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El club de José Antonio (parte 2) Opinión Kast en el Cecot (Imagen: www.seguridad.gob.sv)

El club de José Antonio (parte 2)

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Ignacio Walker
Por : Ignacio Walker Abogado, expresidente PDC, exministro de Relaciones Exteriores, exsenador, expresidente de la Comisión de Educación del Senado.
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José Antonio Kast tendrá que dar muchas explicaciones de aquí a las elecciones de noviembre y diciembre, sobre todo si los periodistas lo llevan a ciertas definiciones, porque lo que se ve en el barrio, y en su club de amigos, no es para nada alentador.


El candidato de la ultraderecha chilena (vea aquí la primera parte de esta columna) ha señalado que el suyo será un “Gobierno de emergencia”. Al servicio de esa definición, ha señalado que no planteará los “temas valóricos”, porque su posición sobre la materia es suficientemente conocida y, en el fondo, no están en la orden del día.

Les ha bajado el perfil también a sus contactos, reuniones, declaraciones sobre los principales líderes de la coalición conservadora reunida en torno a la CPAC. “No soy Trump ni Bolsonaro”, ha dicho. Hoy por hoy encabeza las encuestas junto con Jeannette Jara las mismas encuestas señalan que en segunda vuelta Kast se impondría con holgura.

Pero, entonces, ¿qué significa un “Gobierno de emergencia”?

En Chile, lo más cercano que hemos estado a un Gobierno de emergencia fue el artículo 36 de la Constitución de 1833, que establecía la delegación de facultades extraordinarias al Presidente de la República por parte del Congreso, en casos calificados. Esas facultades permitían al Presidente dictar medidas legislativas en áreas clave, como mecanismo de excepción, sin pasar por el Congreso.

Bajo los gobiernos de Prieto, Bulnes y Montt se hizo un uso y abuso de esas facultades extraordinarias y/o la dictación del Estado de Sitio, restringiendo fuertemente los derechos y libertades fundamentales.

En la actualidad, esta es la realidad en Estados Unidos, bajo la administración de Trump, en torno a las executive orders, que equivalen a lo que en América Latina se ha conocido como gobierno por decreto presidencial.

Estos surgieron bajo los gobiernos de Menem en Argentina, Fujimori en el Perú y Collor de Mello en Brasil, en los años 90. El Gobierno por decreto presidencial se refiere a lo que el cientista político Guillermo O’Donnell llamó en 1994 “democracia delegativa”.

Esta consiste en que el pueblo, apremiado por sus necesidades más inmediatas, delega el poder en el Presidente de la República para que este gobierne directamente, por decreto presidencial, pasando a llevar a las instituciones de la democracia representativa, como el Parlamento, para satisfacer de mejor forma esas necesidades inmediatas de la población.

¿Será en esto que José Antonio Kast está pensando cuando dice recientemente que “el Congreso es importante, pero no es tan relevante como imaginan”?

Con razón la frase produjo un tremendo debate.

El caso más extremo, por supuesto, de lo que pudiera entenderse como “Gobierno de emergencia” es el de los “decretos de emergencia” publicados bajo la República de Weimar, en 1932, en que el Gobierno de extrema derecha del canciller del Reich Franz von Papen aprovechó la situación crítica (de emergencia) que Alemania vivía, escenificando lo que se conoce como el “golpe prusiano”: el presidente del Reich, Von Hindenburg promulgó dos decretos de emergencia, en virtud de los cuales Von Papen asumía las funciones del ministro prusiano socialdemócrata, democráticamente elegido, y otorgaba al canciller “poder ejecutivo”, restringiendo los derechos fundamentales.

Bien sabemos lo que vino después.

Claro que este es un caso extremo, pero ¿qué se quiere decir entonces con un “Gobierno de emergencia”, en el caso de Kast? ¿Qué se quiere decir con que “el Congreso es importante, pero no es tan relevante como imaginan”?

