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Sergio Parra, poeta y librero: «Los libros salvan la vida»

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No es el eslogan de su librería, Metales Pesados. A Parrita un libro de Raymond Carver le salvó la vida 20 años atrás. Cerrado el 2004, pide ‘madurez’ a la nueva camada de poetas jóvenes y se apresta a terminar con el año en que congeló la escritura.


Una conversación sobre la calidad de la poesía de César Vallejo terminó de convencer a Sergio Parra, o Parrita como le dicen sus amigos, de tomar distancia de la escritura. "Mi alejamiento fue cuando escuché una conversación de tres poetas discutiendo si Vallejo era bueno o era malo. Ahí dije no, aquí es tiempo ya de retirarse. O sea, no tengo nada que hacer aquí. Uno se tiene que retirar e irse a leer a la casa tranquilo. No se puede estar discutiendo eso a estas alturas de la vida", cuenta.



Parra no sólo se fue a leer a su casa, junto a Paula Barría instaló en el barrio del Museo Bellas Artes la librería Metales Pesados -en alusión al libro de su amigo Yanko González- y en un año y medio la convirtió en un punto de paso obligado de cualquier lector o escritor inquieto. A la vez abrió una sala de exposiciones para trabajos visuales y tiene en marcha una editorial con la que ha reeditado dos libros: Ángeles Negros (1994) de Juan Pablo Sutherland y Montacerdos del peruano Cronwell Jara, editado por primera vez en 1981. Para este año, adelanta, editará una novela inédita del mexicano Mario Bellatín.



La misma librería fue otra de las excusas para detener la escritura; no quería «quejarse románticamente» de que el trabajo no le dejaba tiempo a la poesía, pero además Parra quería que el tiempo pasara y le pasaran cosas. «Soy un autor de escritura biográfica, entonces tienen que pasarme cosas, no las puedo inventar», cuenta, vestido como siempre de riguroso traje negro y camisa blanca.



En efecto Parra siempre ha escrito de su vida: en La Manoseada (1987) jugaba a ser otra, una chica de provincia, prostituta, pariente miserable de La Tirana de Diego Maquieria. En Poemas de Paco Bazan (1993), era una suerte de beat alcohólico a lo Henry Chinaski -el personaje tras Charles Bukowski. Y en Mandar al diablo al infierno (1998), Parra está más tranquilo y los nuevos poemas traen esa reminicencia confesada a Raymond Carver. Ahora, Parrita está preparando un nuevo libro. Tiene cosas que decir y durante los primeros meses de 2005 espera tenerlo listo. No mucho más de 15 poemas. Le pasaron cosas.



La poesía vende



Parra podría hablar del Santiago de los ’80, el callejeo de la generación en la que alega ser parte, de estilo new wave que cultivó, de la vez que conoció a Pedro Lemebel arrancando en una protesta, de la librería que tuvo en un garage en la entrada del Café del Cerro -donde llegaba Patricio Fernández con Matías Rivas-, pero en realidad de lo que más sabe es de poesía. Y con la librería está mucho más en contancto con lo que está pasando en la lírica nacional.



Como dato sorpresivo, cuenta que «la poesía se vende». En Metales Pesados se venden entre 10 y 12 volúmenes diarios; en noviembre deben haber sido 200 libros. «De todos los autores, consagrados y jóvenes», cuenta y apunta que, claro, este año uno de los más comprados fue Pablo Neruda. «Se vende todo el año. Lo compran lectores que no son lectores de poesía. Hay dos tipos de lectores: al que no les gustaría que lo pillaran en el desatino de no saber quién es Neruda, y otro que trata de recordar. Neruda es también una nostalgia; un momento sentimental o epocal de todo chileno», apunta.



– ¿Cómo viviste el año del centenario del natalicio de Neruda? ¿Un poco fome?
– Tiene que ver con los medios de comunicación. Neruda se merecía un gran homenaje, uno solo, en el Estadio Nacional, gratis, con grandes figuras internacionales. Un solo gran homenaje, no un fomenaje que durara todo el año. Habría sido un cierre notable. Faltó acercarlo al país. Creo que Nicanor Parra se lo va a ganar un día. Se lo merece.



– Además de Neruda y Parra, este año también parece haber despertado una especie de nueva generación de poetas.
– Ha habido harto movimiento en la poesía joven. Viene una camada buena de poetas jóvenes, que espero que tengan la madurez para enfrentar todo este ruido y toda esta cosa exitosa. Hay un ruido por esta antología que sacó Raúl Zurita. (Cantares)



El ruido de la nueva camada



– ¿Qué te pareció la antología Cantares?
– A mí todas las antologías me parecen bien, en términos de que son un aporte. Yo creo en los lectores, no es los críticos literarios. Los lectores son los que deciden qué le gusta o no de una antología. Lo que sí hay que tener en claro es que los poetas tienes que estar expuestos a la crítica y no solamente a éxito. En general, pasa tanto en los narradores como en los poetas, es que están dispuestos a escuchar buenas palabras de sus libros y no comentarios. Entonces cuando les haces un comentarios sienten que estás destruyendo su obra. Quieren halagos y no comentarios. Hace falta un poco más de comentar más.



– ¿A quiénes halagarías de los que están saliendo?
– Hay un grupo de poetas que están saliendoÂ… Héctor Hernández, Pablo Ilabaca, Gladys González, Diego Ramírez. Un grupo que ha salido del Centro Cultural Balmaceda, donde estos últimos años han pasado muy buenos poetas en esos talleres. Está saliendo un buen grupo y espero que sigan saliendo. Y con más libertad, tienen que tener más libertad en la escritura. No estar pensando en el horizonte.



