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Teodoro Ribera: “La igualdad ante la ley es hoy día sustancialmente mayor a la que existió nunca en Chile” Ex ministro de Justicia de Piñera y actual rector de la Universidad Autónoma

Teodoro Ribera: “La igualdad ante la ley es hoy día sustancialmente mayor a la que existió nunca en Chile”

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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El académico y también ex diputado de RN advierte que la pérdida de legitimidad de las instituciones, a la luz de los casos de platas políticas, son el resultado de un cambio cultural donde quienes detentan el poder económico y político deben entender que eso ya no basta para mantener el control. “Y ya no les genera impunidad”, sostiene. 


“Lo que aquí ha habido es un cambio cultural significativo que hizo que prácticas que antes eran habituales, hoy día sean ética y jurídicamente reprochables”. La afirmación la hace el ex ministro de Justicia del Gobierno de Sebastián Piñera y actual rector de la Universidad Autónoma de Chile, Teodoro Ribera, a la hora de analizar el escenario que se instaló hace prácticamente dos años, cuando comenzaron a destaparse los escándalos por el financiamiento irregular de campañas electorales que marcaron un antes y un después en la relación de los ciudadanos con el sistema político.

La suya es una reflexión reposada, casi académica, a sabiendas, eso sí, que parte de quienes están por estos días en el ojo del huracán son varios ex compañeros suyos en el gabinete del Gobierno de Sebastián Piñera: los ex ministros UDI  Laurence Golborne, Ena von Baer y Pablo Longueira. A los dos primeros, la Fiscalía los indaga por el supuesto uso de boletas falsas para financiar sus campañas en el denominado caso Penta, mientras que Longueira enfrentará una audiencia de formalización por presuntos delitos tributarios y cohecho en la indagatoria de SQM, situación que además lo llevó a dejar las filas del gremialismo a mediados de marzo.

“La aparición de nuevos medios de comunicación, la diversificación de las posibilidades laborales, la generación de mayor riqueza en manos de distintas personas y  el funcionamiento de un Ministerio Público con cuotas muy amplias de autonomía, genera que quienes tenían el control,  ya sea los cánones culturales, las estructuras económicas o el poder político, hoy día deban reflexionar de que dicha cuota de control ya no les genera impunidad”, dice en esta entrevista con El Mostrador.

Y agrega: “Si hay una gran lección que sacar, es que efectivamente la igualdad ante la ley hoy día en Chile es sustancialmente mayor de la que existió quizás nunca en la República”.

Cambio cultural

Teodoro Ribera, quien es abogado de la Universidad de Chile y profesor de Derecho Constitucional, cree que el cambio cultural llegó de la mano de la mayor transparencia, pero igualmente a destiempo de la letra de la ley. Esto, porque hace un par de décadas a ningún elector se le habría ocurrido cuestionar de dónde salían los recursos para financiar las grandes campañas. Y otra cosa: tampoco ponían reparos a la hora de verse beneficiados con las regalías que obtenían de los propios candidatos, situación que en mayor o menor medida sigue repitiéndose hasta estos días.

“Hoy día todos nos sorprendemos de que esto haya sucedido, cuando todo el mundo tendría que haberse preguntado, si un candidato tenía 28 o 30 años, ¿de dónde sacaba los recursos para financiar todo esto? También se lo debió haber preguntado el pueblo elector que participaba en asados, que iba a la playa o recibía otras granjerías y hoy día nos sorprendemos de algo que todo el mundo no quiso saber no más. También los electores tienen su cuota de responsabilidad, porque también ellos incentivaban la competencia basada en las prebendas”, dice.

Sobre este punto, más allá de la ilegalidad, considera necesario distinguir entre los políticos que podrían haberse enriquecido con la recaudación de dinero para sus campañas, de aquellos que destinaron todos los recursos a la contienda electoral. “Ambas son ilegales, pero no es lo mismo un político que se pudo haber enriquecido, a un político que terminó traspasando los dineros finalmente al electorado”, afirma.

