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Tim Jackson, economista que desconfía del crecimiento: “Tenemos que empezar a pensar en una economía más lenta y descubrir cómo hacer que funcione” Fue uno de los invitados del Congreso Futuro

Tim Jackson, economista que desconfía del crecimiento: “Tenemos que empezar a pensar en una economía más lenta y descubrir cómo hacer que funcione”

Este académico británico de la Universidad de Surrey cree que el modelo actual nos puede llevar al colapso y que debemos reenfocarnos hacia una economía que no dependa de un consumo que amenaza el equilibrio ecológico del planeta. «A veces, el crecimiento se interpone en el camino de nuestra prosperidad». Para Jackson, uno de los grandes desafíos es intentar limitar el impacto que tiene nuestra actividad económica en el planeta. El segundo es hacer que nuestras economías funcionen sin crecimiento.


Tim Jackson (Reino Unido, 1957) es un revolucionario en el mundo económico. Este académico de la Universidad de Surrey ha puesto en duda el sacrosanto dogma del crecimiento infinito de la economía en un planeta finito.

Su libro Prosperidad sin crecimiento. Economía para un planeta finito (Icaria Editorial, 2011) fue saludado por los especialistas, incluso por medios conservadores como The Financial Times.

Este economista fue parte del Congreso Futuro, el evento que reunió este mes a científicos y especialistas en el principal encuentro de su tipo en Latinoamérica, específicamente en el panel llamado precisamente «Prosperidad en un planeta finito», que se realizó el pasado viernes en el ex Congreso Nacional.

Para Jackson, no es de extrañar que su cuestionamiento al dogma resulte impopular en un mundo donde el crecimiento es un eficaz lema de políticos para atraer votos, como lo demuestra la clásica frase: «It’s the economy, stupid«. La usó con éxito Bill Clinton en su campaña presidencial de 1992 en Estados Unidos para derrotar al que parecía imbatible por sus éxitos políticos, George W. Bush.

Por estos lares, también Piñera usó el bajo crecimiento en la economía para socavar y vencer a la Nueva Mayoría.

«En nuestro modelo económico actual confiamos en el crecimiento económico para lograr la estabilidad financiera y el pleno empleo. El Gobierno depende del crecimiento para financiar programas de gasto público. No es de extrañar que los políticos entren en pánico. Realmente creen que hacer que la gente vote por ellos depende de perseguir el crecimiento para siempre», comenta Jackson.

Economía y ecología

Sin embargo, hoy están en tensión dos realidades: si la economía deja de crecer, la sociedad cae en un colapso, pero si se persigue el crecimiento a toda costa, los equilibrios ecológicos se ven afectados. ¿Qué debería hacer la sociedad para resolver este dilema?

«Básicamente tenemos dos opciones», responde Jackson. «Una es intentar limitar el impacto que tiene nuestra actividad económica en el planeta. La segunda es hacer que nuestras economías funcionen sin crecimiento».

«El problema con la primera de estas es que es limitada. Mientras más rápido crezca la economía, más rápido tendremos que trabajar para compensar el daño que se está causando. Es por eso que tenemos que empezar a pensar en una economía más lenta y descubrir cómo hacer que funcione».

Crecimiento v/s prosperidad

Jackson recuerda a sus detractores que la prosperidad no es en absoluto lo mismo que la producción económica.

«La evidencia sobre esto es realmente fuerte cuando se trata de lo que realmente le importa a las personas; el ingreso es solo el medio para un fin», explica. «Pero tener infinitamente más cosas no es en absoluto el punto».

«No es necesario ser un filósofo para entender que la salud y la familia y la amistad son importantes, al menos, tanto como la comida y el refugio. La prosperidad se trata tanto de identidad, como de significado y propósito. Se trata de nuestra capacidad de participar en la vida de la sociedad. Estas cosas en sí mismas no exigen una expansión continua de la actividad económica», afirma.

«A veces, el crecimiento se interpone en el camino de nuestra prosperidad», advierte. «Entonces sí, la prosperidad puede existir sin crecimiento».

El fin del modelo

Como muchos han dicho ya hasta el cansancio, estamos viviendo momentos críticos. Y es hora de tomar decisiones. Hacer un cambio de “switch”, en su opinión, es «vital».

«Estamos viviendo en tiempos extraordinarios. Es como si hubiéramos llegado al final de un modelo particular de desarrollo, basado en aumentar el contenido material de nuestras vidas, tratando de hacer crecer nuestras economías lo más rápido posible, y aún no hemos descubierto lo que viene después».

