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Crónicas cínicas XLIII

A Murillo le sonó el celu cuando venia bajándose del avión. Era Teresa que con voz picarona lo invitaba a que la pasara a ver apenas pudiera. El Negro no lo dudó mucho en decirle que, desde el bus, partía directo a su casa.


Esa voz calentona de la Tere no era habitual y había que aprovechar la ocasión, aunque estuviera raja con el viaje de más de 28 horas. La vuelta de Cuba fue igual que la partida: había terminado en Mendoza, por la neblina en Pudahuel. Pasó casi un día en Argentina. Pudo leer el Clarín de Buenos Aires, recorrer a pata la ciudad, ir al cine, dormir en un grosso hotel y hasta comerse un bife de chorizo por un par de lucas.



Ahora, camina por la plaza Bremen hacia la casa de la Teresa. Cuando llega a la reja, se da cuenta que la casa está a oscuras. Se queda mirando un rato antes de tocar el timbre. Suena una chicharra y la reja se abre. Murillo, ya cachudo con el misterio, entra, cruza el jardín y se acerca a la puerta abierta. Esperando una mala pasada, se asoma al interior de la casa, va a dejar la mochila en el suelo, cuando se prenden todas las luces y salen dando gritos, corriendo a abrazarlo: La Teresa, el Gordo, Laura, el Caluga y su polola, La Génesis. El Negro, rojo de orgullo se deja palmotear y arrastrar casi en vilo al interior de la casa. Cuando la cosa se calma, Murillo saca de su equipaje dos botellas de Habana Club. Teresa, precavida, ya tenía a mano las papas fritas, las cocas y el hielo. Como siempre, es el Gordo el que empieza el interrogatorio:



– ¿Y cómo te fue Negro? ¿valió la pena el viaje?



– Por supuesto, Gordo. ¿A dónde voy a conocer tanta gente entretenida, culta y cinéfila como allá? Ahí uno se da cuenta en qué desierto cinematográfico vivimos. Cáchate que la pura videoteca de ellos, tiene 7.000 títulos. Todo lo que quieras ver, compadre, todo. Yo atiné con 23 pelis, desde clásicos a cine experimental. Era llegar y llevar. Tú decíai ¿Huston? y tenían a todo Huston, ¿Murnau? y tenían a todo Murnau, ¿cachai?



La Teresa, zalamera, interrumpe la enumeración del Negro para preguntarle:



– ¿Y habían muchas mujeres Negro?



El Negro la mira con cara de sorpresa, porque no se esperaba un ataque de celos y le contesta, feliz de que ella le preguntara tan directamente si es que había pinchado:



– Sí, en el curso habían más mujeres que hombres. Había una peruana súper inteligente, una española de Ceuta viva y bonita, una argentina medio creída, una francesa, otras dos españolas, una dominicana, una mulata local, una brasileña y dos colombianas secas pal hueveo. Hombres éramos tres no más, yo, un mexicano y un noruego, que hablaba español como sevillano. ¿Por qué?



– Noooo, nada, era pa saber cómo lo habías pasado, Negro. Eso no másÂ…



Le dice Teresa con la cara larga. Murillo la va a piropear, a decirle que ninguna como ella, cuando el Gordo como siempre mete la pata interrumpiendo el coqueteo.



– ¿Pero aprendiste algo Murillo?



– ¡Claro que sí, puh, Guatón!



Le contesta choreado al Gordo, luego se vuelve hacia Teresa y le dice:



– No había mucho tiempo pa la vida social, entre las clases, los ejercicios y la oportunidad de ver películas. Me hice de un par de conocidos, pero nada más. Además, me acordaba de ti todo el tiempo, así que…



Teresa se pone roja como tomate ante la declaración pública del Negro, ella iba a contestar, cuando el Caluga mete la cuchara esta vez, impidiéndole hablar.



– ¿Cachaste que estrenaron Los Debutantes?



Apenas oyó la pregunta, a pesar de que apuró una cuba libre con una mano, se metió un puñado de papas fritas en la boca, y, después con la mano grasienta por las papas, agarró la mano de Laura, atarantado el Gordo mete la basa:



– A pesar de que los periodistas de espectáculo, en su infinita guachaquería, la encontraron reprobable porque no le entendieron la estructura ni el contenido, creo que Andrés Waissbluth es una nueva estrella en el firmamento. Hizo una película de gran atmósfera, la primera peli chilena en reproducir con éxito el turbio ambiente del sexo con tarifaÂ…



El Caluga muy apretujado con Génesis, se atreve a rebatirle al Gordo.



– Yo la encontré ahí no más, como que la historia es fome y no se cacha mucho de qué se trataÂ…



El Gordo despectivo le tira la caballería encima sin piedad.



