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Los futuros escenarios peruanos
¿Están dadas las condiciones para un estallido social? Gran pregunta que ronda muchos análisis. La distancia no permite disponer de mayores elementos para responderla, pero es un hecho que el régimen político atraviesa por una grave crisis de legitimidad que se viene arrastrando desde hace tiempo.
Perú tiene nuevo presidente. ¿Cambia la perspectiva para las próximas elecciones? ¿qué pasará con la economía en el futuro cercano? ¿podrá ser controlada la ola de violencia delictiva? ¿subsistirá el desprestigio y fragmentación del sistema político?
Son muchas interrogantes que trataremos de abordar. En primer lugar, destaca la estabilidad económica del país, que se prevé crezca un 3%, nada de mal para los tiempos que vivimos. Asimismo, la inflación prosigue controlada, hasta ahí todo muy bien, mas emergen algunas luces amarillas: el sol como moneda se está fortaleciendo, lo que indica a su vez una disminución del precio del dólar, hasta ahora un 8%. Es una buena noticia para los consumidores de productos importados (léase, en nuestros tiempos, celulares, computadores, ropa de marca, etc.). Es miel para el retail (ojo, que allí hay hartos capitales chilenos), pero malena para los que reciben remesas de sus familiares que viven en el exterior, malo para los funcionarios internacionales que ganan en dólares y, lo más importante, encarece a algunas exportaciones, entre ellas la agricultura de la costa. En otra arista, el Perú se puede encarecer y eso afectará algo al turismo.
Asimismo, recientemente el Consejo Fiscal ha alertado del peligro que representa para la economía la gran cantidad de leyes aprobadas por el congreso, que comprometen gasto público futuro.
Pero la preocupación mayor para la afluencia de inversiones radica en la estabilidad futura y allí los temas son más profundos, debido a un clima de violencia creciente, ante la penetración de diversas bandas criminales que se imponen en crecientes sectores urbanos y de minería ilegal. La extorsión se expande desde los pequeños negocios, hacia colegios y transportistas. La debilidad institucional se acrecienta por el desprestigio de las instituciones políticas, léase Ejecutivo y Congreso, ambos con niveles históricos de desaprobación ciudadana (arriba del 90%).
En este cuadro se desarrollarán las elecciones presidenciales y parlamentarias de abril de 2026. Esta vez el congreso aprobó revivir al Senado con 60 curules, a los cuales podrán postular los actuales representantes que así lo deseen, porque “no se trataría de reelección por tratarse de un nuevo cargo”. La Cámara Baja seguirá con 130 miembros y la fórmula presidencial -se vota por plancha- contempla un presidente y dos vicepresidentes.
A estos comicios llegan 39 partidos que aprobaron todos los requisitos, y aunque se construyan algunas alianzas es previsible un elevado número de candidatos que se definirán en diciembre próximo mediante primarias, por lo cual a la fecha solo tenemos “precandidatos”. La lista es generosa e incluye desde políticos tradicionales, alcaldes renunciados y gobernadores ídem hasta militares en retiro, humoristas, comentaristas de medios, futbolistas, en fin. Con esta abundancia de candidaturas y conocidas las primeras encuestas, todo hace predecir que ninguna de ellas obtendrá mayoría en la primera vuelta. Lo más probable es que los dos que pasen a segunda lo hagan con un bajo porcentaje, como lo fue en la pasada elección, en la cual resultó ganador el profesor Pedro Castillo, hoy en prisión.
Asimismo, es altamente probable que la fragmentación política genere un congreso generoso en bancadas, con lo cual el campo de alianzas entre ellas será fecundo. Eso se da hoy en día en un congreso unicameral donde ha predominado -digamos- un entusiasta pragmatismo, que ha dado como resultado un parlamentarismo de facto que se refuerza con la vigencia de la llamada “vacancia moral”, mecanismo que permite al congreso deponer al presidente. La reciente destitución de Dina Boluarte rompió los récords, porque fue tramitada y ejecutoriada en 13 horas. En su lugar asumió el presidente del Congreso, José Jeri.
