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Igualdades y desigualdades macroeconómicas Opinión

Igualdades y desigualdades macroeconómicas

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Sergio Arancibia
Por : Sergio Arancibia Doctor en Economía, Licenciado en Comunicación Social, profesor universitario e investigador Instituto Igualdad
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Cuando se habla, hoy en día, de “responsabilidad fiscal” o “responsabilidad macroeconómica”, parece entenderse aquello solo como la búsqueda de igualdades entre ciertos pares de variables, y no como la búsqueda de una trayectoria sostenible en el tiempo de las relaciones entre todas ellas.


Dado que recientemente el Gobierno presentó el proyecto de Presupuesto para el próximo año, es propicio reflexionar sobre el tema de los equilibrios y desequilibrios macroeconómicos, conceptos que han llegado a ser de uso corriente en los debates económicos y políticos, aun cuando no siempre se conozca su real significado. 

Lo primero que hay que decir al respecto es que los ingresos fiscales, al final del día, nunca son iguales a los gastos fiscales. Siempre hay un déficit o un superávit, grande o chico. Eso es así en todos los países conocidos del mundo contemporáneo. Pretender que los ingresos sean iguales a los gastos es un ejercicio contable siempre aproximativo, pero nunca predictivo ni obligante respecto a lo que realmente sucede a posteriori

Los mismo sucede con las exportaciones e importaciones del país. La cuenta comercial de la balanza de pagos nunca termina con déficit o superávit igual a cero, a menos que suceda una inmensa casualidad. Si en vez de la cuenta comercial se toma en consideración la cuenta corriente de la balanza de pagos, el resultado es el mismo. Hay déficit o superávit. En el mercado laboral, a su vez, hay un desequilibrio permanente, pero no hay razones válidas para no incorporar aquello como un desequilibrio macroeconómico que es necesario solucionar. 

Los desequilibrios fiscales suceden, a veces, porque se calculan mal los ingresos y/o los gastos, pues el futuro –aun cuando sea el futuro cercano de un año hacia adelante– nunca se puede conocer con exactitud. La recaudación por concepto de impuesto a la renta, o por concepto del IVA, o por concepto de las ganancias provenientes del cobre o el litio, no se pueden conocer con exactitud, pues son variables que gozan de una alta variabilidad. 

También puede suceder un déficit o un superávit en las cuentas fiscales o en las cuentas externas, porque aquello se busca claramente como una meta a conseguir en el campo de la política económica, lo cual no es una situación perversa o diabólica. Esas metas deficitarias pueden ser enteramente lícitas y convenientes desde el punto de vista de la teoría o de la política económica. Un déficit fiscal o un déficit en las cuentas externas no le hacen necesariamente daño a la economía nacional. Incluso pueden ser enteramente positivos. 

Dado que en la economía todas las variables están interrelacionadas las unas con las otras, y conforman, por lo tanto, un sistema complejo y peculiar, el cambio en una de ellas genera cambios y movimientos también en las restantes. De allí entonces que lo que sucede en las cuentas fiscales puede afectar las cuentas externas, y viceversa, y/o ambos puede afectar la política monetaria, o al mercado del trabajo. 

Los equilibrios macroeconómicos los podemos definir, por lo tanto, como las relaciones que tienen que mantener entre si todas esas variables para efectos de conseguir un cuadro general sistémico que se considere como político y socialmente deseado o, por lo menos, aceptable. Así concebidas las cosas, los equilibrios macroeconómicos no asumen el carácter de un mandato simplón en términos de que hay que conseguir igualdades en el campo fiscal, externo, monetario o laboral. 

Muy por el contrario, los equilibrios o desequilibrios que se presenten debieran ser la expresión de lo deseado por la sociedad y/o de la elección entre las opciones posibles que se abren en una sociedad determinada, que siempre son varias, y que no se resumen en la mera búsqueda de igualdades parciales. 

Cuando se habla, por lo tanto, hoy en día, de “responsabilidad fiscal” o “responsabilidad macroeconómica”, parece entenderse aquello solo como la búsqueda de igualdades entre ciertos pares de variables, y no como la búsqueda de una trayectoria sostenible en el tiempo de las relaciones entre todas ellas.

En otras palabras, no se trata de la igualdad simple entre ingresos y gastos fiscales, o entre exportaciones e importaciones, o entre oferta y demanda de trabajo, o entre oferta y demanda de dinero. Lo importante es que esas desigualdades, entre todas o algunas de esas variables, si es que existen –y es absolutamente imposible que no existan en la economía real y no son necesariamente negativas– sean sostenibles entre todas ellas, en niveles que sean política y socialmente aceptables.

El problema no es, por lo tanto, discutir sobre el monto del déficit o del superávit, sino analizar la medida en que con ello se cumplen las expectativas o las metas sociales y políticas que la sociedad persigue. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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