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Necesidades educativas especiales en la universidad Opinión Archivo

Necesidades educativas especiales en la universidad

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Ignacio Sánchez Díaz
Por : Ignacio Sánchez Díaz Profesor titular, Pontificia Universidad Católica de Chile.
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En resumen, la educación superior inclusiva para estudiantes con discapacidad es un desafío complejo que requiere la articulación de políticas, metodologías pedagógicas, tecnología y, en especial, una renovada cultura institucional.


Una universidad es más inclusiva y acogedora en la medida en que se hace cargo de la diversidad de sus estudiantes, de manera de asegurar su aprendizaje. Así, no se considera la diversidad como un problema, sino como un desafío, un valor y una realidad que enriquece el proceso de enseñanza-aprendizaje. La inclusión de estudiantes con discapacidad en la educación superior (ES) se ha convertido en uno de los temas centrales, lo que es muy relevante en el caso de las universidades católicas, con la misión de potenciar a la persona en su dignidad y desarrollo integral.

En Chile, se calcula que solo entre el 7 y el 10% de los jóvenes con algún tipo de discapacidad accede a la ES y un menor número logra la titulación. Desde hace más de veinte años, las universidades han desarrollado políticas institucionales de inclusión, con la creación de oficinas de apoyo a estudiantes con discapacidad, programas de accesibilidad física y tecnológica, y formación docente en pedagogía inclusiva.

En el contexto universitario, es vital comprender la presentación de la discapacidad motora, sensorial, cognitiva e intelectual, para poder diseñar estrategias inclusivas que permitan la plena participación de los estudiantes.

En primer término, la discapacidad motora abarca limitaciones en la movilidad, fuerza o coordinación corporal, que pueden derivarse de condiciones congénitas, lesiones o enfermedades degenerativas. Los estudiantes requieren medidas de apoyo en accesibilidad y adaptaciones en la infraestructura de la institución. La discapacidad sensorial incluye deficiencias visuales, auditivas y, en menor medida, aquellas que afectan el tacto y el equilibrio. En lo que se relaciona con la discapacidad visual, se requieren materiales en formatos accesibles (braille, textos digitales con lectores de pantalla, ampliadores de caracteres) y la discapacidad auditiva va a demandar intérpretes de lengua de señas, sistemas de transcripción simultánea, entre otros.

Con respecto a la discapacidad neurocognitiva, se define la que se presenta en estudiantes con dificultades específicas en procesos que incluyen la relación con sus pares, la integración y atención, memoria, lenguaje y la resolución de problemas. Estas condiciones incluyen el espectro autista, dislexia, trastornos de déficit de atención e hiperactividad. Las adaptaciones pedagógicas deben incluir tiempo adicional en evaluaciones, materiales de apoyo accesibles y tutorías especializadas.

La discapacidad intelectual implica limitaciones significativas en el funcionamiento intelectual y en la conducta adaptativa. El apoyo incluye la adaptación curricular, mentoría entre pares y programas de autocuidado y vida independiente. Hay que considerar que hay estudiantes que presentan discapacidades múltiples –por ejemplo motora y cognitiva–, lo que demanda mayor apoyo personalizado e interdisciplinar.

Se destaca la importancia del aprendizaje cooperativo y mentoría entre pares, lo que fortalece la interacción social y el apoyo académico mutuo, mejorando la retención. Desde la pandemia, la implementación de clases híbridas y materiales digitales, combinación de sesiones presenciales y virtuales, han permitido a los estudiantes con limitaciones físicas o sensoriales acceder al contenido desde distintos entornos. Las evaluaciones diversificadas, que incluyen pruebas orales, trabajos escritos, presentaciones multimedia y portafolios permiten medir competencias sin mayor discriminación.

Existen múltiples acciones que se han desarrollado en el sistema universitario junto a varios desafíos pendientes para una acogida integral de los estudiantes. En el ámbito de la infraestructura, aún hay importantes brechas que son variables en las diferentes universidades. Estas incluyen aulas, bibliotecas y laboratorios inaccesibles para estudiantes con movilidad reducida; problemas de señalética e información; junto a falta de recursos y prioridad para estudiantes con discapacidad visual o auditiva.

Los métodos de enseñanza tradicionales siguen presentando limitaciones que incluyen, entre otras, las evaluaciones estandarizadas y rígidas que no consideran necesidades específicas; materiales de estudio no adaptados a formatos accesibles (braille, audio, lectura simplificada) y, muy relevante, la ausencia de formación docente en pedagogía inclusiva.

Las líneas emergentes de investigación se centran en la integración tecnológica, el análisis de experiencias estudiantiles, la efectividad de las políticas inclusivas y el impacto de las nuevas metodologías docentes. Estas incluyen, entre otras, las plataformas de aprendizaje a través de métodos virtuales compatibles con lectores de pantalla y traducción automática.

Las metodologías con inteligencia artificial permiten personalizar contenidos según las necesidades cognitivas de cada estudiante, incluyendo a quienes presentan discapacidad intelectual o cognitiva. Investigaciones recientes destacan la importancia de considerar factores como género, etnia, situación socioeconómica y discapacidad de manera conjunta, ya que las mujeres con discapacidad suelen enfrentar barreras adicionales en el acceso y permanencia universitaria y, por otra parte, la discapacidad combinada con minorías étnicas o bajos recursos económicos puede amplificar la exclusión, requiriendo políticas integrales y adaptadas al contexto cultural.

En resumen, la educación superior inclusiva para estudiantes con discapacidad es un desafío complejo que requiere la articulación de políticas, metodologías pedagógicas, tecnología y, en especial, una renovada cultura institucional. El gran desafío de las universidades consiste en responder a las necesidades educativas considerando la heterogeneidad de sus estudiantes. Esto es de particular importancia en las universidades católicas, ya que deben orientar sus políticas institucionales con el fin de integrar a todos los estudiantes, instalando su foco en la dignidad de la persona y en la igualdad de oportunidades para lograr un desarrollo estudiantil integral.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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