
Lecciones del IPoM: estabilidad de precios y crecimiento robusto
Hoy, se requiere una agenda pro crecimiento seria, que combine responsabilidad fiscal, incentivos a la inversión privada y reformas para mejorar la productividad laboral.
El IPoM de septiembre confirma que la economía chilena avanza, pero lo hace en un contexto que sigue siendo frágil. El Banco Central revisa levemente al alza el crecimiento de este año, proyectando un PIB entre 2,25% y 2,75%, con un impulso importante de la inversión –que crecerá 5,5%– gracias a grandes proyectos en minería, energía e infraestructura.
Se trata de una buena noticia, porque la inversión es la base del crecimiento futuro y de la creación de empleos. Sin embargo, el informe es claro en advertir que la inflación subyacente se mantiene más persistente de lo anticipado, impulsada por mayor gasto interno, alzas salariales que superan la productividad y un tipo de cambio real más depreciado. La consecuencia es que la meta de inflación del 3% se posterga hasta el segundo semestre de 2026, lo que significa que las familias deberán convivir con precios altos por más tiempo.
En paralelo, el Banco Central ha decidido mantener la Tasa de Política Monetaria en 4,75%, mostrando prudencia y reafirmando que su prioridad es la estabilidad de precios. Esta pausa es necesaria para acumular más datos y evitar que las expectativas de inflación vuelvan a desanclarse. Pero esta prudencia contrasta con la política fiscal, que sigue gastando a un ritmo elevado, sin una agenda clara de consolidación ni reformas estructurales que impulsen la productividad.
Con una demanda interna creciendo por encima de lo previsto, existe el riesgo de que el esfuerzo del Banco Central se vea neutralizado si no se corrige el sesgo expansivo del gasto público. En esa línea, recoger las recomendaciones de la comisión de expertos emitidas hace unos días, en orden a recortar programas mal evaluados, sería una buena decisión ya del próximo Gobierno.
Es urgente dar señales políticas claras: fortalecer la regla fiscal, reasignar recursos hacia inversión pública productiva y dejar de financiar gasto corriente ineficiente. Es clave acelerar la modernización del Estado, digitalizar trámites, reducir la permisología y dar certezas regulatorias y tributarias para que el impulso en la inversión se sostenga en 2026 y 2027.
Si el país no resuelve sus cuellos de botella, el crecimiento volverá a caer a su modesto 2% tendencial, condenándonos a una década de bajo dinamismo, salarios reales estancados y oportunidades perdidas.
El desafío es doble: cuidar la estabilidad de precios y, al mismo tiempo, sentar las bases de un crecimiento robusto. Chile no puede darse el lujo de perder el impulso de inversión que vemos este año. De lo contrario, el riesgo es que sigamos dependiendo de shocks externos para crecer y que la política monetaria deba permanecer contractiva por más tiempo, encareciendo el crédito y afectando a las pequeñas y medianas empresas y a los hogares.
Hoy, se requiere una agenda pro crecimiento seria, que combine responsabilidad fiscal, incentivos a la inversión privada y reformas para mejorar la productividad laboral.
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