Representación versus gobernabilidad

Para el académico y ex diputado por Renovación Nacional durante dos períodos (entre 1990 y 1998), el país está ad portas de vivir un cambio electoral solo comparable al de fines de la década de 1950, cuando se instauró el voto único, y que promete venir acompañado de un reordenamiento político que hay que observar con atención. Sobre todo, por el papel que en adelante tendrán que jugar los partidos con el fin del sistema binominal.

“Vamos a pasar de un sistema donde forzábamos la existencia de dos bloques a un sistema proporcional multibloque donde las alianzas van a ser menos profundas, es decir, los partidos van a estar permanentemente mirando su sobrevivencia”, apunta.

[cita tipo= «destaque»]Teodoro Ribera tampoco cree que lo que necesite el país sea una figura presidencial como la que hasta hace 10 años encarnó el ex Mandatario Ricardo Lagos, quien aparece entre las posibles cartas del oficialismo para las elecciones presidenciales de 2017. Esto, precisamente porque los tiempos cambiaron y –a su entender– la relación entre los gobernantes y la ciudadanía ya no tiene la verticalidad de antaño.[/cita]

“Aquí surge un gran tema, que los partidos no son órganos del Estado, sino que son órganos de representación de las ciudadanía para controlar al Estado. En Chile, al darles a los partidos financiamiento público estamos, de una u otra manera, estatizándolos y, al garantizarles su financiamiento, estamos colaborando con su mayor distanciamiento de la ciudadanía. Ahí tenemos un fenómeno que tenemos que ser capaces de monitorear, porque si el financiamiento de un partido dependiera efectivamente de sus militantes, sería un partido que escucharía mucho más a su gente; hoy día vamos a tener un partido financiado con fondos públicos, por tanto, su disposición al control del Estado va a ser distinto que si un partido representara efectivamente a la ciudadanía, y no este rol híbrido que hoy día los partidos van a jugar en Chile”.

A su entender, la clave es que se logre un equilibrio entre la representatividad y la gobernabilidad. “Un sistema que solamente privilegia la representación dificulta la gobernabilidad; un sistema que solamente privilegia la gobernabilidad quizás no garantiza la representación”, expresa.

“Infantilismo revolucionario”

Otra cosa que le preocupa es la falta de liderazgos por la “atomización de los sectores políticos” y los discursos que –a su entender– están desconectados de la realidad.

“A este país le hace falta diálogo, discusión profunda, análisis. Hoy día pareciera ser que la ideología puede vencer la fuerza de los números. Lo que tenemos que entender es que la estabilidad macroeconómica y el funcionamiento de la sociedad no puede desconocer ciertas realidades”, sostiene.

Y en este punto, sin dar nombres, dispara contra quienes –a su juicio– se manejan con “cierto infantilismo revolucionario”.

“Yo efectivamente veo en ciertas personas un discurso que no ofrece ni progreso ni progresismo, veo el planteamiento de una nueva sociedad cuyo modelo no tiene aplicación práctica, porque no es el bolivariano de Venezuela ni es el correísmo de Ecuador, ni es la Kirchner ni es Cuba. Hasta fines de los 80 existía la posibilidad de invocar un modelo, el soviético, el capitalista. Pero hoy día lo que se busca es tensionar el modelo actual sin plantear claramente su sustitución”, explica.

“Entonces el planteamiento es la tensión del  modelo, que se logra a través del planteamiento de una nueva Reforma Constitucional, a través de la expansión ilimitada de los derechos sociales, a través del planteamiento del pluralismo jurídico, del planteamiento de la ecología en los haberes, etc. Uno ve en estos sectores personas que plantean el marxismo del siglo XXI. Pero la aplicabilidad de ese modelo para América Latina ha sido un fracaso, no ha traído finalmente ni progreso social ni más libertad”, asegura.

