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Bachelet versus Piñera: el auténtico round final La Mandataria se juega todas sus cartas con miras a la segunda vuelta

Bachelet versus Piñera: el auténtico round final

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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Este es el último enfrentamiento político entre Bachelet y Piñera, quienes ya se vieron las caras tres veces: en la campaña del 2005, cuando la actual Jefa de Estado le ganó en segunda vuelta; en 2010, cuando ella tuvo que entregarle la banda presidencial al hoy candidato de la derecha; y el 2014, cuando este último debió hacer lo propio con la Presidenta. Hoy, a semanas del balotaje, no son pocos los inquilinos de Palacio que esbozan una sonrisa ante la decisión de Chile Vamos de centrar los esfuerzos de campaña en atacar la decaída imagen de Bachelet, pues, a la luz de los últimos comicios, la gobernante recuperó energía, convirtiendo la estrategia de Piñera en un búmeran contra la derecha. Mientras tanto, Guillier espera –sin hacer mucho– que el antipiñerismo lo lleve por sí solo a La Moneda.


Es indiscutible que en La Moneda se respira otro aire, que en todo el Gobierno hay un nuevo clima, que en estos días impera un optimismo que no se veía desde el 2014 y que no se debe solamente a que los resultados de la primera vuelta abrieron una esperanza real a la carta del oficialismo, Alejandro Guillier, de desbancar en el balotaje a su contrincante de la derecha, Sebastián Piñera, sino también al papel político que ha jugado las últimas semanas la Presidenta Michelle Bachelet, con un discurso y despliegue que han despercudido el letargo en que se encontraba su administración.

“Tiene sentido hacer el esfuerzo para ganar”, dijo esta semana una autoridad de La Moneda, varios inquilinos de Palacio reconocen que “todos están contentos” y en el Gobierno hay coincidencia respecto a que ven a Bachelet distinta, que volvió a ser la misma que conquistó el 62% del electorado en la segunda vuelta del 2013 y la que se observó en su primer año de mandato. Afirman que “ya está recuperada” de todos “los balazos políticos que recibió”.

Si bien las semanas previas había tenido algunos gestos importantes, lo cierto es que fue la misma noche del 19 de noviembre que la Mandataria se puso en la avanzada comunicacional para apelar a la unidad del electorado de centroizquierda y desde entonces no ha parado más: en casi todas sus salidas a terreno remarca la importancia de votar, insiste en que no da lo mismo quien gobierne, en la perspectiva de asegurar la continuidad de las reformas, o le enrostra a Piñera abiertamente sus giros programáticos, como el que se evidenció en materia de gratuidad de la educación superior. “Nosotros no criticamos la gratuidad un día, anunciamos que la vamos a reducir, al día siguiente decimos que la vamos a ampliar solo porque da más votos”, dijo esta semana durante una actividad en Calama.

Es efectivo que esta suerte de “cambio” en Bachelet se debe a la tranquilidad de saber que al final sí tenía la razón -como lo demostraron los resultados de las urnas el 19 de noviembre en la noche– y que el camino que adoptó de las reformas era el que efectivamente estaba en sintonía con la ciudadanía, a pesar de lo que decían la encuestas. “La Presidenta se siente bien, que tenía razón en el diagnóstico que hizo del país, así que ahora tomó un segundo aire y se reconcilió con todo”, explicó una autoridad de La Moneda.

Pero también responde, indicaron en el seno del Ejecutivo, a que la Mandataria se convenció finalmente de un punto en el que hasta hace poco era más bien escéptica: la importancia y necesidad de que ella y su liderazgo se metieran de lleno en la campaña, que jugara un rol preponderante, porque esa era la única manera de resguardar el legado de su Gobierno. “Bachelet se convenció de que no hay legado que valga si la foto del 11 de marzo es de ella entregándole otra vez la banda a Piñera”, afirmaron en Palacio.

Ese es precisamente el leitmotiv de la Mandataria. Aseguran que a más de un cercano le ha dicho, y en más de una ocasión –mientras juega con el mítico anillo que tiene en su mano derecha y que le regaló la folclorista Margot Loyola–, que no sabe “cuál es el castigo que estoy pagando para tener que devolverle la banda a este caballero”.

