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¿Qué será lo que no entiende Sergio de Castro? Opinión

¿Qué será lo que no entiende Sergio de Castro?

Patricia Politzer
Por : Patricia Politzer Periodista y ex Convencional Constituyente.
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El documental Chicago Boys es un imperdible para entender el país en que vivimos. Para comprender lo que es capaz de hacer un grupo de fanáticos cuando nadie puede oponerse a su iluminismo. Durante su exhibición, el público se ríe y mueve la cabeza, incrédulo frente a lo que escucha. Y es que la película no es un sesudo tratado de economía (lo que frustra a algunos) sino el retrato –más bien el autorretrato– de sus protagonistas.


El documental Chicago Boys es un imperdible para entender el país en que vivimos. Para comprender lo que es capaz de hacer un grupo de fanáticos cuando nadie puede oponerse a su iluminismo.

En 85 minutos –que se pasan volando– Carola Fuentes y Rafael Valdeavellano nos permiten conocer a fondo –con una mirada aparentemente cándida– a ese grupo de economistas, que estudió en la Universidad de Chicago en la década del 50, que importó la receta del neoliberalismo como si fuera la verdad revelada y que, gracias a la brutal represión de la dictadura, logró imponerla sin importar sus costos y consecuencias.

Durante su exhibición, el público se ríe y mueve la cabeza, incrédulo frente a lo que escucha. Y es que la película no es un sesudo tratado de economía (lo que frustra a algunos) sino el retrato –más bien el autorretrato– de sus protagonistas. Esos hombres exitosos, con prestigio internacional, que llenan auditorios para dictar cátedra y que, en pleno siglo XXI, son capaces de decir sin arrugarse que–cuando fueron ministros– estaban seguros que los detenidos desaparecidos y las torturas en tiempos de Pinochet eran puras mentiras, que hoy sienten pena por los torturados y los torturadores, que de haber sabido habrían actuado igual, que la desigualdad los tiene sin cuidado, que quienes se quejan son simplemente envidiosos.

Sergio de Castro, el primus inter pares, el ex ministro de Hacienda y Economía que, entre 1975 y 1982, impuso a rajatabla la economía de mercado, confiesa que “no alcanza a entender las protestas”. Y, por cierto, lo mismo les ocurre a los demás, incluyendo a su mentor, el economista norteamericano Arnold Harberger. Entonces, no queda más que preguntarse en qué mundo viven estos señores, ¿qué será lo que no alcanzan a entender Sergio de Castro y sus amigos?

[cita tipo=»destaque»]Esa ceguera solo puede entenderse por el fanatismo. Porque es verdad que en los últimos 40 años Chile cambió, que nuestros rascacielos son impresionantes, que ya no somos “chatos ni vivimos en puras rucas” –como señala en el documental Rolf Lüders, también ex ministro de Hacienda–, que nuestras cifras macroeconómicas son buenas y admiradas internacionalmente. Sin embargo, resulta incomprensible que estos hombres que, interpretan las cifras y analizan los más complejos gráficos de la economía, no sean capaces de ver cómo esos números se encarnan en la realidad, cómo se reflejan en la vida cotidiana de millones de personas. Ignorar de este modo lo que ocurre con las personas concretas, solo es posible desde la adhesión incondicional a una ideología totalitaria, a una verdad absoluta.[/cita]

Uno se pregunta si no saben que el 70 por ciento de los chilenos gana menos de 450 mil pesos mensuales, que más de un millón de trabajadores no tiene contrato de trabajo, que el porcentaje que las familias invierten en educación es de los más alto del mundo, que miles de familias están endeudadas de por vida porque alguno de los suyos obtuvo un título universitario que no sirve para nada, que los hospitales no dan abasto y, en un día cualquiera, faltan camillas –no camas– para recibir a los enfermos.

Esa ceguera solo puede entenderse por el fanatismo. Porque es verdad que en los últimos 40 años Chile cambió, que nuestros rascacielos son impresionantes, que ya no somos “chatos ni vivimos en puras rucas” –como señala en el documental Rolf Lüders, también ex ministro de Hacienda–, que nuestras cifras macroeconómicas son buenas y admiradas internacionalmente. Sin embargo, resulta incomprensible que estos hombres que, interpretan las cifras y analizan los más complejos gráficos de la economía, no sean capaces de ver cómo esos números se encarnan en la realidad, cómo se reflejan en la vida cotidiana de millones de personas. Ignorar de este modo lo que ocurre con las personas concretas, solo es posible desde la adhesión incondicional a una ideología totalitaria, a una verdad absoluta.

Podría pensarse que todo esto es pasado, que estos hombres y sus ideas ya no están en boga en el Chile de hoy, pero no es así. Como lo muestra el epílogo del documental, sus seguidores siguen siendo actores legitimados e influyentes, y sus ideas tan extremas como las de sus maestros. El actual director del Instituto Libertad y Desarrollo, Luis Larraín, se queja de la falta de libertad existente en el país, explicando que se prohíbe la venta de chocolates en los colegios, que no nos dejan engordar, ni fumar, ni tomarnos un trago tranquilos. Así lo dice, sin pestañar ante el drama social de la obesidad que afecta al 10 por ciento de los niños, ni las enfermedades provocadas por el tabaquismo de las que se hacen cargo los hospitales públicos, ni tampoco las muertes y secuelas de quienes manejan borrachos. Todo esto, según las enseñanzas de los Chicago Boys, son simplemente consecuencias de la libertad, y cada uno debe hacerse cargo de ellas.

Curiosa forma de entender la libertad. Prefiero a aquellos que intentan vivir la libertad junto a otros, asumiendo que todos los seres humanos tenemos el mismo valor y, lo que le ocurre a uno, les importa a todos.

No se pierda Chicago Boys.

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