Esta alianza entre Congreso y Ejecutivo ha predominado en los últimos años en el Perú, en medio de fuertes protestas de diversos sectores de la sociedad peruana, el último de los cuales se ha expresado en las manifestaciones de días anteriores. ¿Qué sucederá de aquí a las elecciones? (o sea, de hoy a abril del próximo año).
Aquí entramos a un terreno minado, porque realizar ejercicios prospectivos siempre es riesgoso, pero es muy necesario ya sea para la diplomacia, para los negocios, incluso para planear las vacaciones.
Escenario posible 1: Más de lo mismo
Este escenario supone una relativa continuidad institucional, aunque no excluye un eventual cambio presidencial. Se trataría de un escenario en el cual el régimen político logra surfear la situación actual y garantiza la realización de un proceso electoral del cual surgiría un congreso disperso en múltiples bancadas, y una segunda vuelta entre las dos primeras minorías.
Es un escenario de continuidad, que no resuelve necesariamente los factores estructurales de la actual inestabilidad. En este escenario el próximo presidente provendría de quien construya la mejor alianza de cara a la segunda vuelta. Según las encuestas primerizas, podría ser algún candidato de corte populista (por ejemplo, del fujimorismo), o de lo que en círculos limeños se denomina la “DBA” (Derecha Bruta y Achorada). En este caso, el que más suena es el recientemente renunciado alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, pero aún es temprano para hablar de favoritos.
Se trata de un escenario de mediana probabilidad, donde el eje conductor seguiría las aguas del parlamentarismo de facto de los últimos tiempos, y supone la continuidad de un amplio entendimiento en el congreso y la primacía de éste sobre el Ejecutivo, mediante la amenaza de la poderosa “vacancia moral”. Electoralmente supone una baja representación de la izquierda (excepto la de Cerrón, que no tiene problemas en negociar con el actual pacto), como también el de todos los que colocan en prioridad la plena vigencia de la democracia y la separación de poderes.
Escenario posible 2: Interrupción del pacto parlamentario
En este caso, asistiríamos a una crisis de gobernabilidad que se basa en el rechazo societal al actual orden de cosas. En este escenario cobran especial protagonismo los actores excluidos del poder y, sobre todo, los que padecen las consecuencias de la ingobernabilidad.
Mencionemos entre ellos a la llamada “Generación Z”, particularmente fuerte en las zonas urbanas, y obviamente con fuerte arraigo en el mundo juvenil, especialmente los estudiantes. También podemos sumar el descontento predominante en la mayoría de las regiones, en particular en el sur peruano, que ha sufrido el centralismo metropolitano desde tiempos coloniales. No es solo algo económico, sino que también incluye rasgos culturales y étnicos. Un ejemplo de la ira contenida es el repudio que la población de Juliaca (víctima de la represión que siguió a la caída de Castillo) le proporcionó al derechista precandidato Philip Butter, cuando este visitó aquella ciudad y sólo pudo regresar a Lima bajo fuerte protección policial.
En el período más reciente se han sumado a las protestas sectores provenientes del mundo popular urbano, sectores que, ante la ineficacia o ausencia de representación política, se empiezan a organizar de manera autónoma. Esto incluye incluso a sectores del expandido mundo informal (más del 70% de la población trabajadora). Es el caso de los microbuseros, agobiados por la extorsión, la delincuencia y la ineficacia de la respuesta estatal. Todos estos sectores concurrieron a la movilización del 15 de octubre en rechazo al nuevo gobierno designado por el congreso. Está por verse si este movimiento persiste o si se incrementa. Se trata de una movilización social variopinta, con diversidad de demandas, hasta el momento sin conducción política ni menos Estado Mayor.
Uno de los principales límites para este escenario es que a la fecha carece de un mecanismo institucional que lo canalice. Su plataforma es más emocional que política, y la resume bien la consigna callejera de “que se vayan todos”. Interesante es la creciente campaña en redes sociales “#porestosno”, que identifica a los partidos que han apoyado al actual sistema.
¿Están dadas las condiciones para un estallido social? Gran pregunta que ronda muchos análisis. La distancia no permite disponer de mayores elementos para responderla, pero es un hecho que el régimen político atraviesa por una grave crisis de legitimidad que se viene arrastrando desde hace tiempo.
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