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Colegios de la cota mil forman «gerentes» y promueven competencias al estilo «selección natural»

Colegios de la cota mil forman «gerentes» y promueven competencias al estilo «selección natural»

Un estudio del sociólogo de la Universidad Católica Sebastián Madrid apunta a que los estudiantes viven en una especie de «burbuja» distanciados del resto de la sociedad.


De vez en cuando, aparecen estudios de la academia que corroboran algo que ya era dado por «cierto» por los ciudadanos o se manejaba en el ámbito del sentido común ilustrado. Y la investigación encabezada por el sociólogo de la Universidad Católica Sebastián Madrid, que fue incluida en el libro «Mercado Escolar y Oportunidad Educacional«, no es la excepción.

El investigador escarbó en las prácticas que ocurren al interior de los colegios particulares pagados. Para tales fines, entrevistó a ex alumnos de 18 colegios de élite ubicados en cuatro comunas del sector oriente de Santiago, consigna Emol.

Establecimientos que, de acuerdo a su taxonomía, se agrupan en: los fundados por congregaciones católicas tradicionales, como por ejemplo: Jesuitas, Padres Franceses y Holy Cross; los influidos por los nuevos movimientos católicos (Legionarios de Cristo, Opus Dei y Schoenstatt); y los fundados por inmigrantes, como por ejemplo anglosajones.

El estudio arrojó que entre las prácticas más habituales están: que seleccionan «deliberadamente» a «iguales» y establecen con ello «redes de contacto activas basadas en amistad y parentesco», lo que a juicio del sociólogo es una «endogamia particular».

Una estrategia usada por estos colegios es filtrar a través de los altos aranceles que cobran (USD $20 mil por alumno al año). La cifra, que incluye matrícula, cuota de incorporación y mensualidad, supera el ingreso per cápita de Chile.

En estos colegios se enseña además a desarrollar capacidades «empresariales-emprendedoras» y a «desenvolverse de manera efectiva en una economía de mercado». Es decir, a que adquieran habilidades «gerenciales».

En ese sentido, promueven un mayor énfasis a las matemáticas y la ciencia, en desmedro de las artes y humanidades. Producto de lo anterior, la mayoría de sus egresados opten por carreras que facilitan acceder al mundo de los negocios, como ingeniería comercial, civil y derecho.

De igual modo, promueven la competencia en desmedro de la colaboración, a través de diferentes prácticas. Una bastante explícita es la «clase pública». Esta consiste en ordenar a los alumnos en una fila del mayor al menor promedio y hacerles preguntas. Si el primero no contesta, sigue el segundo, y el alumno que sí conteste pasa al primer puesto. Esto se hace frente a los padres.

«Esta competencia es organizada deliberadamente como una selección natural, casi darwinista, que desvirtúa toda posibilidad de colaboración entre los estudiantes», señala el texto.

Asimismo, el estudio apunta a que los estudiantes viven en una especie de «burbuja» distanciados del resto de la sociedad.

«Para la mayoría la universidad es el momento en que la sociedad emerge frente a ellos», explica, agregando que mientras están en el colegio sus posibilidades de contacto con personas de otras clases sociales son reducidas.

Una práctica de estos alumnos es el «chaneo» o «chuleo». «Es extremadamente clasista y sexista», consigna el investigador. Esta, consiste en ir a discotecas o bares de sectores populares con el objetivo de aproximarse a mujeres intentando obtener beneficios sexuales sin tener que comprometerse.

«Esta práctica divide a las mujeres en dos tipos: las para comprometerse y las para sólo tener sexo. Y produce explícitamente límites de clase y género», indica.

Además, interactúan con personas de otras clases sociales a través de la «acción social». Estas, consisten en trabajos que se realizan durante las vacaciones de invierno o verano, donde los estudiantes van a poblaciones a reparan casas o escuelas. Los que son llamados «misiones» en los colegios católicos.

«En estas actividades, la relación con otros diferentes no es nunca en términos de iguales, y por lo tanto, tienden a naturalizar las relaciones de subordinación y dependencia», acota.

«Todo este tipo de prácticas, particularmente la selección y la falta de diversidad interna que tienen estos establecimientos, no apunta a una sociedad más democrática y más inclusiva. De hecho, la Ley de Inclusión (que elimina la selección) no toca a estos colegios. No es lo deseable. Si queremos una sociedad más democrática, más inclusiva y, más participativa, lo ideal es que podamos mezclarnos», concluye el sociólogo.

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