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Marcos Aguinis: «La izquierda traicionó sus banderas»

En diálogo con El Mostrador.cl, el ganador del Premio Planeta en 1970 por La Cruz Invertida y que Luis Buñuel soñó con filmar, fustigó contra la izquierda "antisemita después de Stalin" y se adentró en el conflicto palestino-israelí, señalando que "los israelíes en su momento fueron perdiendo la llama ética que siempre los iluminó, pero ahora la prensa y el mundo árabe no han contribuido a mejorar la situación".


Psiquiatra y pianista, el autor de La gesta del marrano y Un país de novela suma a su haber tantos libros como premios y distinciones, como el que obtuvo en 1995 de la Sociedad Argentina de Escritores que le confirió el Gran Premio de Honor por el conjunto de su obra, o la designación como Caballero de las Letras y las Artes.



Marcos Aguinis vino a Chile promover su último libro Asalto en el Paraíso, thriller que recrea los atentados en la Embajada de Israel en Argentina en 1992 y en la AMIA dos años después.



Pero la presencia del escritor cordobés en el país se enmarcó también dentro del contrato que firmó con Editorial Planeta que pretende difundir toda su obra en los países de habla hispana.



El interés por reeditar sus libros radica en que en estos momentos Aguinis es uno de los más leídos en Argentina, lo que, admite, le produce «cierta preocupación».



Explica que esto le implica una responsabilidad extraordinaria: «antes me sentía más libre de poder no ser tan exacto en la expresión, tan pulido en el estilo ni tan eficaz en narrar un argumento. Ahora los lectores están esperando siempre cosas buenas mías. Por un lado es un halago, pero por otro es una obligación. Además, temo que exacerbe demasiado esa tendencia obsesiva que tenemos todos los escritores de hacer pulimientos que vayan más allá de lo necesario».



– Quizás el interés por tus obras se explica en parte porque abordas temáticas sociales como la democracia y la tolerancia, tópicos que ya no son encarnados por el mundo político y que por lo tanto los lectores ven que los escritores e intelectuales sí se hacen cargo de ellos.

– Puede ser, y ése sería idealmente la función del intelectual, porque si uno ve los pilares que sostienen esa fascinación o esa veneración por el intelectual es que une el conocimiento con la ética. Hay que tener presente que no siempre se ha dado, porque hubo muchos que han traicionado a ese doble pilar. Hubo intelectuales que apoyaron el nazismo, el fascismo o totalitarismos, de manera que no son inmunes a cometer errores tremendos. En mis obras me puedo equivocar, pero soy transparente, soy frontal y digo lo que pienso, a pesar de que muchas voy en contra de la corriente. Es esa franqueza lo que el lector aprecia, porque en América Latina, desde la época colonial, se ha impuesto el doble discurso desde aquel momento mítico en que Hernán Cortés, al recibir la cédula real en la que le pedían que fuese bondadoso y correcto con los indios, dijo que la orden se obedece pero no se acata. Ahí se instaló el doble discurso en nuestro continente.



– Ese doble discurso sirve para entender además la cultura de la corrupción, tan propias de nuestros países.
– Indudablemente que existe eso y está relacionado con la manipulación tan hábil que se hace de los intereses populares al poner la culpa afuera y en factores que no tienen que ver con las causas locales. Siempre insisto que los elementos negativos que se encuentran en la glolabilzación, que evidentemente existen, no afectan de la misma manera a todos los países. Las mismas hostilidades y dificultades son encaradas de distinta manera por las diferentes dirigencias. En algunos países son convertidas esas dificultades en facilidades y en otras terminan por aplastar a un país. Argentina, por ejemplo, es un país que tenía todas las condiciones para ser uno de los países más prósperos del continente, pero sin embargo termina en un default y con chicos muriéndose de hambre. Ha sido muy conveniente usar la teoría de la dependencia o culpar en todo al Fondo Monetario Internacional y al imperialismo de las empresas extranjeras. Este es un argumento que manipula a la opinión pública y que lamentablemente a menudo suele hipnotizar al pueblo que la cree.



– ¿Se puede hablar de manipulación también cuando hay quienes en América Latina hablan de posmodernidad habiendo sectores que jamás vivieron en la modernidad?

