
El mundo del trabajo y la democracia
Solemos separar el mundo laboral del mundo relativo a la democracia. En nuestro ideario colectivo son mundos separados por una marcada línea roja.
Es legítimo preguntarse: ¿los espacios laborales contribuyen a la experiencia de las personas con el sistema democrático?, ¿un espacio laboral desafiante, por ejemplo, contribuye positivamente a que las personas se involucren en la vida social con valores democráticos?
Uno de los más reconocidos exponentes de la llamada tercera generación de la Escuela de Frankfurt, Axel Honneth, en su trabajo Democracia y condiciones laborales justas, explora estas ideas. El autor desarrolla una importante vinculación entre las condiciones laborales y el desarrollo de una vida social democrática, sostiene que la democracia política solo puede funcionar plenamente si existen condiciones laborales justas y participativas que permitan a todos los ciudadanos ejercer sus derechos políticos de forma efectiva. Argumenta que el trabajo no es solo una cuestión económica, sino también una base moral y social de la ciudadanía: la dignidad, la autonomía y el reconocimiento en el trabajo son esenciales para la participación democrática.
Honneth identifica cinco factores laborales que pueden obstaculizarla y propone que una ética laboral comprometida con la democracia debe transformar el mundo laboral para que fomente, y no limite, la libertad y la participación cívica.
Ahora bien, ¿qué podemos decir del mundo laboral público? Esta cuestión no sería menor, ya que, en nuestro país, si bien la fuerza laboral se centra mayoritariamente en el mundo laboral privado, el mundo público, por su propia definición, podría representar un espacio de avanzada en estas materias. ¿Qué tan cierto es esto?, comentaré las dimensiones y me centraré en la última.
Las dimensiones que expone el autor son: independencia económica; tiempo libre; autoestima y reconocimiento; iniciación en la cooperación democrática y estimulación intelectual.
Estimulación intelectual: la capacidad de participación depende del alcance y exigencia intelectual del trabajo. La mecanización del trabajo reduce la capacidad de participación social. Estudios han confirmado que, cuanto más monótono y poco exigente es un trabajo, más limitada se vuelve la autonomía y la creatividad de las personas. El trabajo repetitivo y despersonalizado moldea los hábitos intelectuales, produce rigidez de pensamiento y acción, y dificulta la reflexión crítica. No por falta de inteligencia, sino por la internalización de rutinas empobrecedoras.
Sobre esta dimensión quiero llamar la atención. A mi juicio, esta dimensión es la que más se ha erosionado en los últimos 20 años.
Más allá de los elementos administrativos que parecen obvios como nuevos procedimientos de control, los cuales se han intensificado en el último tiempo, también la introducción de nuevas tecnologías que, siendo muy necesarias, han copado la agenda de muchos funcionarios, quisiera llevar la reflexión al ámbito político-institucional.
Así, identifico una hiperjerarquización como un fenómeno propiciado por el juego político que ejercen quienes son nombrados en los cargos de confianza de cada institución; aplica como un criterio de exclusión con los funcionarios de carrera o, en general, con quienes no cuentan con la confianza de la administración de turno, relegando a estos últimos a funciones que no son ni las estratégicas ni las más desafiantes.
Por otro lado, la politización de la cual hemos sido testigos en las últimas décadas ha afectado la política institucional, en la medida que quienes ganan una elección se instalan en el Gobierno con el fin de ganar la siguiente elección y, muchas veces, haciendo mal uso de aquello de lo que dispone una institución: viáticos, publicaciones, mejoras de grado, etc. Por tanto, existe una tendencia a congelar el capital humano con que cuentan las instituciones.
Lo anterior ha impactado además en una falta de épica, liderazgo y narrativa pública, los funcionarios no se sienten convocados ni a los procesos internos ni a la generación de discusiones innovadoras, tanto de cuestiones que tengan que ver con el servicio como con asuntos públicos en general.
Con todo, el marco teórico que nos presenta Honneth es útil, pues nos permite observar críticamente tanto al mundo laboral público como al privado, sin embargo, desde lo expuesto se puede mencionar que el mundo público posee un gran déficit en la dimensión de estimulación intelectual, atribuible principalmente, a la acción política, lo cual resulta contraintuitivo si consideramos que una acción política comprometida con la democracia debe serlo en todos los frentes, a todo evento y no solo en la retórica pública.
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