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La trastienda de La Haya y la resurrección del canciller Moreno Altibajos en su relación con el Presidente y en la gestión de la política exterior

La trastienda de La Haya y la resurrección del canciller Moreno

Las mayores deficiencias de la diplomacia chilena durante la administración piñerista se dieron respecto de Ecuador y Brasil. A principios de mayo de 2011, Quito y Lima suscribieron un acuerdo en el que fijaron el límite marítimo común. Así, Ecuador se alejó de su tradicional postura, favorable a Chile, de refrendar explícitamente los tratados de 1952 y 1954 como acuerdos limítrofes. Fue un golpe duro para Chile que motivó, en su minuto, reuniones de emergencia en el ex Hotel Carrera.


La noche del jueves 13 de diciembre el Presidente Sebastián Piñera entregó una orden inusual: pidió que le habilitaran un dormitorio que está instalado en el sector donde trabajan los asesores del segundo piso en La Moneda porque dormiría esa noche en Palacio para ver al día siguiente, junto al Canciller Alfredo Moreno, desde las 06.00 horas la transmisión del cierre de los alegatos de Chile ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya. A diferencia de la semana anterior, en Palacio esa jornada había tranquilidad y el titular de Relaciones Exteriores recuperaba terreno tras meses de roces con el jefe de Estado.

¿La razón? Dos días antes el abogado francés Alain Pellet, agente de Perú, había reconocido en la intervención final de la diplomacia limeña que la Declaración de Santiago de 1952 era un tratado, aunque no fronterizo. Sin embargo la sola validación que hizo Pellet alejó los fantasmas de una resolución equitativa por parte del tribunal internacional. “Tenemos la certeza de que lo trascendental, que es que la frontera desde el Hito 1, el paralelo, se va a ganar y que sólo está en riesgo el triángulo externo”, resume un importante asesor piñerista. El actual escenario es el mejor al que podría aspirar el país y aunque no es fruto de la gestión de Moreno, porque la defensa se estructuró durante la administración bacheletista y la tesis de las cuerdas separadas finalmente benefició a Perú, que se alió a Ecuador y logró una mejor relación que Santiago con Brasil y Argentina, el ingeniero es uno de los mayores beneficiados. Antes de esta bonanza hubo traspiés y más de un trago amargo por la inexperiencia de Moreno y el protagonismo fuera de libreto del mandatario.

El “inamordazable” y los errores no forzados

El cargo de Moreno originalmente no era para él. En el imaginario de los partidos políticos, RN corría con ventaja y para Relaciones Exteriores había solo dos nombres: Andrés Allamand y el ex ministro de Justicia, Teodoro Ribera, quien encabezó esta área en los grupos Tantauco. De hecho, fue Ribera quien convenció a Piñera de que era improcedente modificar el grupo de agentes de La Haya encabezados por Alberto Van Klaveren. El nombre de Moreno fue una mala sorpresa para las colectividades, aunque no en un grado mayor que los otros desencantos porque en la práctica en el diseño del gabinete original, con el que Piñera pretendía gobernar los cuatro años, los partidos no tuvieron influencia alguna.

Con todo, el canciller aprendió ciertos códigos más rápido que el Presidente. Alertado en marzo de 2010 por la Casa Rosada de que la Presidenta Cristina Fernández enviaría a Santiago en septiembre de ese año la cartografía oficial con los límites de Campos de Hielo Sur, Moreno buscó frenar cualquier información respecto de esta materia con la premisa de que el Estado no podía mantener dos temas limítrofes pendientes a la vez y la prioridad era la fase escrita en La Haya. El Mandatario, no obstante, rompió esta doctrina. Durante una gira a Madrid en mayo de ese año, para la VI Cumbre ALCUE, el gobernante se encargó de socializar con la delegación de parlamentarios su preocupación por el asunto pendiente con Buenos Aires. Tanto se refirió al tema que el asunto trascendió a la prensa y fiel a su estilo, Piñera lo abordó públicamente. “Tenemos algunos temas pendientes del pasado, entre ellos está la delimitación de un tramo de Campos de Hielos entre el Monte Fitz Roy y el Monte Murallón, en el cual hemos estado trabajando y vamos a seguir trabajando y tenemos también el tema que Perú llevó ante el Tribunal Internacional de La Haya en el cual también estamos trabajando», dijo en la ocasión.

Al retornar a Chile, recuerda un personero de gobierno, Moreno le hizo ver al jefe de Estado su incomodidad con la situación, pero Piñera no consideró que hubiera cometido un error. En noviembre, en Lima, repetiría la actitud distendida para abordar temas complejos cuando sostuvo una reunión de una hora y media con el entonces presidente de Perú, Alan García, en la que brindó con su par con pisco sour. Nunca la ex Presidenta Michelle Bachelet, que tuvo una relación distante y tensa con el ex gobernante peruano, protagonizó una escena similar. Tras la cita, García comentó que “en ningún momento puedo poner límites a lo que se discuta cuando dos personas están juntas, eso es absurdo, tendría que amordazar al Presidente Piñera, que además es inamordazable’ como han visto”.