Lagos y el pasado

Teodoro Ribera tampoco cree que lo que necesite el país sea una figura presidencial como la que hasta hace 10 años encarnó el ex Mandatario Ricardo Lagos, quien aparece entre las posibles cartas del oficialismo para las elecciones presidenciales de 2017. Esto, precisamente porque los tiempos cambiaron y –a su entender– la relación entre los gobernantes y la ciudadanía ya no tiene la verticalidad de antaño.

“La gente siempre construye los liderazgos sobre la base de la exaltación de las personas. Pero hay un dicho que dice que ningún santo es santo para su mayordomo, porque lo conoce en la esfera personal. Y hoy día los medios de comunicación y las redes hacen que nada sea oculto. Entonces, lo que tenemos que aceptar primero es que quienes van a ejercer el liderazgo del país van a ser personas iguales a nosotros, con nuestras contradicciones, con faltas y pecados. Pensar en esos líderes que uno veía allá arriba, creo que es una etapa que pasó. Ese tipo de liderazgo va a ser difícil de reconstruir”, argumenta.

Y sobre el ex Presidente sostiene: “La gracia de Ricardo Lagos es su nivel de certeza personal. Su dificultad es si ese nivel de certeza que quiere irradiar es posible de conciliar con una ciudadanía mucho más cuestionadora. La gran gracia de Lagos es su fuerte convencimiento de lo que él quiere o cree que debe hacer; pero esa misma certeza que él tiene es el elemento que genera cuestionamientos entre los jóvenes que quieren un mayor nivel de participación, a quienes quizás su figura ya no los representa”.

Gratuidad: “Una decisión política”

Teodoro Ribera sabe que el empoderamiento ciudadano es un fenómeno mundial. Y en Chile lo atribuye a varios factores, entre ellos, el surgimiento de una nueva clase media que se forjó a sí misma con el esfuerzo de sus familias y que rechaza los privilegios. “El ejemplo más claro uno lo ve en el mundo universitario. Por ejemplo, la Universidad Autónoma de Chile es una universidad que está focalizada por misión a los sectores ascendentes y medios. A esta universidad no le interesa ser cota mil. Tenemos muchos alumnos que son primera generación de universitarios”, sostuvo.

Y asegura que fue precisamente ese factor el que motivó que, al amparo de la modificación de la Glosa Presupuestaria, la Autónoma se sumara sorpresivamente al grupo de las universidades privadas no tradicionales que se acogieron al beneficio de la gratuidad, y al que pudo optar, entre otras cosas, por contar con acreditación por cuatro años en las áreas obligatorias y en la de Vinculación con el Medio e Investigación.

“Nuestros cálculos decían que aproximadamente el 50 por ciento de nuestros estudiantes podrían verse beneficiados. Si nuestra misión es atender educacionalmente a sectores ascendentes y medios, la Autónoma no podía sino ingresar al sistema de gratuidad. Esto más allá de si uno está de acuerdo o no con la política de gratuidad como se ha implementado”, manifiesta.

Su diagnóstico es que se trata de un sistema al que todavía le faltan muchos engranajes por sincronizar y que debe resolver temas básicos, como la forma en que se vincularán la gratuidad con el Crédito con Aval del Estado (CAE), entre otros. Por eso no duda al afirmar que se trató de una decisión política.

“Lo que estamos haciendo es una decisión política de otorgar gratuidad, y eso ha derivado en acciones orientadas a ello, porque una política pública totalmente coherente, sistematizada, relacionada, aún no existe. Para eso se requiere una ley que aborde una inmensidad de problemas”, dice.

“Para mí la Universidad Autónoma de Chile tiene inmensos desafíos, entre otros, el trabajar en una acreditación internacional que consolide el buen trabajo que hemos realizado en calidad. Cuando uno es rector de una Universidad, no se tiene tiempo de mirar nada más que esa tarea. Chile necesita de todos para enfrentar los desafíos que tiene por delante y la academia debe tener un rol protagónico para hacer de Chile un mejor país”, sentencia.

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