– Los ideales de igualdad o de secularización entre el Estado y la Iglesia se aplican parcialmente o se distorsionan en nuestros países, y como no hay conciencia de su importancia, se cometen errores gravísimos como lo que ocurrió en Argentina en la década de los noventa donde los tres poderes del Estado, que son los que definen la existencia de una República, estaban prácticamente en manos del Poder Ejecutivo. Entonces de qué República hablamos, de qué modernidad hablamos. Ahí surgen quienes dicen la República no sirve, la democracia no sirve, porque mira que mal nos ha conducido. Pero la verdadera respuesta es decir, no, no es que no sirva la democracia, sino que no se aplicó, no hubo una real democracia, sino más bien fue una caricatura de ella.



– ¿Compartes la impresión de quiénes piensan que la modernidad no ha podido instalarse con firmeza en Latinoamérica por el poder de la Iglesia Católica que muchas veces se enquistó con el Estado?
– Absolutamente. Por otra parte, no deja de ser una extraordinaria paradoja que la primera religión en la cual se estableció desde sus orígenes el mandato de separar la Iglesia del Estado es el cristianismo, cuando Jesús frente a Pilatos dijo "dale al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios». Es increíble como tuvo que pasar mucho más de un milenio para que este mandato haya sido entendido y aceptado, aunque a regañadientes. Pero gracias a esa separación vino el progreso y todos los otros beneficios de la modernidad, cosa que no se ve en el mundo musulmán, donde la separación de la Iglesia y el Estado es inconcebible debido a que se sigue buscando la shaaría, que es un tipo de gobierno donde el Estado está manejado por al teocracia, y eso evidentemente conspira contra el progreso, contra la libertad, contra los derechos individuales, contra los derechos de la mujer, contra la libertad de expresión o contra el pensamiento crítico. Todas las ventajas están canceladas por ese factor.



– ¿Acaso crees que es irreconciliable ser moderno y al mismo islámico?
– Es tan irreconciliable como lo era en el cristianismo en el siglo 18, y si el cristianismo lo consiguió, no veo por qué no el mundo islámico lo pueda hacer. Hay un sector musulmán que está escandalizado por esta distorsión que hace el fundamentalismo que desprestigia al Islam, convirtiéndola en una religión asociada a la matanza, la beligerancia, al odio, al desprecio por al vida. Hubo algunas tentativas que se frustraron, como por ejemplo el nacionalismo árabe que nació a principios del siglo 20 pero que no tuvo el eco deseado. Los musulmanes aparecieron más tarde liderados por el presidente Nasser de Egipto que habló de panarabismo, lo que era un avance hacia una sociedad más secular. Luego apareció el socialismo árabe, pero después todo eso se frustró cuando avanzó el fundamentalismo que pretende imponer la shaaría. Es una gran lucha que tiene por delante el Islam. Hay algunos musulmanes muy valientes, pero que son muy pocos los que están bregando en esa dirección.



Y agrega:




«Hay que apoyarlos para bien del mismo Islam. En mi novela Asalto al paraíso hay un personaje que es un clérigo musulmán al quien describo como un enanito, con lo que simbólicamente he pretendido mostrar al grupo de musulmanes progresistas, ecuménicos, dialoguistas, modernos, que son muy pocos, pero que son muy valientes. A través del personaje le rindo un sentido homenaje diciendo que ellos son como los pocos alemanes que se atrevieron a ir en contra de Hitler cuando el nazismo quiso convencer al pueblo alemán de que ser nazi era la única forma de ser alemán. Los fundamentalistas quieren hacer creer a los musulmanes que ser un fundamentalista terrorista es la única forma de ser un buen musulmán. Es una lucha difícil. Desde afuera tenemos que apoyar a los musulmanes moderados para que logran hacer la revolución que hizo occidente de separar la Iglesia del Estado. De lo contrario, a la masas musulmanes no les espera el bienestar ni la calidad de vida que brinda la modernidad».