[cita]La percepción mejoró tras la intervención de Pellet y con ello también la posición de Moreno en el gabinete. El viernes 14 ambos vieron confiados el cierre de los alegatos de Chile. Un ministro comenta que si bien Piñera no pudo cumplir su objetivo de tener un equipo ministerial como el de Patricio Aylwin, es decir, que lo acompañara durante todo su mandato, al menos esa semana reafirmó su intención de llegar al final de su administración con dos secretarios de Estado que lo acompañaron desde un principio: Felipe Larraín en Hacienda y el resucitado Moreno en Relaciones Exteriores.[/cita]

 Posteriormente, en abril de 2011, fue Moreno quien mostró escaso manejo en un área donde los gestos son cruciales. En pleno balotaje en Perú, Piñera debía suscribir en Lima el Acuerdo del Pacífico junto a los presidentes de Perú, México y Colombia. Antes de partir, el titular de Exteriores le garantizó que podía ir tranquilo porque estaba descartado —tras una serie de conversaciones— cualquier encuentro con los entonces candidatos Ollanta Humala y Keiko Fujimori. Al llegar a Palacio Pizarro, Alan García les tenía una sorpresa: una reunión con ambos personeros.

Fue un trago amargo, pero no el peor: las mayores deficiencias de la diplomacia chilena durante la administración piñerista se dieron respecto de Ecuador y Brasil. A principios de mayo de 2011, Quito y Lima suscribieron un acuerdo en el que fijaron el límite marítimo común. Así, Ecuador se alejó de su tradicional postura, favorable a Chile, de refrendar explícitamente los tratados de 1952 y 1954 como acuerdos limítrofes. Fue un golpe duro para Chile que motivó, en su minuto, reuniones de emergencia en el ex Hotel Carrera.

Otra alianza que no se fortaleció fue la histórica con Brasil. Las relaciones diplomáticas se enfriaron por la paralización de la central termoeléctrica Castilla y la decisión final de la Corte Suprema de rechazar en agosto la construcción del megaproyecto a 80 kilómetros de Copiapó y que implicaba una inversión del empresario brasileño Eike Batista de US$ 5.200 millones. En todo este periodo, la presidenta Dilma Rousseff nunca ha visitado el país, a pesar de que en cinco oportunidades el Gobierno la ha invitado, la primera vez fue en noviembre del 2011, luego de que Rousseff ganara la presidencia.

Desde entonces ha viajado a Cuba, Haití, Argentina, Estados Unidos y, más recientemente, a Perú, donde asistió a la cumbre de países árabes y latinoamericanos. En los últimos meses la Cancillería ha invertido esfuerzos en que asista a la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños y la Unión Europea, que se realizará en Santiago los días 26 y 27 de enero de 2013 y que al día siguiente efectúe, al fin, una visita oficial.

Cuerdas separadas

Dicen en La Moneda que una de las recomendaciones que le dio Bachelet a Piñera en 2010 fue mantener la estrategia de las cuerdas separadas con Perú, es decir, conservar las buenas relaciones económicas y encapsular el conflicto. El problema, sostiene un colaborador presidencial, es que el consejo tenía matices que desde Relaciones Exteriores no fueron leídos. Así, por ejemplo, la administración precedente mantuvo una buena relación comercial con Perú, pero se encargó de mantener alianzas estrechas en la región y además de realizar un fuerte lobby en Europa. El Ejecutivo actual sólo se confió en la labor encabezada por Van Klaveren y descuidó practicar la diplomacia. En diciembre de 2010, el embajador de Chile ante La Haya, Juan Martabit, coagente ante la Corte Internacional de Justicia, envió un informe a Cancillería en que advertía que la imagen chilena se había deteriorado en los círculos de la Corte y que se había instalando la idea de que Chile era el “país problema” en este litigio (https://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2012/03/22/peru-avanza-instalando-imagen-de-chile-como-“mal-vecino”-en-circulos-de-la-haya/).

Desde Relaciones Exteriores el tema se derivó a Defensa donde se optó únicamente por transparentar el gasto en armamento cuando lo que Marabit pedía era explicar la posición de Chile en el diferendo. Previendo un escenario difícil, Piñera este año le pidió a Moreno endurecer el tono, algo que no se hizo desde 2010 y en el círculo del mandatario se dice que hubo roces entre ambos luego de que se conociera el fallo de la Corte en la demanda que interpuso Nicaragua contra Colombia. Fue el punto crítico, ya que se instaló la certeza de que podía existir una resolución en equidad en el caso de Chile y la política diplomática de Moreno mostró todas sus costuras. Sin embargo, Piñera ya estaba embarcado y salió a defender con más fuerza que convicción el camino de las cuerdas separadas en Tolerancia Cero el 2 de diciembre, un día antes de que se iniciara la fase oral. De paso, y ante un previsible fallo negativo para Chile, aseguró que hubo “errores anteriores” en cómo se manejó la política exterior.

La percepción mejoró tras la intervención de Pellet y con ello también la posición de Moreno en el gabinete. El viernes 14 ambos vieron confiados el cierre de los alegatos de Chile. Un ministro comenta que si bien Piñera no pudo cumplir su objetivo de tener un equipo ministerial como el de Patricio Aylwin, es decir, que lo acompañara durante todo su mandato, al menos esa semana reafirmó su intención de llegar al final de su administración con dos secretarios de Estado que lo acompañaron desde un principio: Felipe Larraín en Hacienda y el resucitado Moreno en Relaciones Exteriores.

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