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El futuro de Chile está bajo tierra (debemos saber extraerlo bien)  Opinión Archivo

El futuro de Chile está bajo tierra (debemos saber extraerlo bien) 

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Joaquín Villarino
Por : Joaquín Villarino Presidente Ejecutivo del Consejo Minero.
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La minería chilena asume el desafío de seguir elevando sus estándares para ser motor de la transición hacia un desarrollo sostenible. El reconocimiento político es solo el primer paso; la verdadera prueba será implementar, con rigor y eficiencia, las políticas que conviertan esta visión en realidad.


La minería mundial vive una transformación profunda. La electromovilidad, la transición energética, la inteligencia artificial y la urbanización –manifestaciones del deseo humano de progreso y bienestar– han devuelto la atención a los minerales: sin ellos, nada de esto sería posible.

La presión global por aumentar la oferta de minerales, junto con mayores exigencias socioambientales, han impulsado una revolución silenciosa. En Chile, hoy existen operaciones robotizadas, un creciente uso de agua de mar y energías renovables, mayor eficiencia energética, flotas eléctricas y una creciente participación de mujeres.

Estos cambios han sido comunicados con transparencia, mejorando la percepción pública: la minería pasó de ser vista como una actividad meramente extractiva, a ocupar un rol central en la agenda nacional, ganando valoración ciudadana y reconocimiento político.

Los programas de diversas candidaturas presidenciales reflejan este nuevo consenso. La minería ya no es un tema secundario, sino estratégico para el desarrollo de Chile. Se reconoce su aporte económico, la generación de empleos de calidad, la innovación tecnológica y su contribución fiscal. Todo ello valida el compromiso del sector con el progreso y la sostenibilidad del país.

Más allá del reconocimiento, la mayoría de las propuestas coinciden en una idea clave: Chile necesita más minería. La creciente demanda global por minerales críticos –como el cobre y el litio, donde el país es líder– representa una oportunidad histórica. Pero las oportunidades no esperan: aprovechar esta ventana requiere acción.

Por eso es positivo que los programas presidenciales incluyan medidas concretas, como incentivar la exploración y agilizar la tramitación de permisos. Hoy, la burocracia y los plazos excesivos frenan la inversión y restan competitividad de Chile frente a otros países. Si nuestro país quiere responder eficazmente a la demanda mundial, debe dotar a su institucionalidad de mayor agilidad y certeza.

Este nuevo protagonismo debe reflejarse también en la Estrategia Nacional de Minerales Críticos, actualmente en consulta pública. El Consejo Minero ha participado activamente en su elaboración y comparte la mayor parte de su contenido. Sin embargo, para que sea más que una declaración, debe transformarse en una hoja de ruta operativa, con metas claras y mecanismos efectivos de ejecución.

La estrategia debe priorizar proyectos mineros que puedan tramitarse con mayor rapidez, ofrecer estabilidad normativa a las grandes inversiones y revisar iniciativas legislativas mal orientadas. Asimismo, debe perfeccionar el marco regulatorio sobre pueblos indígenas y crear condiciones que impulsen nuevas formas de trabajo junto con la incorporación de tecnologías avanzadas.

La minería chilena asume el desafío de seguir elevando sus estándares para ser motor de la transición hacia un desarrollo sostenible. El reconocimiento político es solo el primer paso; la verdadera prueba será implementar, con rigor y eficiencia, las políticas que conviertan esta visión en realidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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