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Peña dice que desalojo del Instituto Nacional muestra que en la educación hay falta de respeto a los maestros y que los estudiantes son indisciplinados Asegura que hay un grave problema que aqueja a las instituciones educativas

Peña dice que desalojo del Instituto Nacional muestra que en la educación hay falta de respeto a los maestros y que los estudiantes son indisciplinados

«Como la terapia psicológica o psicoanalítica, la relación educativa es, por esencia, voluntaria. No es posible enseñar si quienes son los destinatarios de la educación no se disponen voluntariamente a aprender. Para aprender y para educarse es indispensable cierta disposición autónoma a la disciplina. Sin esa disciplina autónoma, la educación no es simplemente posible», sostiene el rector de la UDP.


El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, sostiene que el desalojo que sufrió el pasado viernes el Instituto Nacional, demuestra que existe un grave problema que aqueja a las instituciones educativas, como la falta de respeto hacia el profesor y que sus estudiantes carecen de disciplina.

En su habitual columna de EL Mercurio, el académico explica que lo acontecido en el Instituto Nacional muestra buena parte del «grave problema que aqueja hoy a las instituciones educativas: el deterioro de las únicas condiciones que las hacen posibles».

A su vez, menciona que la educación posee tres condiciones que actualmente, a su juicio, están deterioradas o en vías a languidecer, por lo que se hace necesaria recuperarlas.

En cuanto al primer punto, Peña sostiene que es la cierta simetría entre quienes la integran, «sea que se trate de una escuela o de una universidad. La comunidad de profesores y de estudiantes de que habla en las Siete Partidas Alfonso Décimo, el Sabio, no es una comunidad igualitaria en el sentido de que todos sus miembros posean la misma situación vital. Cosa distinta, los integrantes de las comunidades educativas –y esto vale lo mismo para una universidad que para una escuela– poseen diverso destino».

Y menciona que la mayoría de los estudiantes son «aves de paso», que apenas obtengan su título la abandonan, pero que otros de sus miembros «la mayoría de sus profesores, encuentran en la institución el lugar, el único lugar, apto para desarrollar su vocación y su trayectoria vital. En otras palabras, entre los miembros de la institución educativa hay algunos que la habitan como una parte episódica de su vida y otros para los cuales la experiencia de estar en ella es casi coincidente con su trayectoria vital. De ser así las cosas, ¿por qué tratar entonces a esas personas como si fueran equivalentes, como si su voluntad fuera en todo igual?».

Otro punto que aborda es el hecho de reconocer la necesidad que tiene la tarea educativa de contar con la autoridad de un maestro y «esto es algo en lo que insisten desde San Agustín a Kant. Este último llegó a decir que el hombre es un animal que necesita un maestro. Por eso la educación requiere una cierta confianza obediente, por llamarla así, en el maestro, en el profesor. Y esa confianza obediente no es servilismo intelectual, sino al contrario: sin ella nunca se adquiere la verdadera independencia de pensar por sí mismo».

«Para pensar de manera independiente –lo dice Kant, quien acuñó el lema de la modernidad: atrévete a pensar por ti mismo– es indispensable tener la experiencia de contar con un maestro. Y esto es desgraciadamente lo que hoy día falta. Cuando los estudiantes quieren incidir en todos los aspectos de su propia formación –desde el contenido de lo que habrían de aprender hasta la secuencia en que lo recibirán o la forma de evaluarlo– están desconociendo esa condición que subyace a la experiencia educativa», agrega.

El rector también hace mención a la disciplina en la tarea educativa, la cual a su juicio no es algo que venga de afuera, sino que de dentro y es, asimismo, algo que debe surgir espontáneamente de sus partícipes.

«Como la terapia psicológica o psicoanalítica, la relación educativa es, por esencia, voluntaria. No es posible enseñar si quienes son los destinatarios de la educación no se disponen voluntariamente a aprender. Para aprender y para educarse es indispensable cierta disposición autónoma a la disciplina. Sin esa disciplina autónoma, la educación no es simplemente posible», sostiene.

Y remata con que esas «tres condiciones de posibilidad de la educación –reconocer la asimetría entre la trayectoria vital de estudiantes y profesores; aceptar la necesidad de un maestro, y recordar que la educación requiere la disciplina voluntaria de los estudiantes– son las que están fallando en Chile y cuya muestra más elocuente es la situación por la que atraviesa hoy día el Instituto Nacional».

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