-¿Están pensando mucho en publicar?
– Tiene que ver también con el exitismo que pasa también en todas las artes en Chile. Una cosa de agarrar rápidamente un éxito. Creo que no, que tienen que estar expuestos a las crítica.



– ¿A todo nivel social?

– Tiene que ver con este exitismo, con esta falta de crítica. Hay mucha impunidad. Cuando la impunidad entra a la literatura es muy complicado. Creo que hay una impunidad por querer mantener una vanguardia, una tradición, mantener eso es muy complicado.



– ¿A qué te refieres con impunidad?
– En Chile hay una manía permanente por lo nuevo. Nueva narrativa, nueva poesía, nueva pintura, nuevo cine. Pero creo que tiene que haber una tradición. Entonces hay un grupo de poetas nuevos, pero que permanecen huérfanos, los nuevos huachos. Se quieren aislar de la tradición. La poesía nace de toda la tradición. En la poesía está la moral, en la lengua poética y en la honestidad de una poesía está la moral de un país.



– Entonces ¿crees que esta nueva camada no está haciendo caso a la tradición? ¿por qué? ¿No lee?
– En gran parte, creo que hay bastante ignorancia en la poesía chilena. Me gustaría que muchos poetas jóvenes leyeran poesía chilena. Han leído muy poco.



– ¿A quienes no han leído bien?
– No han leído bien a Neruda; no han leído bien a Nicanor Parra. No han leído bien a Zurita, a Diego Maquieira, a Carmen Berenguer. Creo que no han leído bien. Cuando se lee bien, se escribe bien.



– Y ustedes, ¿leyeron lo que tenían que leer durante los ’80?
– Nosotros éramos grandes lectores de Tellier, Lihn, Martínez, Zurita, de todo los poetas. Si había una conversación en común, era la poesía chilena.



– ¿De qué se conversa ahora entonces?
– Hablar una hora sobre Elliot a estas alturas, me parece una pérdida de tiempo si no hablamos el mismo idioma. Si hablamos de Elliot en inglés no tengo ningún problema, pero si vamos a estar preguntándonos a estas alturas de las vida si Pound o Elliot son buenos si no manejamos el idioma, eso una voludez. Mi alejamiento de la poesía -por suerte eso me sirvió para alejarme un poco del salón literario- fue cuando escuché una conversación de tres poetas discutiendo su Vallejo era bueno o era malo. Ahí dije no, aquí es tiempo ya de retirarse. O sea, no tengo nada que hacer aquí. Uno se tiene que retirar e irse a leer a la casa tranquilo. No se puede estar discutiendo eso a estas alturas de la vida.



Carver me salvó



– Me dices que para ti es importante tener en cuenta la tradición chilena y por ejemplo, se insiste en que La Manoseada se puede leer la presencia de Maquieira. ¿Cómo conjugas eso con la influencia de la narrativa norteamericana?
– Es una conexión biográfica. A mí Raymond Carver me salvó. Yo estaba en una clínica alcohólica y Carver (en la foto) me llegó ahí. Catedral, el primer libro que llegó a Chile el ’86. Un libro que me llevo un amiga, ella lo había leído en España. Yo estaba internado y me llevó ese libro de regalo. Ese libro me salvó la vida. Los libros salvan la vida.



– ¿Qué tiene Carver?
– Me sentí identificado absolutamente con él. Yo también había arrasado. Era como el maremoto… arrasaba casas de amigos, relaciones sentimentales, todo lo que podía. Era como muchos cuentos de Raymond Carver. Muchas veces me vi tirado en un sillón sin poder levantar la cabeza y cuando me llego ese libro, me di cuenta que había otra forma de contar, de decir las cosas, de ser honesto. Carver me salvó la vida.



-¿Dejaste de tomar?
– Dejé de tomar 6 mesesÂ… me di cuenta que el aburrimiento es malo para la poesía. Creo que hay que vivir la vida intensamente



Ediciones de alta exigencia



A propósito de antologías, Sergio Parra fue incluido en Zur Dos, la compilación de Yanko González y Pedro Araya que lleva el subtítulo de «Última Poesía Latinoamericana» (2004, Paradiso, Argentina). De los 10 poemas suyos que aparecen, hay uno con el que siente que hace el ridículo: Ahora tomo esta hoja en blanco, dice el primer verso. El no lo habría incluido. Es más, a su juicio todo poeta debería estar contento sólo con un poema. De hecho, le gustaría hacer su propia antología de la poesía chilena.



«A mí lo que me apena es no poder citar tanta poesía en la poesía. Tengo cuadernos de textos de poetas que me gustaría publicar. Me gustaría publicar una antología personal de la poesía chilena. Organizar arbitrariamente una antología. A eso me gustaría dedicarme algún día», cuenta y adelanta un par de nombres de los ’80: Malú Urriola, Marcelo Novoa, Guillermo Valenzuela, entre otros.



– A parte de las internacionales, ¿cómo ves la situación editorial en Chile?
– En Chile hay un buen aporte de editoriales alternativas. En los ’80 y ’90 hay aportes de El Temple, Al Margen, ContrabandoÂ… Pero creo que también falta un criterio crítico, tiene que haber curatoría. No hay que publicar por publicar. Hay que pensar en un lector. Es necesario que una editorial mantenga una línea curatorial seriaÂ… no puede pasar como en los discos, que el lado A es bueno y el lado B se va al carajo.



– Hasta ahora sólo has reeditado, ¿tienes pensado editar cosas nuevas con Metales Pesados?
– Tengo ganas de editar, pero que el lector diga, bueno, al lado de Montacerdo, sí, va en una línea seria. Quiero que los libros que se conecten con el lector. No quiero trucos, el lector es muy hábil, no quiere trucos. Figuras, imágenes.. No, no, no. Literatura. Si es vanguardia, que sea vanguardia como corresponde.







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