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El Estado Mayor del oficialismo o la estrategia para contrarrestar el vacío de poder Preocupación en la Nueva Mayoría ante la ausencia de un liderazgo nítido

El Estado Mayor del oficialismo o la estrategia para contrarrestar el vacío de poder

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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El tema se trató el lunes por la noche en la cena de los presidentes de la Nueva Mayoría en la casa del DC Jorge Pizarro, donde el diagnóstico apuntó a que, sin un buen clima político interno en el oficialismo y sentido unitario, es poco lo que se puede hacer en lo que resta de Gobierno. El formato nuevo obliga a que los partidos tengan un papel de mayor peso, que sus dirigentes y/o caciques pasen a ser articuladores reales y que no solo se dediquen a “ir a las reuniones los lunes en La Moneda”, como cuestionan varios parlamentarios.


No está zanjado, es una estrategia, una fórmula que se está afinando entre el Gobierno y los partidos de la Nueva Mayoría para redistribuir el poder interno en La Moneda, que permita despejar las dudas instaladas en el ambiente político sobre la posibilidad de que la administración bacheletista zozobre antes de marzo del 2018. Una suerte de Estado Mayor político que administre al Gobierno, que resuelva la coyuntura, que tome las decisiones cotidianas, ante la ausencia de un poder real potente que aglutine, ordene y ejerza el liderazgo que requiere en estos días el oficialismo frente a un complejo escenario de baja popularidad, crisis de confianza en las instituciones y la clase política, desaceleración económica, a lo que se suma la serie de errores cometidos por las autoridades de Palacio.

La caída sostenida de la Presidenta Bachelet en las encuestas, al 26% que marcó en la última Adimark, ha alimentado la sensación colectiva de “vacío de poder” en La Moneda, porque ahora que su figura –explican en el propio Palacio– ya no cuenta con el beneplácito de la opinión pública que la tenía en el Olimpo de la aprobación ciudadana, su liderazgo ya no ejerce la misma influencia de antes.

A eso se suma –agregan en el oficialismo– que los últimos roces públicos de la Mandataria con su ministro del Interior, Jorge Burgos, hace unas semanas –que obligaron a establecer una suerte de pax romana entre los dos– dejaron en evidencia algo que ya se comentaba transversalmente en la coalición de Gobierno y en el propio Ejecutivo: que el secretario de Estado aún no ejerce del todo su poder.

En la Nueva Mayoría reconocen que cuando habla Burgos no se entiende que lo esté haciendo por la Mandataria, que él sea “su voz”, como sucedía con Rodrigo Peñailillo, una transferencia que lo fortalecía a tal punto que le infería un poder más allá del que obtenía por sí solo el cargo de ministro del Interior. “Es cierto que Burgos no ha logrado ser el primus inter pares del gabinete”, reconoce un alto asesor de Palacio.

No es que el ministro Burgos no esté cumpliendo con las funciones propias de Interior, lo está, sentencian en el gobierno y ponen como ejemplo que la salida de Francisco Huenchumilla de la Intendencia de la IX Región fue una decisión de él, en la que la Mandataria no se involucró. Pero el escenario actual –recalcan en la coalición– requiere que la autoridad DC se empodere aún más, que se instale con “un liderazgo más allá de la formalidad” para que este colectivamente se le reconozca.

Estos factores han llevado a que en asesores, autoridades, dirigentes y parlamentarios ronde la tesis del Estado Mayor.  No se trata de un “golpe blanco” a Bachelet, coinciden y recalcan en la Nueva Mayoría y en el seno de La Moneda, sino de una forma de redistribuir de funciones, que la Mandataria ceda parte de su poder a su comité político para que la toma de decisiones cotidiana esté radicada en sus ministros y no en ella.

En esta estrategia, la idea es que la Presidenta “vuelva a salir a la calle”, que esté enfocada en los viajes al extranjero, en visitar mucho más regiones, recuperar el contacto directo con la ciudadanía, que se salga de la coyuntura, que solo marque los grandes acentos y se instale en los temas de Estado, como La Haya, la agenda internacional, que su despliegue esté en las áreas donde no hay incendios, como viviendas y caminos, en “obra material” que mostrar. “Algo así como el modelo que se usó con Eduardo Frei Ruíz-Tagle en su mandato”, recordaron varios asesores gubernamentales.