Tomemos un ejemplo: el candidato Kast ha dicho que la inmigración ilegal será un delito, no una falta meramente administrativa, lo que significa que los inmigrantes ilegales se transformarán en delincuentes. Se calcula en varios cientos de miles no hay una cifra confiable, porque se trata de una realidad sumergida el número de inmigrantes ilegales. Supongamos que son 300 mil (lo más probable es que sean aun más). ¿Cómo va a dar abasto el sistema carcelario, que ha pasado de 40 mil a 60 mil personas privadas bajo este Gobierno, y que está completamente colapsado, para incluir a los inmigrantes ilegales transformados en delincuentes?

El precedente está a la vista en el club de amigos de José Antonio.

Acabo de pasar 10 días en Washington D. C. y he visto presencialmente cómo funciona.

Por de pronto, los militares, fuertemente armados (hablo de lo que vi) están en el mall (donde se ubican los monumentos históricos), en las calles de Georgetown, mientras los agentes del temido y temible ICE (Inmigration and Customs Enforcement) detienen a civiles, hombres, mujeres, jóvenes, ancianos, que son apresados en las calles, o en establecimientos comerciales, de salud o de educación.

Generalmente se trata de latinos, de tez morena, que son identificados porque hablan español, que son apresados sin que los aprehensores se identifiquen, enmascarados (el gobernador de California acaba de hacer aprobar una ley para impedir que usen máscaras). Muchos de ellos son llevados a una prisión en Luisiana, cuando no deportados administrativamente y sin forma de juicio a sus países de origen o a otros países, distintos de su nacionalidad, entre tantas otras situaciones. Todo esto mientras Trump despliega a la Guardia Nacional (militares armados) en diversos estados, incluyendo el Distrito Federal.

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El otro caso es el de Nayib Bukele en El Salvador (Kast ha visitado en dos oportunidades el país gobernado por uno de sus cercanos más predilectos), un presidente hay que decirlo también que es muy popular en América Latina, según lo atestiguan las encuestas.

El Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), inaugurado el 31 de enero de 2023, símbolo de lo que se denomina “la guerra contra las pandillas”, tiene espacio “para 40 mil terroristas”, dijo en su oportunidad el presidente Bukele, los que permanecen incomunicados del mundo exterior, no permitiéndose visitas íntimas, ni familiares. La BBC lo ha calificado como “un cementerio de hombres vivos”. A mí me recuerda las escenas de apresamientos y represión contra los judíos en la Alemana nazi de los años 30, con sus torsos desnudos y cabezas rapadas, recluidos en campos de concentración.

El candidato Kast ha puesto mucha atención a las experiencias de El Salvador y Hungría, bajo Bukele y Orbán (ha visitado en dos oportunidades esos países), como modelos a seguir.

Todos los líderes que he mencionado, y otros que podría mencionar pero que no lo hago por razones de espacio, son parte del club de amigos de José Antonio; todos ellos son parte de esta oleada ultraderechista, de tipo neofascista, que recorre el mundo occidental.

A propósito de esto último, termino con lo siguiente: cuando leí el libro Fascismo: una advertencia, de Madeleine Albright, exsecretaria de Estado de Bill Clinton, publicado en 2017, cuando ya Donald Trump llevaba un año en su primera administración, sinceramente pensé que era una exageración.

Hoy pienso que quedó corta en su análisis.

Después vino la asonada insurreccional así la llamó Liz Cheney, representante republicana e integrante de la comisión investigadora de esa asonada del 6 de enero, perpetrada por Donald Trump, y para qué decir lo que estamos viendo en su segunda administración. Los atentados sistemáticos contra la libertad de expresión a los humoristas Jimmy Kimmel y Stephen Colbert les han suspendido sus programas en ABC y CBS, respectivamente y la libertad académica, con la arremetida contra las universidades más prestigiosas del mundo, y la revocación de visas de alumnos extranjeros, además de represalias contra funcionarios, firmas de abogados, medios de comunicación, y un largo etcétera, constituyen solo una pequeña muestra de lo que representan los integrantes del club de amigos de José Antonio.

No, definitivamente Madeleine Albright no exageraba.

Una oleada ultraderechista recorre el mundo. Se trata de una oleada neofascista, y es tarea de los demócratas defender la democracia.

José Antonio Kast tendrá que dar muchas explicaciones de aquí a las elecciones de noviembre y diciembre, sobre todo si los periodistas lo llevan a ciertas definiciones, porque lo que se ve en el barrio, y en su club de amigos, no es para nada alentador.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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