Desde la perspectiva de los ciudadanos, la política se ha ido convertido en una especie de gran espectáculo que representan los miembros de nuestra elite ─especialmente los políticos─ en el escenario de los medios de comunicación. Los ciudadanos serían ahora la audiencia. Pero una audiencia que es capaz de participar en la acción e incluso alterar su trama de forma indirecta y virtual, especialmente a través de las redes sociales.
Una nueva polémica se ha tomado el Festival de Viña por estos días. Más importante que los artistas invitados al show o la cada vez más accesoria competencia, el foco de interés –tanto para los que siguen el certamen como para los que solo se informan del mismo– ha sido la performance de los comediantes y humoristas invitados. Al margen de cómo les irá en su desempeño sobre el escenario viñamarino, el público parece estar mucho más interesado en el contenido de sus rutinas y, en especial, en el trato que le darán en el desarrollo de las mismas a la elite política, empresarial, económica y religiosa.
Prueba de lo anterior es el alto rating alcanzado durante la transmisión televisiva de los representantes del humor político, la posterior viralización de los contenidos de sus rutinas y la toma de posición de los políticos, partidos políticos –algunos militantes del PC tildaron de “facho” y “sexista” a Edo Caroe– e incluso del propio gobierno. Todos, aunque con matices, han sido críticos y han cuestionado con mayor o menor fuerza lo que consideran un daño a las instituciones cuando se “traspasan ciertos límites”.
Hace tiempo que la sátira política se ha ido convirtiendo en un karma para nuestra elite y en un efecto no deseado de la transformación de una democracia de partidos en una “democracia de audiencias”.
Desde la perspectiva de los ciudadanos, la política se ha ido convertido en una especie de gran espectáculo que representan los miembros de nuestra elite –especialmente los políticos– en el escenario de los medios de comunicación. Los ciudadanos serían ahora la audiencia. Pero una audiencia que es capaz de participar en la acción e incluso alterar su trama de forma indirecta y virtual, especialmente a través de las redes sociales.
Una poderosa herramienta en un contexto de democracia de audiencia es la sátira política. La sátira se define como un “discurso o dicho agudo, picante o mordaz, dirigido a censurar o ridiculizar”. Desde una perspectiva más analítica, esta representaría un medio de creación y circulación de “marcos de referencia” en los medios de comunicación, especialmente en tiempos donde predominan las imágenes y los símbolos por sobre la palabra escrita.
Siguiendo a Durkheim, los “marcos de referencia” establecen significados compartidos acerca de aquello que es sagrado –como los rituales republicanos– o aquello que es susceptible de crítica, burla y falta de legitimidad –el quehacer parlamentario, la clase política, empresarial, religiosa o las instituciones democráticas, etc.–. De allí que los canales con gran repercusión, como la sátira política en los últimos festivales de viña, son claves para entender la actual cultura política chilena.
De este modo, para entender el impacto y temores a la sátira política hay que leer adecuadamente el actual “marco de referencia” que permite entender por qué se produce tanta sintonía entre el contenido de las rutinas de los representantes del humor y la ciudadanía y la actitud refractaria de la elite. Lo que está en la base de lo anterior es el creciente proceso de retirada y distanciamiento de ciudadanos y elites con el consiguiente vaciamiento del espacio en el que interactúan los ciudadanos y sus representantes.
[cita tipo=»destaque»]El éxito de la sátira política como medio de reproducción de las representaciones colectivas se explica también porque, a pesar de que los medios de prensa escrita tienen audiencias amplias, los estudios de lectoría han demostrado que los ciudadanos en Chile leen poco y tienen además una baja comprensión de lectura. Esto hace de los medios visuales –como el humor político y el stand up comedy– un vehículo de transporte de significados esencial, especialmente entre grupos socioeconómicos de bajo capital cultural.[/cita]
El éxito de la sátira política como medio de reproducción de las representaciones colectivas se explica también porque, a pesar de que los medios de prensa escrita tienen audiencias amplias, los estudios de lectoría han demostrado que los ciudadanos en Chile leen poco y tienen además una baja comprensión de lectura. Esto hace de los medios visuales –como el humor político y el stand up comedy– un vehículo de transporte de significados esencial, especialmente entre grupos socioeconómicos de bajo capital cultural.
También hay que apuntar que la sátira política en formato escrito o gráfico circula de manera más eficiente en las redes sociales, tanto por su formato de presentación como por su reproducibilidad en distintas plataformas virtuales, a la que cada vez los chilenos de manera transversal se están haciendo más dependientes y demandantes.
Al final del día la política en Chile se esta convertido en parte de un mundo exterior que los ciudadanos parecen solo querer observar desde fuera. Hay un mundo de los partidos, o un mundo de los políticos, pero que están cada vez más separados del mundo de la ciudadanía. El riesgo está en que los ciudadanos dejen de ser participantes y se conviertan en meros espectadores, mientras que otros, las elites, ocupen los espacios donde perseguir y defender sus intereses.