
¿Se debe la caída de los nacimientos a un conflicto entre sexos?
Para decirlo brevemente, las mujeres aspiran hoy, como los hombres, a tener carreras y empleos satisfactorios, estudian para ello. Pero se mostrarían reticentes a tener hijos si esto implica para ellas un doble trabajo, en la empresa y en casa, sin que su cónyuge tome su parte en la tarea doméstica.
El declive de la natalidad es generalizado en el mundo, pero parece particularmente marcado y rápido en Chile. Según los datos provisionales del INE para el año 2024, la tasa de fecundidad ya no sería más que de 1,03, lo que convierte a Chile en uno de los países del mundo con la fecundidad más baja, detrás de Corea del Sur con 0,75 (recordemos que se necesita una tasa de 2,1, es decir, 2,1 niños en promedio por mujer, para mantener el nivel de la población).
El fenómeno es complejo y los intentos de explicación son múltiples. Comienza a abrirse un intenso debate político.
No pretendo intervenir aquí como especialista en demografía o sociología. Simplemente evoco una hipótesis planteada por Claudia Goldin, Premio Nobel de Economía y reconocida por sus trabajos sobre el empleo, la educación y la posición de las mujeres en la sociedad. Desarrollada en el paper “Babies and the Macroeconomy“, esta hipótesis podría aplicarse bastante bien a Chile. ¿Qué dice?
Existiría una relación fuerte entre el deseo de hijos de las mujeres y la forma en que las tareas domésticas se reparten en el hogar entre ellas y sus parejas. Para decirlo brevemente, las mujeres aspiran hoy, como los hombres, a tener carreras y empleos satisfactorios, estudian para ello. Pero se mostrarían reticentes a tener hijos si esto implica para ellas un doble trabajo, en la empresa y en casa, sin que su cónyuge tome su parte en las tareas domésticas.
Goldin identifica un primer grupo de países que comprende, entre otros, Italia, Japón, Portugal y España, que han vivido un vuelco económico y social importante en un lapso bastante corto. Partían de sociedades tradicionales, comunitarias, poco individualistas, conservando aún la matriz cultural donde el mundo del trabajo y el mundo de la familia se distinguen claramente por el lugar que ocupan los dos sexos. Y, de repente, las personas apegadas a las tradiciones son propulsadas hacia la modernidad con una velocidad que deja poco tiempo a las generaciones para adaptarse.
Las mujeres trabajan más fuera del hogar, pero, por tradición y hábito, es un tiempo que ahora acumulan con el que siguen dedicando a las tareas domésticas. Un indicador lo atestigua: la brecha entre el tiempo de trabajo no remunerado (el cuidado de los hijos, las tareas domésticas y la ayuda a terceros) entre mujeres y hombres. Es muy elevado en estos países.
Es mucho menor en un segundo grupo de países, que comprende Estados Unidos, Reino Unido, los países escandinavos o Francia. Estos países iniciaron su transición demográfica más temprano, con un crecimiento más escalonado y cambios sociales más lentos. Conocen una distribución más igualitaria del trabajo doméstico entre sexos.
Chile, cuyo crecimiento ha sido notable a partir de los años 90, parece seguir el perfil de los países del primer grupo en términos de tasas de fecundidad. Reproduzco exactamente el gráfico que hace Goldin en el artículo citado, añadiendo solamente a Chile. Los países del primer grupo figuran en rojo (y en rojo punteado para Chile); los del segundo grupo en azul.

Partiendo de tasas de fecundidad mucho más elevadas, los países del primer grupo tienen ahora todos tasas más bajas que en los países donde la mutación sociodemográfica ha sido más lenta.
¿Y el trabajo doméstico?
El INE ha publicado recientemente la segunda edición de su notable Encuesta nacional sobre Uso del Tiempo entre el trabajo remunerado y el trabajo no remunerado. La encuesta muestra que los hombres siguen dedicando más tiempo a su trabajo remunerado, es decir, 50 minutos más por día que las mujeres. Pero dedican un tiempo mucho menor a las tareas no remuneradas: el cuidado de los hijos (1h29m contra 2h17 para sus cónyuges), las tareas domésticas (2h09 contra 3h31) y los trabajos voluntarios de ayuda a otros hogares (1h44 contra 2h36).
En total, la brecha de tiempo dedicado al trabajo no remunerado entre mujeres y hombres dentro de un mismo hogar se eleva a poco más de tres horas, esto generalmente después de una jornada de trabajo como asalariado. Es de 46 minutos en Suecia. Estas tres horas explican que la mujer no puede dedicarse a su trabajo de la misma manera que su pareja.
Lo que es signo de una adaptación generacional más lenta de los hombres podría convertirse en conflicto dentro del mismo hogar si el deseo de tener hijos del hombre es contrariado por la reticencia de la esposa, más deseosa de aprovechar las nuevas oportunidades económicas y sociales.
Se escuchan voces en el debate presidencial actual que intentan remediar este déficit de nacimientos en Chile enviando a las mujeres de vuelta a su función social de antaño. Buena suerte a quien lo intente. Una vía más fecunda, pero de orden cultural y por tanto más difícilmente abordable mediante medidas de política económica y social, sería simplemente un mejor reparto de las tareas dentro del hogar.
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