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Con estrategia suprapartidista, Bachelet busca acentuar quiebre con elite

La táctica inmediata es la prescindencia de la candidata ante los líos entre los partidos, pero si en algún momento su liderazgo es demandado en la negociación parlamentaria, apelaría a encuestas o acuerdos pro Concertación. En la misma línea de considerar la »opinión ciudadana» que recomienda el informe del PNUD, que es la »Biblia» de su estado mayor.


El bacheletismo "es un fenómeno en construcción", afirma Carolina Tohá, diputada del PPD y vocera del comando de la candidata presidencial del oficialismo. La breve oración implica una serie de relaciones sobre el talante, la imagen y el discurso que se prepara diariamente en la sede de calle General del Canto, en Providencia, para el liderazgo de Michelle Bachelet.



Marco teórico de la campaña



La intelligentsia del comando estudia y cita como una Biblia de Jerusalén el informe ‘El poder: para qué y para quién’ del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2004), y ríen de buena gana al constatar que la campaña presidencial de Joaquín Lavín "ya no observa" las sugerencias de esa entidad. En 1998, el líder gremialista tomó la vanguardia y se convirtió en un fervoroso seguidor del PNUD, cuando se detectó "la insatisfacción frente a los políticos, el malestar subyacente con las instituciones y las paradojas de la modernidad".



Entonces, comparan en el comando de Bachelet, Joaquín Lavín capitalizó votos con su discurso de "no político" y de "cambio", pero -más tarde- ante las demandas para "ejercer liderazgo" en la Alianza Por Chile, el candidato terminó "politizándose" al intervenir en las controversias cotidianas del pacto. Hoy, con retraso, debe hacer esfuerzos por "desmarcarse" de la Alianza Por Chile, tomar distancia de Pinochet y centrarse en el debate por la inequidad, factor asumidamente favorable a las pretensiones de la candidata progresista.



Cuestión de liderazgo



El análisis de las lides bacheletistas es una cuestión de ‘liderazgo’, otra de las palabras que más se escucha en las entidades que alimentan la teoría de la campaña (Corporación Tiempo 2000, Fundación Chile XXI, etcétera), y ese liderazgo "en construcción" tiene compenetrada relación con las conclusiones del citado informe:



En el ítem "desafío de los líderes políticos y económicos de Chile", la estadística del PNUD mostró que el 49 por ciento de los encuestados respondió que espera que los líderes conozcan mejor "las necesidades de la gente como uno", en tanto que sólo el 17 por ciento espera "que no tengan miedo a decir lo que piensan". De ahí las críticas a la supuesta "indefinición" de Michelle Bachelet. Hay varios ejemplos que se admiten tras bambalinas y que no son espontáneos. En materia tributaria (cuando recibió la propuesta de la Fundación Chile XXI respondió con un "sin comentarios"). En el caso de la destitución de la directora del Instituto Nacional de la Juventud, Claudia Pinto, la candidata fue consultado por su opinión respecto del lenguaje usado en la publicidad para atraer jóvenes a inscribirse en los registros electorales. Bachelet respondió "creo que es un lenguaje que puede molestar a unos y agradar a otros", aun cuando antes que ella, Soledad Alvear respaldó los polémicos afiches por considerar que "hay que buscar nuevos lenguajes para llegar a los jóvenes". Junto con eso, Alvear sumó a Claudia Pinto a su frustrada candidatura.



Gente como uno



En el concepto de saber mejor las necesidades de "gente como uno" calza el perfil de ‘mujer que es jefa de hogar y que se ha dado el tiempo y la energía para ser ministra de Estado, pero al mismo tiempo, para ser madre y jefa de familia. Michelle se las arregló para salir adelante, para no verse quebrantada por la separación matrimonial. Fue capaz de apretar los dientes y salir adelante con su familia. En definitiva, es una manera nueva que tiene la sociedad de mirar al liderazgo político. Se aleja positivamente de la tradición", según la descripción de Camilo Escalona, secretario general del Partido Socialista.



"Hoy se instalan relaciones más horizontales, especialmente en los ámbitos de la familia, el consumo y el trabajo. Una transformación importante se percibe en el acceso de las mujeres al poder. Los hombres, por su parte, resienten este acceso pero no logran elaborar un discurso propio sobre la situación", dice el informe. En este punto, la intelectualidad bacheletista aduce el ejemplo de Soledad Alvear, en cuanto a su "interés por la familia", en circunstancia que la estadística muestra que el concepto tradicional (biparental) de familia no tiene la misma vigencia en el país. En consecuencia, ese discurso no es operacional a una campaña masiva.



Fin del liderazgo de crisis



El informe constata una "mayor capacidad para procesar conflictos propios de toda sociedad: un 42 por ciento opina que hay que dejar que se muestren los conflictos contra 28 por ciento que mantenía la misma opinión en 2001". Respecto de este dato, los progresistas comparan el "liderazgo bacheletista" con el "liderazgo laguista" (o "contra el viento", como lo llaman), ya que en la campaña presidencial de Ricardo Lagos estuvo más presente el "temor de la ingobernabilidad" (recurso que incluso fue explotado por el senador Andrés Zaldívar, quien insistió en su "mayor capacidad para sustentar gobernabilidad" en las primarias de 1999). De este punto también se desprende que Michelle Bachelet explote la "cercanía", la "franqueza", la "credibilidad" y no la imagen "implacable" y "paternalista" de Ricardo Lagos, un "liderazgo de crisis", según los progresistas, dada la transición incompleta, la detención de Pinochet en Londres (1998) y el accidentado plan de modernización del Estado.