Tanto la Presidenta como en el Gobierno argumentan que fueron la derecha y el núcleo duro de Piñera los que pusieron a Bachelet –y no a los otros candidatos presidenciales– como su verdadera contrincante electoral durante toda la campaña, apostando al bajo apoyo que tenía en las encuestas, al rechazo a las reformas y dudando de su capacidad de recuperación ante los ojos de la ciudadanía.

Este es el último enfrentamiento político entre Bachelet y Piñera, quienes ya se vieron las caras en la campaña del 2005, cuando la actual Jefa de Estado le ganó en segunda vuelta; en marzo del 2010, cuando esta tuvo que entregarle la banda presidencial al hoy nuevamente candidato de derecha; y viceversa el 2014, después que toda la administración piñerista puso sus fichas, durante los dos años previos, en tratar de minar su liderazgo en las encuestas que vaticinaban su regreso.

[cita tipo=»destaque»]La decisión del Frente Amplio de jugársela por la libertad de acción para el 20% que obtuvo Sánchez, pero con la señal política de considerar a Piñera un retroceso, es precisamente el escenario que tanto en La Moneda como en el seno del comando de Guillier esperaban que fuese el que se decantara. Hace días que había claridad absoluta en cuanto a que no existía chance de que el FA respaldara públicamente a Guillier y ya se había desechado todo tipo de negociaciones con el oficialismo antes que iniciaran el proceso de reflexión y plebiscito de estos días.[/cita]

«No estoy en campaña, estoy defendiendo lo que hemos realizado (…). Ha focalizado la campaña, y desde mucho antes, en criticar nacionalmente e internacionalmente lo que el Gobierno ha hecho y el Gobierno tiene que defender lo que ha hecho (…). Uno siempre debe cuidar el tono, pero si me acusan de populista tengo que contestar. Hoy día sí se ha hecho una compaña del terror al hacer una comparación con Nicolás Maduro, los memes de ‘Chilezuela’ en las redes sociales, y el sicario de Pablo Escobar diciendo que no hay que votar por Guillier”, sentenció Bachelet el miércoles 29 de noviembre en la noche, durante una entrevista en el noticiero de Mega, que registró un peak de sintonía de 20 puntos.

En estos días, en Palacio no son pocos los inquilinos que esbozan una irónica sonrisa al constatar que la estrategia de poner como blanco a Bachelet estos meses terminó siendo un búmeran para la derecha, dada la airada reacción que han tenido los parlamentarios, dirigentes y el propio candidato presidencial de Chile Vamos. “Es legítimo y natural que el Gobierno defienda su obra, eso me parece perfectamente a mí lógico, lo que a nosotros nos inquietan son otras cosas (…). Yo creo que se está haciendo un uso abusivo del Estado para influir en la campaña electoral y lo dice mucha gente en muchas partes de nuestro país”, acusó Piñera este jueves 30, durante la entrevista que dio a T13 Radio, mientras en días previos se anunció la creación de un portal para hacer las denuncias de intervencionismo y en más de una ocasión se ha fustigado el papel de la ministra vocera, Paula Narváez.

En la Sede de Gobierno han tomado nota de un detalle. “La derecha responde atacando a la ministra Narváez, acusa a intendentes, gobernadores, a otros ministros, pero no atacan a Bachelet, eso significa que intuyen que ella sí influye en esta etapa de la campaña”, acotó una autoridad de Gobierno.

El círculo de mayor confianza de Guillier –integrado por Enrique Soler, Juan Enrique Forch y Andrés Almeida– nunca fue proclive a que el candidato se acercara mucho a La Moneda, consideraban que su mayor fortaleza en la campaña era precisamente su condición de independiente y que, por lo tanto, abrazarse con la actual administración le jugaría en contra. Quienes conocen el tejemaneje interno del comando afirman que aún hay algunos que no están muy convencidos del aporte del protagonismo de Bachelet y explicaron que, tras la primera vuelta ,fueron los que convencieron al abanderado a que no aceptara la oferta de Palacio de sacar ministros del gabinete para reforzar su equipo para estas semanas.

