
Soledad: un desafío complejo para la salud pública
Una de cada cuatro personas adultas en el mundo se siente sola. En Chile, la soledad se asocia incluso con desnutrición e inseguridad alimentaria. Más que un problema individual, la soledad es un fenómeno social que refleja desigualdades y exige respuestas urgentes.
Hace algunos días, junto a un grupo de destacados investigadores y académicos, realizamos la jornada “Soledad a lo largo del ciclo vital: un desafío para la salud pública”, un encuentro organizado por el Ministerio de Salud y los institutos MICARE e IICS. Durante un día completo conversamos sobre definiciones de soledad, tendencias y trayectorias, factores de riesgo y consecuencias en distintos grupos etarios y sociales.
La conclusión fue clara: la soledad es más que un problema de salud pública. Es un fenómeno complejo que exige la participación de múltiples sectores: transporte, urbanismo, educación, salud y desarrollo social.
No contamos con evidencia histórica suficiente para llamar a la soledad una “pandemia”. Lo que muestran los datos hasta ahora es que los niveles generales de soledad han seguido trayectorias distintas según los países: en algunos han aumentado, pero en otros ha sido estable e, incluso, han disminuido.
Lo que sí sabemos con mayor claridad es que existen diferencias individuales significativas: hay personas que de manera consistente presentan niveles más altos de soledad, otras que apenas la perciben y otras cuyos niveles aumentan o disminuyen en el tiempo.
Las cifras globales sobre sus consecuencias son contundentes. Según la Organización Mundial de la Salud, la soledad incrementa en un 40% el riesgo de demencia, en un 32% el riesgo de accidente cerebrovascular y en un 26% el riesgo de mortalidad prematura. En adolescentes, la prevalencia estimada es de 20,9%, lo que convierte a este grupo en el más afectado a nivel global.
Otra conclusión de la jornada es que los países con mayores inequidades concentran más soledad, que el acceso universal a la salud y la educación protegen, y que la organización de las ciudades es determinante para favorecer la conexión y la participación social, cívica y económica.
En Chile, miramos por primera vez a los adolescentes en 2022, cuando INJUV reveló que el 18% de las personas entre 15 a 29 años reportaron soledad severa. Además, datos recientes mostraron que la soledad es particularmente alta en sectores rurales y en el norte del país, y que se asocia con desnutrición e inseguridad alimentaria, otro reflejo de la desigualdad económica.
Aunque las condiciones sociales y comunitarias son centrales, también se requieren esfuerzos individuales y familiares. La soledad puede comprenderse como una necesidad no cubierta, similar a la sed o al hambre: señales que alertan para sobrevivir y desplegar nuestro potencial. Aunque duela, ese malestar está ahí para indicarnos que lo que tenemos no es suficiente. Reconocerlo es un primer paso para movilizarnos.
Un modelo de autointervención conocido como GRACE, propuesto por John y Stephanie Cacioppo, nos recuerda que, aunque la soledad es dolorosa, tenemos capacidad de decisión sobre qué hacer con ella. Este modelo plantea que lo esencial es cultivar relaciones recíprocas, donde acompañar y sentirse acompañado vayan de la mano. También resalta la importancia de contar con personas con quienes compartir intereses y de ejercitar el altruismo, es decir, hacer cosas por otros.
En palabras sencillas, se trata de volver a gestos que nos conectan de verdad: escuchar con atención, acompañar de manera mutua, levantar el teléfono o tocar la puerta de un vecino, más allá de los mensajes y las redes sociales.
La soledad no se resolverá con una sola política ni con un consejo de autoayuda. Requiere un compromiso colectivo. Si logramos verla como la señal de una necesidad humana fundamental, podremos avanzar hacia un Chile más conectado, más equitativo y, sobre todo, más humano.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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