La investigación del PNUD, dada a conocer en el verano, consignó un optimismo frente a las posibilidades económicas. El 63 por ciento dijo haber tenido más acceso a bienes materiales y el 56 por ciento declaró que ha tenido la oportunidad de opinar o vivir como quiera. Esta "voluntad de acción libre e innovadora" es contrapuesta a los "obstáculos culturales e institucionales que impone una distribución muy desigual del poder. Las personas quieren ser más y mejores y para eso quieren ser protagonistas de los proyectos personales y colectivos en los que se involucran, no meros espectadores o beneficiarios".



Elitismo tecnocrático



También señaló que "la elite tiene gran capacidad de establecer relaciones entre sus integrantes, pero no pasa lo mismo con el resto de la sociedad. Más bien, debe enfrentar su tendencia de cerrarse sobre sí misma. Esto implica que para ser parte de la elite parecen tener más peso las relaciones familiares y las influencias que las capacidades y la trayectoria personal". Luego de eso, los procesos de toma de decisión se han concentrado en pequeños grupos «técnicos», que excluyen a otros grupos «no doctos».



Este es un elemento particularmente razonado por la intelligentsia bacheletista, puesto que asumen varios "tsunamis" que vendrán sobre la candidata. Se trata de las presiones del establishment político, donde incluso los medios de comunicación fuerzan con preguntas de los tecnócratas y de los partidos políticos (reformas tributaria o a las AFP, fórmulas de crecimiento económico y combate contra la cesantía). Unos para llevar la discusión al escenario técnico y otros para atrapar el "fenómeno Bachelet", y "domar" un discurso que apelaría a opiniones no tradicionales. "La opinión de los expertos es importante, pero no es la única" ha dicho la abanderada.



El otro riesgo sería la presión de los propios partidos de la Concertación para que "ejerza liderazgo" en la definición de la plantilla parlamentaria. En este sentido, se envió una señal potente la semana pasada, ante la sugerencia del Partido Por la Democracia de que el PS tendría "más espacio" para ofrecer compensaciones parlamentarias por ser el partido de Bachelet. " ¡Eso tenemos que resolverlo nosotros los partidos!", sentenció el presidente del PS, Ricardo Núñez.



Pero «como para hacer tortillas hay que quebrar huevos» (según la expresión de un analista del comando), esta doctrina no es un dogma, porque habrá situaciones excepcionales difíciles de zanjar en la Concertación. El cálculo preliminar es que los partidos no se arriegarían a ceder poder con peligro de perder una opción parlamentaria, pero los bacheletistas explican que se aplicarían un criterio de «campaña ciudadana». A saber, recurrir a encuentas o convocar a los partidos a un diálogo «pro Concertación», siempre que haya seguridad previa de que la disyuntiva puede ser resuelta.



Poderómetro



Después de los medios de comunicación, se ubican -en el ‘Poderómetro’- los ministerios del área económica y los grandes grupos económicos. "En contraste, no habría una sociedad civil poderosa, lo que se refleja en que los sindicatos, los colegios profesionales y las ONG ocupan los últimos lugares de la encuesta".



De esta forma, dice el informe, hay problemas de representación. "Los medios de comunicación de masas tendrán un papel central en su modelación. Los mensajes y conversaciones que ellos producen tienden a definir el espacio de la actividad política y la opinión pública, así como a imponer las agendas de lo que es y no es importante".



En el comando aducen la negativa de Michelle Bachelet de realizar debates televisivos, dada una supuesta "distorsión" de la opinión pública. Por ejemplo, en el debate frente a Soledad Alvear, la "opinión experta" (y los que estaban en el centro de eventos Sur-Activo, en la Región del Bío Bío) dio por ganadora a la ex candidata demócrata cristiana, mientras que a la medianoche las encuestas preliminares ratificaron la predominancia de Bachelet. El senador socialista Jaime Gazmuri (coordinador programático del comando) explicó que -por ahora- rechazarán debates televisivos formales ‘hasta que se definan los candidatos de la oposición‘.



Lo innecesario del debate, la irrelevancia de un programa



Sin embargo, el debate no sería prioritario entre los bacheletistas, a menos que la candidata pueda exponer sus planteamientos sin ser pauteada ni cooptada como "producto político". Habría un propósito de fondo de sumar nuevos integrantes a la elite que toma decisiones, para colaborar en la corrección de vicios en la representatividad, diagnosticada el informe del PNUD.



El 65 por ciento de los encuestados favorece un liderazgo "que sepa escuchar y unir", y el 79 por ciento "estaría dispuesto a sacrificar la rapidez de una decisión importante, a cambio de que se consulte a todas las partes afectadas". Este dato es considerado de relevancia suprema entre los que asisten a Michelle Bachelet, puesto que es el fundamento para evitar definiciones taxativas sobre materias tradicionalmente polémicas. Lo importante, dicen, no sería la opinión de la candidata en sí, sino su capacidad para incluir, escuchar y comprender la nueva "subjetividad social" en proceso de "destradicionalización".



De ahí que la exigencia de un programa de gobierno, supuestamente planteada por los medios de comunicación y de ahí por la elite, no tendría gran relevancia entre los que piensan el bacheletismo como fenómeno en construcción. El tipo de liderazgo sería más importante que un programa, especialmente cuando este significa segmentar a los públicos. Aquí se ejemplifica con la bandera de la clase media y las pyme (que trató de levantar la DC, Joaquín Lavín y ahora Sebastián Piñera). El bacheletismo no asumiría la existencia de ese nicho de electorado como tal, porque no sería funcional al voto masivo y al discurso de la inclusión y de la nueva forma de ejercer el poder. "Las campañas se ganan en las bibliotecas", sentencia un analista de la Corporación Tiempo 2000.-




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