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Peña acusa a Larraín de clientelismo y realiza minuciosa radiografía de la derecha

«¿Cómo explicar la carrera crepuscular y al mismo tiempo meterórica de Carlos Larraín?», es la pregunta que el rector de la Universidad Diego Portales intenta responder por medio de un análisis meticuloso de las acciones del timonel de RN dentro de su partido y en comparación con su par UDI. Su hipótesis es firme y concisa: «relaciones clientelísticas, sin racionalidad política de largo plazo y sin ideas».


Los vaívenes en la relación de unidad y de —cuestionable— complicidad de la Coalición, han sido objeto durante la última semana de innumerables reacciones, algunas, que ponen en duda la estabilidad de la derecha en la última fase de gobierno y, otras, que intentan apaciguar las aguas aludiendo a una falta de coordinación política que, tal como declaró el ministro del Interior, Andrés Chadwick, se conversó y se decidió dejar atrás con una vuelta de página.

Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales, una vez más, no queda exento de las variadas opiniones comentadas desde que el timonel de RN, Carlos Larraín, sacara a relucir diferencias con el gobierno a través de su frustrada renuncia a la presidencia del partido.

En su columna dominical en El Mercurio, llamada «Don Carlos», Peña hace una revisión y crítica de la, según él, «meteórica carrera política» del timonel del partido gremialista y su llegada como líder de uno de los partidos más importantes de la política chilena, que no se condice con las formas «normales». «Lo normal es que en la democracia los dirigentes hagan un trayecto más o menos fatigoso y largo». Formas de acceder a cargos de mayor peso, que Peña relaciona directamente con el método de hacer política de la UDI.

«Un buen ejemplo de un partido que alienta esa trayectoria es la UDI. Se oye a menudo que en él la dirigencia se renueva poco; lo que no se advierte es que en él los atajos no se admiten. El resultado está a la vista: a pesar de arrastrar la sombra de la dictadura, se convirtió en uno de los partidos más importantes. ¿Cómo lo hizo? A fuerza de socializar a sus miembros en la disciplina de la política. Balzac decía que el talento no era más que una larga paciencia. Lo mismo puede decirse del éxito colectivo en política», afirma Peña, que en un intento de desmenuzar el poder de Don Carlos, como lo llaman los militantes de RN, le es inevitable compararlo con la dirigencia del partido del timonel Patricio Melero.

La trayectoria política a la que el columnista hace alusión, comprende que «el esfuerzo por obtener cargos de elección popular, pujar en las asambleas, morder una o dos veces la derrota y hacer vida partidaria, son casi siempre indispensables. Y todo eso no es ni una pérdida de tiempo, ni un rito inútil: a través de él los partidos reprimen la subjetividad de sus integrantes, socializan a sus miembros en las reglas del juego de la política, seleccionan a los más capaces, identifican los talentos».

En base a eso, es decir, «si la regla general es que los liderazgos en política sean el fruto de una larga paciencia», Peña desprende la siguiente pregunta: «Cómo explicar la carrera crepuscular y al mismo tiempo meterórica de Carlos Larraín?.

«Las carreras meteóricas en la política si se atiende a la edad de Larraín, la suya fue muy tardía, pero si se atiende al tiempo que le tomó, fue rápida. (…) Su nombre llegó a los oídos del público por el entusiasmo que puso en un tranvía o metro elevado que, imaginaba, llegaría hasta Los Dominicos. Animado por ese sorprendente proyecto de bien público, escribía una y otra vez Cartas al Director y reñía con el alcalde De la Maza. Era un entusiasta y dedicado concejal», recuerda Peña, remontándose a los inicios de la carrera de Don Carlos para lograr una respuesta.

Sin embargo, a su juicio, la explicación de por qué Larraín se convirtió en líder de la derecha, «si es que líder es lo mismo que dirigente», es obvia: clientelismo.

«El clientelismo es una relación social asimétrica, en que una de las partes (el patrón) dispone de bienes o recursos que, a cambio de lealtad, entrega a otros (los clientes). Se trata de un estilo doméstico de ejercicio del poder que, según explica la literatura, suele encontrarse en los sistemas políticos latinoamericanos permeados largo tiempo por estructuras sociales como la hacienda», esclarece Peña con una explicación casi de diccionario.

«Es un hombre (Larraín) de recursos que en vez de dedicarse a la acumulación ascética o al consumo conspicuo, ha financiado campañas municipales y parlamentarias. De esa manera —es un secreto a voces— habría construido una amplia red de lealtades en torno suyo», asevera Peña, quien considera que los resultados de este método están a la vista por la atención desmedida de la subjetividad del timonel RN, es decir, sus ocurrencias, arrebatos, su ánimo cotidiano, ha pasado a ser un factor político.

«Esto muestra, como en un resumen, el problema central de RN: que ha consentido en su interior relaciones clientelísticas, sin racionalidad política de largo plazo y sin ideas», concluye Peña.

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