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Los invito a votar
La oferta de candidatos puede no ser ideal, pero es nuestra responsabilidad, incluso en esos contextos, encontrar a quienes más se alineen con nuestras convicciones y aspiraciones.
Los invito a votar, más allá de la obligación y temor a una multa. Porque cada voto cuenta, y en un sistema democrático, la elección es un poderoso acto de autodefinición. En un contexto donde las ofertas políticas pueden parecer limitadas o insatisfactorias, es clave entender que el acto de votar no solo es un derecho, sino una responsabilidad. Citando a Rousseau: “La voluntad general es infalible, pero solo si es expresada”.
El voto es, en esencia, un acto de libertad y de reivindicación. Es el momento en que cada uno de nosotros tiene la oportunidad de expresar su voz en el ámbito político. Comparto la idea de que “abstenerse del voto es una forma de aceptación del statu quo”. Por lo tanto, el riesgo de no participar es abdicar de poder influir en el futuro del país. En Chile, donde las transformaciones sociales han sido tan intensas en la última década, la urgencia de votar se vuelve aún más crucial.
Las reivindicaciones sociales, particularmente en relación con derechos de género y justicia social, demandan atención. Las elecciones son momentos de establecer qué tipo de país queremos habitar y cuáles serán las políticas que nos guiarán durante los próximos años. Nuestra voz se convierte en una herramienta que puede desafiar estructuras de poder arraigadas y generar verdaderas transformaciones.
El temor a hacer una elección equivocada puede ser paralizante, pero las consecuencias de la inacción y anomia son más complejos a largo plazo. Al elegir, dirigimos el rumbo hacia políticas que afectan aspectos tan fundamentales como el acceso a la salud, la educación, y los derechos laborales. Así lo demuestra la experiencia en otros países, donde la falta de participación puede llevar al ascenso de candidatos que no representan los intereses de la mayoría, y cuyas políticas pueden tener un impacto durísimo en sectores vulnerables de la población.
La participación es esencial no solo para redistribuir recursos, sino también para asegurar el reconocimiento de las identidades y necesidades diversas de nuestra sociedad. Es imposible negar que, en la actualidad, enfrentamos un panorama político en el cual las opciones pueden parecer escasas o poco satisfactorias. Sin embargo, la clave radica en no dejarse llevar por el pesimismo. Las elecciones son una oportunidad para plantear luchas, para cuestionar, y para empoderarse.
Es cierto que, muchas veces, el votante se enfrenta a la disyuntiva del voto estratégico, pero este debe ser un mecanismo que surja de un análisis profundo; no puede convertirse en un dogma que anule la posibilidad de una verdadera representación. La oferta de candidatos puede no ser ideal, pero es nuestra responsabilidad, incluso en esos contextos, encontrar a quienes más se alineen con nuestras convicciones y aspiraciones. En ocasiones, al no ejercer nuestro derecho al voto, perpetuamos estructuras que han favorecido históricamente a unos pocos en detrimento de muchos.
La política no se detiene ante nuestra apatía ni ante nuestro desencanto. Al optar por la pasividad, estamos dejando que otros tomen decisiones en nuestro nombre, decisiones que pueden afectar gravemente nuestra calidad de vida. Hannah Arendt advierte sobre los peligros de la inacción en su obra “Los orígenes del totalitarismo”: “El mal no es lo que cometemos, sino la inacción ante él”. Debemos, entonces, recordar que el cambio social, aunque complicado, comienza desde una participación activa en la política que, aunque a veces parezca ineficaz, es el primer paso para cualquier transformación.
El camino hacia una democracia plena y participativa requiere valentía y determinación. La invitación es clara: no solo votemos, hagámoslo con conciencia y con la valentía de desafiar el statu quo. Votemos por quienes sabemos que defenderán nuestra dignidad, nuestras causas y nuestros derechos. No se trata de encontrar la opción perfecta, sino de entender que cada sufragio es un compromiso con nuestros valores y principios. Aprovechemos esta oportunidad de participar, vote sin miedo ni duda, y no se deje llevar por el miedo a lo que podría ser una mala elección.
Claro que hay gente que efectivamente piensa que sólo votar no define a la democracia. Que ésta es inútil o no es verdaderamente representativa. Efectivamente la democracia no es sólo el voto, (hay mucha gente que está desencantada del voto como expresión de la democracia), y tienen sus buenas razones para ello. Pero no olvidaría que el voto es una parte muy importante de esa democracia porque por lo menos ahí eres acción, que suma a muchas cosas que no se hacen solo con el voto, se hacen con movilizaciones, con discusiones, etc. Pero eso no le quita al voto su expresión democrática. Porque el voto no es toda la democracia, pero, sin embargo, representa una parte bien importante de ella.
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