Pero, les guste o no, Bachelet está marcando la agenda todos los días y saca al pizarrón a la derecha y a su candidato. “¿Habrá nerviosismo electoral? ¿Por qué hay tanta acusación de intervencionismo electoral que no corresponde?”, dijo el 24 de noviembre durante su visita a Isla de Pascua. O cinco días después, en una actividad en Puente Alto –los terrenos del senador Manuel José Ossandón (RN)–, donde la Mandataria advirtió que “cuando uno tiene posibilidades de salir electo, uno tiene que tener ojo con lo que prometen los candidatos, porque después hay que cumplirlo, ¿no es verdad? Entonces, hay que prometer lo que uno sabe que va a poder cumplir”.

Las proyecciones en el seno del Ejecutivo apuntan a que existe espacio y chance, efectivamente, de que Guillier gane en la segunda vuelta, no holgadamente, pero los cálculos sí les dan opciones. Explicaron que, si el candidato oficialista logra mantener el 22,7% que obtuvo el 19 de noviembre, con el 60% del voto que obtuvo Beatriz Sánchez, el mismo 60% de quienes respaldaron a la DC, Carolina Goic, el 80% de los sufragios de Marco Enríquez-Ominami y el 50% de lo que sacó Alejandro Navarro, en el Gobierno creen que se hace viable el triunfo.

El antipiñerismo

El tono y contenido del despliegue presidencial es coincidente con lo que el comando de Guillier considera uno de los ejes, en estos momentos, para movilizar al electorado para el 17 de diciembre: el antipiñerismo. “Eso es la clave, si gana Guillier será por eso”, reconocieron en el comando y ponen como ejemplo lo que pasó en el PS en las elecciones internas del año 2015, en que un grueso de la militancia, más que votar por la senadora Isabel Allende, la había respaldado como un gesto de rechazo a la posibilidad de que regresara Camilo Escalona a la conducción de la colectividad.

“La izquierda se moviliza contra Piñera porque no lo considera una opción viable y eso es más fuerte que cualquier crítica al candidato nuestro”, sostienen.

La decisión del Frente Amplio de jugársela por la libertad de acción para el 20% que obtuvo Sánchez, pero con la señal política de considerar a Piñera un retroceso, es precisamente el escenario que tanto en La Moneda como en el seno del comando de Guillier esperaban que fuese el que se decantara. Hace días que había claridad absoluta en cuanto a que no existía chance de que el FA respaldara públicamente a Guillier y ya se había desechado todo tipo de negociaciones con el oficialismo antes que iniciaran el proceso de reflexión y plebiscito de estos días.

Eso no quiere decir que estén cortados los puentes entre ambos mundos, al contrario, existe un fluido diálogo e intercambio de información. En el comando de Guillier aseguraron que, en reserva, el propio FA apuesta a que el 80% de la votación de Sánchez se cuadre con el candidato de la Nueva Mayoría el 17 de diciembre.

“Los cálculos y proyecciones los hicieron ellos, hablan del electorado, no de su militancia, ahí Guillier no tiene ninguna chance, pero con el electorado sí, hasta un 16% podría sumar”, aseguró un alto integrante del equipo guillierista.

Desde la semana pasada que la estrategia general asumida era que la diversidad del FA hacía inviable llegar a un consenso con su dirigencia, por lo que la apuesta consiste en ampliar la base programática de Guillier –como lo hizo el lunes al anunciar la condonación del CAE para el 40% más vulnerable– y hablarle a ese electorado.

Ahí está el gallito interno en el comando: cuánto avanzar en esa ampliación programática, cuánto se corre la cerca hacia el FA y sus demandas. Dicen que, en esa tensión interna, es Guillier quien se mantiene en la postura de no dar ofertones programáticos que después no podrá cumplir, que el mejor ejemplo es el tema de las AFP. Él puede criticar al sistema, sentenciar que al largo plazo se puede cambiar, que su idea es instalar una alternativa para la gente, pero no se amarrará con el discurso de No + AFP, porque no lo considera viable.

“Es un tema de estructura de personalidad, él es un hombre de centroizquierda, es más bien prudente y no va a decir cosas de las que no está convencido”, sentenciaron en el comando.

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