– ¡Otro estudiante de cine que no entiende nada! ¿Cómo podí decir tamaña pelotudez, Caluga? ¿Qué la historia es fome? ¿No cachaste que tiene una estructura tan clever como Rashomon? ¿No te diste cuenta que por primera vez tenemos un cine rudo de verdad? ¡Con bajos fondos que no son caricatura! ¡Con un elenco de la puta madre! ¿Qué querí? ¿Sexo con Amor? ¡Bueno aquí tení, sexo sin amor!



Murillo que veía al Caluga cada vez mas achunchado con la retahíla del Guatón, trató de salvar la situación diciendo:



– A mí me la mostraron en video con mucho orgullo los cubanos. Sentían que su ex – alumno había hecho una tremenda película en su opera prima y justamente lo que les gustó es el lado sombrío -en la mejor tradición del melodrama latinoamericano- su atmósfera subversiva les recordaba a Lynch, al nuevo cine coreano o al cierto cine duro de Taiwán. Además, la música los volvió loco. A mí también debo decir.



Génesis choreada por el basureo al Caluga, picada le replica al Negro.



-¿Tu creí que porque le gustó a los cubanos es buena? Te reconozco que la puesta en escena y la dirección de arte es buena y la actuación salva, pero la estructura del relato es pretenciosa, Negro, súper pretenciosa, si querí saberÂ…



Laura sale a la palestra para defender al Guatón, mientras el Negro y Teresa se hacen ojitos y arrumacos, pescando poco la polémica:



– A mí me da lo mismo quién dé las opiniones, si es que ellas son justas e inteligentes, como las que oyó en Cuba el Negro. Pero ese no es el tema: Lo que pasa es que por primera vez, en mucho rato, tenemos una película bien realizada, potente e inquietante, que usa un género nuestro -el melodrama- hecha por un realizador que tiene una fuerte mano autoral, con un elenco que no es de la tele y, sin embargo, hace su trabajo en forma notable -el cabro chico, Juan Pablo Miranda es la raja y la Antonella Ríos podría darle lecciones de contundente honestidad a una que otra diva de las teleseries- y chinchoseamos porque no estamos acostumbrados a ver pelis chilenas complejas, turbias y sombrías y, sin embargo, somos capaces de hacer gárgaras con Lynch, y no cachamos cuando una tan potente como las de él, pasa bajo nuestras narices.



El Negro, relajado, interviene sólo con ganas de hacer conversación y de no calentarse la sangre con una controversia dispareja y sin salida:



– Yo encuentro que la estructura de la peli, como los eslabones de una cadena es interesante, porque permite remarcar las distintas miradas de los personajes, al mismo acontecimiento, y lo hace en forma suave sin gran alharaca. Para nada me parece pretenciosa o rimbombante, más me parece inteligente ¿Vieron Plata Quemada, de Marcelo Piñeyro?



El Gordo todavía comiendo le dice:



– Sí, la vi. Es muy decidor, para entender las intenciones del realizador, la forma como adaptó la novela de Piglia. En vez de ser unos gordos descarados que andan matando gente a tiros, Piñeyro los transformó en dos minos gay, muy fashion, muy monos, que en una orgía neurótica, entre besitos y agarrones calentuchos, inmolan sus vidas en un céntrico departamento de Montevideo.



– Yo creo que el cambio de énfasis al priorizar la historia de amor entre los dos protagonistas por sobre la historia del robo, la huida y la muerte, define las intenciones de la película, sacándola del género anunciado -el thriller- para instalarla en un leguaje mas comercial, más ambiguo y superficial.



Comenta el Negro y sigue:



– Yo la vi en el multicine de un mall de Mendoza. Las colas eran larguísimas. A los argentinas parece que les encantó. El cine estaba lleno de minitas que suspiraban por Sbaraglia y Noriega a pesar de que los minos se agarraban a calugazos y a sobajeos a poto pelado con gran desenfado. Seguro que Piñeyro se va a llenar las alforjas de oro.



Laura, buena onda, le dice al Negro mientras suelta de la mano del Gordo, para tomarse la segunda cuba libre mientras Teresa, un poco cufifa mira a Murillo con la pupila del deseo.



– No hay que ser mala leche Negro, la realización es impecable y la dirección de arte es la rajaÂ…



No alcanza a terminar la frase cuando Teresa, sin pescar a sus amigos, se le sienta al Negro en las rodillas, le toma la cara con las dos manos, le da un rico beso con lengua y cara e palo le dice:



– Tengo sábanas nuevas mi amor, ¿las querí ver?





* Luis Mora, realizador, comentarista y profesor de cine.
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