– ¿Cómo te explicas que a pesar que el concepto de los derechos humanos se hegemonizó, se hizo parte de la cultura mundial, hasta ahora no haya logrado penetrar en algunos países islámicos?
– Se ha producido una tremenda confusión debido a la necesidad comprensible de los musulmanes de superar la humillación que sienten que han sufrido desde la invasión otomana. A los musulmanes esto les significó desplazar el centro de la religión de la Meca, o de Córdoba o de Bagdad hacia Estambul. Luego vino el colonialismo de los países europeos. Con la posterior victoria israelí, todo esto fue generando la sensación de humillación y es por eso que quieren desquitarse mediante una actitud reaccionaria. Pueden desarrollar nuevamente una nueva cultura que pueda ser ejemplar, llena de tolerancia y riqueza espiritual, pero no lo podrán hacer a través de la guerra y la masacre, el resentimiento, el odio y el desprecio a la vida. Están optando por el mal camino.



– ¿Qué relación tienes con los árabes?
– Mi primer novela que se llama Crónica de un refugiado palestino.Lo publiqué en 1969 y en su momento fue criticado por todos lados por utópico y por tener un argumento pueril donde hablaba de la creación de estados viviendo en paz uno al lado y el otro. Ese libro anticipa la conferencia de Madrid y actual Hoja de Ruta. Tengo mucho respeto y soy de aquellos que piensan que si los palestinos logran construir un Estado dedicado al crecimiento y la felicidad de su pueblo, y vuelcan su energía en la creatividad y no a destrucción ni la matanza, va a ser uno de los estados árabes más prósperos, porque el contacto con Israel lo convertirán en un Estado moderno. Ese puede ser el ejemplo que ayude a los demás a pasar hacia la modernidad.



– Cuando recibiste el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Tel Aviv, señalaste que uno de los tantos errores cometidos por la administración israelí desde 1967, es el no haber estimulado la prosperidad avasalladora de los palestinos.
– Esa crítica la hice porque pienso que los israelíes luego de la guerra de los Seis Días están preocupados por su propia seguridad, su propia supervivencia. Tras esto dijeron que el problema de los árabes y de Palestina es un problema es sólo de ellos y que es su responsabilidad arreglarlos. Ahí se cometió un grave error, porque lo que se tendría que haber hecho era decirle a los palestinos que hasta ahora han sido ayudados por los llamados hermanos de los estados árabes, quienes en realidad los mantuvieron en campos de refugiados, que les ocuparon su tierras y a partir de ahora ustedes van a tener en nosotros, a los judíos, a sus verdaderos hermanos. Queremos que ustedes prosperen, que ustedes crezcan, que terminen esta historia de tragedia. Si los israelíes hubieran tomado esa actitud, posiblemente las cosas serían complemente diferentes. No lo hicieron y es comprensible también, porque estaban obsesionados por sus propios problemas, y ello llevo a que la ocupación israelí, que siguió a la ocupación jordana, con el tiempo se ha convertido en algo que les ha hecho mal a los palestinos, porque es muy terrible vivir en ese estado, y a los israelíes, porque fueron perdiendo la llama ética que fue siempre la que calentó el espíritu de Israel.



– ¿Cómo te sientes que tú que, siendo de izquierda, veas que el mundo progresista en general simpatice más con la causa palestina?

– Siempre fui un hombre de izquierda, lo sigo siendo, y con mucho dolor tengo que reconocer que a partir de Stalin, la izquierda se volvió antisemita. A tal extremo llega esto que en España hubo un acto de homenaje al holocausto y la Izquierda Unidad se negó a ir despreciándolo. La sangre judía es barata, eso es lo que quisieron decir. Te pongo otro caso: en una conferencia que hubo en Europa contra el racismo, al único que le ponían una svástica era a Sharon, no se la ponían Milosevic, a los asesinos de África que comenten homicidios, a los dictadores de América Latina. Nada de eso, los judíos son los nazis. Yo defiendo los principios de la izquierda que han sido traicionados por la propia izquierda. La izquierda traicionó sus banderas. Hoy les queda sólo una, que es ser anti yanquies. No defiende la libertad de expresión, ni el pensamiento crítico, ni la separación de la Iglesia y el Estado, porque si así fuera, harían manifestaciones en contra de los regímenes que hacen esto. ¿Hubo alguna manifestación en contra del Ayatola? Ni una. ¿Hubo solidaridad con respecto a la violación de los derechos humanos en Cuba? Nada. La izquierda ha traicionado todas sus banderas, es un desastre. Por eso lamentablemente la derecha va a comenzar a gana terreno.

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