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La velocidad y densidad de Guzmán Opinión Imagen: Fundación Jaime Guzmán

La velocidad y densidad de Guzmán

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Hugo Herrera
Por : Hugo Herrera Abogado y profesor de Filosofía y Teoría Política. Universidad Diego Portales y Universidad de Valparaíso. https://orcid.org/0000-0002-4868-4072
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Las nociones políticas de Guzmán tienen una velocidad evolutiva descollante, usualmente atada a las circunstancias concretas, dependientes de capacidades imaginativas sobresalientes. Ellas no son pedazos discretos que se dejen añadir o restar, sino que se influencian recíprocamente.


Discutir con el Prof. Renato Cristi sobre Guzmán, o sea, con alguien que sabe no solo sus ideas, sino las de Schmitt y el liberalismo clásico, así como las del pensamiento político moderno y contemporáneo, incluidas sus principales tradiciones –también la que transita de Kant a Schmitt, pasando por Schelling, Savigny y Marx, usualmente soslayada entre nosotros–, obliga a poner en perspectiva los movimientos del tablero ideológico chileno.

¿Quién en los círculos afines al gremialismo conoce, siquiera someramente, el canon mínimo de autores exigibles para hacer una organización básicamente articulada de la discusión contemporánea? Son contados con los dedos probablemente de una mano quienes están en condiciones de vincular las ideologías que han hecho presencia en Chile con el criticismo kantiano, el Romanticismo o versiones no reduccionistas del marxismo. En el páramo intelectual se cuentan excepciones, que manejan allende la contingencia, no solo autores escolares o algún sociólogo de cuarta. Una de esas excepciones es el profesor Cristi.

Esto no es asunto de placeres intelectuales. La crisis ideológica y de legitimidad que atravesamos se debe también a esa pampa intelectual en la que estamos. Enrique MacIver, supuestamente un destacado político que fichaba de intelectual, carecía de familiaridad con las nuevas doctrinas sobre el Estado social que había estudiado –por suerte– un Valentín Letelier en Alemania. Parecido ocurre hoy. La discusión pública está embotada por la ignorancia respecto de herramientas fundamentales para comprender la época actual y las fuentes de las que ella ha emergido.

¡Tanto operador de think tank de oscuro financiamiento dedicado al activismo! ¡Tanto académico autocontenido en parapetos construidos con aglomeraciones de palabras! Mientras, Chile clama por estudios serios y claros que eluciden la situación y la decadencia: en productividad, en legitimidad. Voces como la de Cristi o las de Alfredo Jocelyn-Holt, Carlos Peña, Joaquín Fermandois o Kathya Araujo dan una espesura y alcance a la comprensión, sin las cuales el país amenaza quedar en la penumbra.

Lamentablemente, no hay articulación con el sistema político, donde se carece usualmente de gusto y tiempo para pensar al país en plazos largos. Aludo eminentemente a las humanidades, pero algo similar ocurre en la economía: de tanto hablar de cifras en jerga neoclásica, se olvidó el asunto –menudo asunto– de la productividad.

Renato Cristi es probablemente quien con mayor acuciosidad ha estudiado el pensamiento de Guzmán. En una columna reciente comenta unas consideraciones que efectué a propósito de las observaciones de una dirigenta republicana sobre las eventuales adhesiones de Guzmán.

Las nociones políticas de Guzmán tienen una velocidad evolutiva descollante, usualmente atada a las circunstancias concretas, dependientes de capacidades imaginativas sobresalientes. Ellas no son pedazos discretos que se dejen añadir o restar, sino que se influencian recíprocamente. Su gremialismo “carlista” y franquista es muy distinto del que opera en el marco de su defensa de la libertad y la democracia ante el marxismo en acción.

Si el franquismo y carlismo juveniles lo tienen que alejar de la democracia liberal, en 1972, ante la amenaza de la UP, Guzmán aboga explícitamente por el “objetivo básico de vencer al marxismo y preservar en Chile la democracia y la libertad”. Defiende el sistema económico y político de “las actuales democracias occidentales”. Valora “el régimen de democracia política y de libertades ciudadanas que han caracterizado nuestra convivencia colectiva”. Afirma el “pluralismo informativo […] las libertades públicas y [… ] la democracia política” frente al intervencionismo marxista.

Más que a Franco, a José Antonio o a requeté, huele aquí a democracia constitucional occidental. Por eso habría que negar su palabra expresa y la intención básica de su argumento para sostener, sin excepción, como señala el profesor Cristi, de Guzmán, que “la democracia que defiende no es liberal, sino […] orgánica”. O para afirmar: “Guzmán [nunca fue] demócrata liberal”. Aprovecho de precisar algo que dije de la actitud de Guzmán tras la dictadura: no defendió sin más la democracia liberal, por miedo. Asumió inicialmente la democracia “protegida”, pero a la espera de la democracia liberal, tras la superación del marxismo que se auspiciaba con la caída de la URSS.

Es relevante el vínculo que viene sugiriendo Cristi (desde un artículo suyo en “Estudios Públicos”, de 2016), entre la flexibilidad de la Doctrina Social de la Iglesia y el cristianismo de Guzmán, que él complementa con la referencia al reconocimiento que hace Schmitt a la flexibilidad del catolicismo, en Catolicismo romano y forma política. La indicación que agregaría (que anuncié, al referirme a su comentario de 2016 en 2021) es la heterogénea densidad de los pensamientos formulados por Guzmán al calor de la refriega ideológico-vital suya y los de la DSI, tomados en sí mismos (con antecedentes en Von Ketteler, Görres, Savigny y el Romanticismo), así como en la interpretación de Schmitt.

Guzmán apoyó la dictadura contra la amenaza marxista-leninista en Guerra Fría y, sabiendo de las violaciones de los derechos humanos, siguió respaldándola. Aquí hay un asunto difícil que merece análisis mayor. Con todo, sin embargo, me parece que Guzmán sigue estando en una esfera distinta, se mueve en otro nivel que quienes se limitaron a cosificar su pensamiento tal como quedó el día de otoño de 1991 en que lo asesinaron, sin reparar en su fuerza evolutiva ni en la raíz en la base de ese poder: su fe y su miedo, su cristianismo, su defensa de la libertad espiritual. En eso, les saca décadas a sus partidarios actuales, republicanos y gremialistas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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