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Bodas de Sangre: La pasión según García Lorca

Bodas de Sangre, un clásico del teatro universal, llega a la sala del Teatro de la Universidad Católica de la mano de Andrés Céspedes, quien dirige una versión muy apegada al texto original de García Lorca. Música y danza se combinan con la poesía para representar esta tragedia.


Entrelazando prosa y poesía, Federico García Lorca escribió en 1933 Bodas de Sangre, un poema trágico que se convirtió en uno de los clásicos de la dramaturgia universal. Entre metáforas y simbolismos construye un relato rural donde recorre la tradición española, al tiempo que narra una historia de pasión, donde la fatalidad determina el destino de sus personajes.



Basado en un hecho real ocurrido en 1928, en Almería, España, el autor narra la tragedia de una mujer que huye con su amante, el día de su matrimonio. A partir de este hecho García Lorca nos muestra el amor, la pasión y el dolor a través de dos mujeres, sumergidas en el mundo campesino, marcado fuertemente por la sangre y la tierra.



Bajo la dirección de Andrés Céspedes, el montaje respeta el texto original, centrando el peso de la puesta en escena en la poesía y los diálogos escritos por García Lorca, con una propuesta corporal y musical que complementan la fuerza dramática del texto.



Como en otras obras de García Lorca, en Bodas de Sangre los personajes femeninos son el eje del relato, los que, en este montaje, destacan no sólo por su rol en la historia, sino por la representación de las actrices. La novia, personificada por Trinidad González, es una mujer contenida, obligada a reprimir un deseo, sumergida en un mundo de hombres.



Ella encarna la fuerza arrolladora de la pasión, una pasión que según el autor, va más allá de la voluntad de los personajes, y los arrastra inevitablemente, hasta desencadenar la tragedia: ¡Cuando las cosas llegan a los centros, no hay quien las arranque! Paralelamente, la madre, interpretada por Margarita Barón, encarna el amor, el dolor y la venganza, sentimientos que la agobian y persiguen a lo largo de su vida, y que corren por su sangre y la de su familia.



La fatalidad es uno de los elementos centrales de la obra, que se deja entrever en los cantos que componen cada cuadro propuesto por el autor. De esta manera, boleros, flamenco, las "nanas" o canciones infantiles propias del mundo rural y tonadas chilenas acompañan la acción a lo largo de toda la obra, anunciando la tragedia. Sin embargo, a pesar de que la música es uno de los pilares expresivos utilizados en la propuesta de Céspedes, muchos de los textos y poesías de García Lorca pasan desapercibidos, en medio de la musicalización, perdiendo su potencia.



Además de la música, Céspedes utiliza la corporalidad para representar los sentimientos y emociones de los personajes, que juegan constantemente con una escenografía minimalista, compuesta por un muro que evoca un paraje campestre. Entre saltos, escaladas y fugaces apariciones en escena, los actores ponen sus cuerpos al servicio del montaje, desbordando de energía el escenario. La danza es otro elemento que inyecta expresividad a esta historia de pasión, creando momentos notables en la puesta en escena.



Originalmente el personaje de la novia era interpretado por Paula Zúñiga, quien debido a un accidente, en las primeras funciones, debió ser reemplazada por Trinidad González. La actriz, que en estos días encarna el personaje de la luna, volverá al papel principal en las próximas semanas.



En el elenco participan además Andrés Velasco (el novio), Aldo Parodi (el padre), Cristián Guzmán (Leonardo), Natalia Grez (la mujer), Norma Ortiz (la suegra), Romina Herrera (la muerte), Alejandra Dueñas (la criada) y José Patricio Contreras, Marcelo Maldonado y Gonzalo Morales (leñadores). Planteándose también el desafío de acercar al público escolar a una de las obras más importantes de la dramaturgia en castellano, los 13 personajes se pasean por el escenario, en medio de mucho movimiento, color y musicalidad, creando una muestra muy atractiva y dinámica.

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