En paralelo, el “Estado Mayor” –entiéndase el comité político más los timoneles de partido o los verdaderos caciques que cada colectividad oficialista posee en las sombras– se dedica a negociar entre ellos, a ordenar y ejecutar la hoja de ruta gubernamental.

[cita] Del tema del alcohol, diversas fuentes consultadas coinciden en que La Moneda ya detectó que el origen del rumor se desató después de la gira presidencial a Europa –Italia, Francia y Bélgica– que se realizó del 2 al 10 de junio y a la que la Mandataria asistió con una nutrida delegación política y empresarial. Afirman que, una vez en Santiago, fue desde sectores empresariales que comenzó a circular la versión de que las cenas fueron “excesivamente regadas” y que la Presidenta bebía mucho. Quienes conocen a la Mandataria hace años, aseguran que se ha caracterizado siempre por disfrutar, por “gozar” de cenas, bebidas, bailes, cocinar, pero que también ha sido un sello de ella “tener muy buena cabeza” y que jamás ha perdido el control. [/cita]

Algo de eso fue lo que se trató el lunes por la noche en la cena de los presidentes de la Nueva Mayoría en la casa del DC Jorge Pizarro, donde el diagnóstico apuntó a que, sin un buen clima político interno en el oficialismo y sentido unitario, es poco lo que se puede hacer en lo que resta de Gobierno. Por esa razón, resolvieron –explicó uno de los presidentes que participó de la comida– apoyar y apuntalar al comité político, establecer una agenda clara de trabajo con los ministros para comenzar a fraguar este diálogo y trabajo de mayor densidad política entre ambas instancias.

Dicho formato obliga a que los partidos tengan un papel de mayor peso, que sus dirigentes y/o caciques pasen a ser articuladores reales y que no solo se dediquen a “ir a las reuniones los lunes en La Moneda”, como cuestionan varios parlamentarios.

Así –explicaron–, en este diseño el ministro Burgos, es el responsable de “administrar” el Gobierno y, en paralelo, apropiarse de la agenda pública de seguridad ciudadana, para cerrar ese flanco que explota la derecha ante la ciudadanía. Su par de la Segpres, Nicolás Eyzaguirre, se aboca 100% al Congreso y el jefe de la billetera fiscal, Rodrigo Valdés, desde Hacienda, se enfoca en fortalecer los puentes con el sector privado y mantener neutralizado “el temor” de los empresarios.

La clave de esta fórmula pasa por dos elementos aún pendientes. Que este Estado Mayor –recalcan en el oficialismo– interprete a la Mandataria, porque de lo contrario se producirá una “distorsión pública” no menor, similar a la que provocó la llamada dupla Burgos-Valdés, que terminó mal evaluada por el propio comité político, por ser considerada una ruta errada aparecer permanentemente en contraposición a la Mandataria.

El otro factor es que la Presidenta efectivamente acate plenamente este diseño, ya que varios parlamentarios que la conocen hace años y asesores de Palacio, reconocen que una piedra de tope puede terminar siendo la conocida “porfía” de la Mandataria, a lo que se suma que no todos en el oficialismo comulgan con la fórmula y advierten que es complejo implementar la idea en un régimen político excesivamente presidencialista como el chileno.

Reguero de pólvora

En La Nueva Mayoría y especialmente desde el Gobierno insisten en que la fórmula del Estado Mayor no apunta a generar una sensación de “no mando” de la Presidenta Bachelet y agregan que nadie busca desestabilizarla, pero sí reconocen que la tendencia a “aislarse” de la Mandataria, la “soledad política” en la que se encuentra, su insistencia en dialogar poco con sus autoridades, ha complejizado los intentos gubernamentales por tomar las riendas de la agenda, ordenar las huestes y marcar un punto de inflexión del pedestre rendimiento gubernamental de este año.

Explican que también se ha hecho necesario proteger la imagen presidencial ante lo que observan son intentos subterráneos, y otros no tanto, por desprestigiar a Bachelet, instalar la idea colectiva de que no está capacitada para gobernar y, así, tratar de forzar su salida temprana de Palacio.

Sacan a colación la lluvia de críticas públicas de figuras de la ex Concertación, como José de Gregorio y René Cortázar, que semanalmente tienen tribuna –recalcan en el oficialismo– para torpedear a La Moneda. Ya lo advirtió esta semana el senador del MAS, Alejandro Navarro, quien en Radio Bío Bío dijo que con declaraciones como las del ex ministro de Transporte de Bachelet en su primer Gobierno “uno no sabe si están opinando para apoyar a la Presidenta o para apoyar la salida prematura de la Presidenta”.

