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Un país de padres e hijos, de tíos y sobrinos, de nueras y ex yernos Opinión

Un país de padres e hijos, de tíos y sobrinos, de nueras y ex yernos

La siguiente columna, sobre las redes familiares y el poder, a propósito de los casos de corrupción que sacuden ña política, la escribió el periodista Óscar Contardo y fue publicada en La Tercera.


La endogamia parece ser, más que un rasgo de nuestra sociedad, una especie de sello o matriz cultural que se perpetúa de distintas maneras y afecta nuestra manera de ver el mundo. La confianza, por ejemplo, es una experiencia que en Chile sólo parece ser posible cuando existen lazos de sangre o cuando se pueden establecer cuerdas genealógicas que unan a fulano con zutano, a ambos con mengano y a todos con la fuente del dinero y el poder. Una manera de vida feudal injertada en un modelo de mercado, como un órgano extraño que produce síntomas curiosos que sólo parecen revelarse cuando el paisaje es sacudido por un estruendo, como el vendaval de boletas de los casos Penta y SQM. Entonces -gracias a la lluvia de nombres involucrados-, aparece el intrincado mapa de relaciones que nunca son del todo profesionales; vínculos que funden parentescos con posgrados y destreza académica con lazos familiares. Un país de padres e hijos, de tíos y sobrinos, de nueras y ex yernos.

En este contexto no es para nada raro que Chile tenga el peor índice de confianza interpersonal entre los países de la Ocde: confiar aquí es un asunto doméstico, restringido al ámbito privado y en contadas oportunidades algo que se extiende hacia el ancho mundo de lo público, en donde la mayoría serán simples desconocidos. En este hábitat es donde surge otra curiosidad local, también reflejada en el escándalo de las boletas: la relevancia y prosperidad de la industria de las comunicaciones estratégicas.

El ámbito de las oficinas de expertos en comunicaciones es una especie de consecuencia inesperada del retorno a la democracia. Las comunicaciones estratégicas durante la transición tuvieron el rol del broche que acercaba dos mundos separados -el del nuevo poder político y el empresarial- que a fin de cuentas tenían que empezar a convivir en democracia. Todo indica que la confianza entre ellos resultó mucho más alegre de lo que se pensaba: elaboraron una nueva lengua franca que practican con fluidez pasmosa a juzgar por el caso SQM.

Los expertos del rubro aparecen ahora instalados justamente en ese punto en donde se cruzan tradiciones sociales de carácter feudal con la ética de las empresas modernas y en donde la valla entre el Estado y el mercado ha revelado ser más que una barrera, una especie de adorno molesto conservado para guardar las apariencias.

La crisis política en curso es una oportunidad para reflexionar sobre la relación entre política, dinero, endogamia y confianza. Una buena manera de partir es respondiendo una pregunta simple y directa: ¿Dónde termina la comunicación estratégica y dónde empieza el tráfico de influencias?

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