencionales independientes para coordinarse con sus bases y generar consensos amplios derivó en una propuesta constitucional que no logró sintonizar con el electorado del plebiscito de salida.
Sin embargo, no todo fue un fracaso en la Convención. Recientemente publiqué una investigación junto a la Fundación Friedrich Ebert en la que afirmo que pese a las dificultades de representación, hubo avances en temas que lograron generar consensos transversales, como la equidad de género y la protección del medioambiente. Encuestas de la época muestran que estos aspectos fueron ampliamente valorados por la ciudadanía y no estuvieron entre las principales razones del rechazo a la propuesta constitucional.
La lección que deja la experiencia de la Convención es clara: no se trata de excluir a los independientes ni de debilitarlos, sino de encontrar mecanismos para mejorar la intermediación entre representantes y ciudadanía. Para ello, es clave otorgar tiempos adecuados de deliberación y garantizar reglas electorales consistentes a lo largo de un proceso. La crisis de representación no se soluciona con más o menos independientes, sino con una mejor articulación entre partidos, organizaciones sociales y ciudadanía. Solo así podremos construir instituciones representativas que realmente reflejen y canalicen las aspiraciones colectivas del país.
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