Pero lo que más preocupa en estos días en el oficialismo es la “ola de rumores malintencionados” que apuntan a instalar la duda respecto a que la Presidenta esté en control de sí misma y que eso afecte la toma de decisiones.

No hay parlamentario, dirigente y asesor gubernamental que en los últimos quince días no reconozca que ha escuchado la versión de que la Presidenta está tomando más alcohol de la cuenta y que, en paralelo, está bajo el efecto de varios medicamentos –como analgésicos para una dolencia que tiene en la rodilla por un problema a los meniscos–, antidepresivos y los recetados para su hipertensión. A tal punto se ha esparcido el rumor como reguero de pólvora en estas dos semanas, que varias figuras del oficialismo confiesan en privado que incluso han sondeado en La Moneda, han preguntado y han chequeado si la información que circula sin control tiene sustento.

A todos se les ha descartado tajantemente desde Palacio. En el Gobierno reconocen lo de los medicamentos, pero ninguno –recalcan– tiene la característica de inhabilitar a Bachelet o perjudicar su capacidad de decisión. Además, quienes están en reuniones de trabajo con la Mandataria afirman que sigue igual que siempre, “aguda y en control del cargo”. “Las versiones que cuestionan su salud son preocupantes, porque buscan debilitarla, instalar la idea de una incapacidad para tratar de adelantar el término de su mandato”, precisaron desde el Ministerio del Interior.

Estos rumores han encontrado su caldo de cultivo en la sombra permanente que ha rondado a la Presidenta desde el año 2002: la fragilidad de su salud. No hay que olvidar que ese año, mientras era ministra de Defensa, sufrió un aneurisma cerebral, del que fue operada exitosamente, aunque todo el país vio la imagen en televisión de Bachelet en camilla siendo transportada de urgencia y desde entonces, cada cierto tiempo, se habla soterradamente de su salud.

Eso sucedió el año 2013, en su segunda campaña presidencial, cuando un mensaje en Twitter del analista político Patricio Navia hizo corre el rumor de nuevos problemas de salud de la entonces candidata: «Después de lo que pasó con (Pablo) Longueira, Bachelet debiera aclarar supuesto problema de salud que no le permite estar de pie por mucho rato».

Del tema del alcohol, diversas fuentes consultadas coinciden en que La Moneda ya detectó que el origen del rumor se desató después de la gira presidencial a Europa –Italia, Francia y Bélgica– que se realizó del 2 al 10 de junio y a la que la Mandataria asistió con una nutrida delegación política y empresarial. Afirman que, una vez en Santiago, fue desde sectores empresariales que comenzó a circular la versión de que las cenas fueron “excesivamente regadas” y que la Presidenta bebía mucho. Quienes conocen a la Mandataria hace años, aseguran que se ha caracterizado siempre por disfrutar, por “gozar” de cenas, bebidas, bailes, cocinar, pero que también ha sido un sello de ella “tener muy buena cabeza” y que jamás ha perdido el control.

En el Gobierno y en la Nueva Mayoría coinciden en que este tipo de “operaciones de poca monta” y ensañamiento antes estaban contenidos, no surtían efecto, ya que chocaban con los altos índices de popularidad que Bachelet gozó durante la mayor parte de su carrera política, desde que asumió como ministra de Salud en el Gobierno de Ricardo Lagos. Hoy eso cambió, agregan, el caso Caval destruyó su inmunidad en las encuestas, la convirtió en una política más, igual al resto, susceptible a todo tipo de maniobras para tratar de hacer tambalear su figura.

“Hay ensañamiento con Bachelet”, aseguró un dirigente de la directiva del PPD, y desde la bancada de diputados del PS aseguran que “esto tiene olor a querer generar una cierta ingobernabilidad”, en tanto que en la DC cuestionan que se intente poner en tela de juicio “su capacidad de autocontrol y toma de decisiones”.

El timonel del PR, Ernesto Velasco, junto con catalogar de lamentables los rumores que dañan la dignidad de las personas, advirtió que “es jugar con fuego intentar debilitar la figura presidencial, más aún con un escenario internacional complejo, con desafíos como La Haya, la relación con Bolivia y la crisis económica”.

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