[cita tipo=»destaque»]»A medida que el crecimiento se desacelera, vemos una creciente desigualdad, porque en lugar de pensar en cómo distribuir los ingresos y la propiedad de manera más equitativa, seguimos insistiendo en que la respuesta es cada vez más crecimiento. En las llamadas naciones avanzadas esto está creando una gran inestabilidad social y política», señala.[/cita]

Este economista alerta que esto no solo crea problemas ambientales, también está creando problemas sociales.

«A medida que el crecimiento se desacelera, vemos una creciente desigualdad, porque en lugar de pensar en cómo distribuir los ingresos y la propiedad de manera más equitativa, seguimos insistiendo en que la respuesta es cada vez más crecimiento. En las llamadas naciones avanzadas esto está creando una gran inestabilidad social y política», señala.

Los perdedores del sistema: todos

Tal como están las cosas, para Jackson está claro que, en la situación actual, los pobres son los mayores perdedores con el sistema económico actual, especialmente aquellos sin grandes cuentas bancarias, sin tierra ni propiedad, que no tienen trabajo, o tienen empleos inseguros, mal pagados.

«No hay duda de que gran parte de la sociedad se está quedando atrás en este sistema, que tiende a privilegiar a aquellos que ya están en una posición económica acomodada».

Aun así, para Jackson la realidad es que en esta situación casi todos pierden.

«Gobiernos inestables en lugares desconocidos son el resultado directo de dejar a demasiadas personas atrás. Esta inestabilidad política es una de las mayores amenazas que enfrentamos», advierte.

El problema del consumismo

Una parte del problema es la existencia de un consumismo que, en palabras de Jackson, comienza a ser ostentoso y se ve reforzado por la publicidad, el marketing y la deuda de las tarjetas de crédito.

«Así es como hemos mantenido nuestras economías en las últimas décadas, particularmente en Occidente», admite.

«Comprender cómo ha surgido el consumismo es vital. En realidad, tiene dos componentes: uno son los deseos y aspiraciones naturales de la gente común; el otro son las estructuras de incentivos perversos que se han creado para mantener el consumismo».

Jackson advierte que al impulsar una especie de hiperconsumismo, se está creando un gran daño al planeta que además «socava nuestro propio bienestar».

«Más allá de simplemente entender este fenómeno, tenemos que aprender a cómo crear alternativas, cómo vivir bien sin perseguir continuamente más y más. Comprender que los seres humanos no son solo consumidores es una forma de liberarnos de este camino destructivo».

La destrucción del ahorro

El tema del consumismo, según este economista inglés, ha sido tan perverso que incluso ha destruido la cultura del ahorro. De hecho, recuerda que en un momento en el Reino Unido, justo antes de la crisis en 2008, la tasa de ahorro se desplomó por debajo de cero.

«Las personas estaban reduciendo sus ahorros y endeudándose cada vez más, solo para poder seguir gastando dinero; no tenían que comprar cosas que no necesitaban para crear impresiones que no durarían en las personas que no lo hicieron», lamenta.

Las cosas mejoraron por un tiempo después de la crisis, porque «la gente tiende a ser más prudente cuando la economía no va tan bien».

«Pero esta respuesta totalmente racional tiene el desafortunado efecto de ralentizar la recuperación, que es una de las razones por las cuales los políticos, los inversores y los anunciantes tratan de persuadirnos para que volvamos a la rutina».

«Maximice su tarjeta de crédito», «obtenga una nueva hipoteca si es necesario» y «usted tiene la responsabilidad de gastar dinero solo para mantener la economía en funcionamiento» parecen ser los lemas de este modelo “tan perverso y destructivo».

Recalca que eso es lo que «nos tiene dando tumbos de crisis en crisis. Y socavando toda esperanza de un futuro sostenible».

Una realismo económico y el papel clave del Gobierno

Jackson cree que el desafío es realmente construir una economía que funcione y no dependa de la implacable expansión del consumo.

«En la segunda edición de mi libro, Prosperidad sin crecimiento, hablo de cómo podemos transformar conceptos económicos básicos como la empresa, el trabajo, la inversión y el dinero para que funcionen mejor para nosotros, para crear una economía que funcione para todos, para construir fundamentos para la economía del mañana. No es trivial, pero en cada una de esas áreas hay innovaciones reales que pueden ayudarnos a renovar la prosperidad, y en el proceso nos devuelven alguna esperanza para el futuro en un mundo posterior a la crisis».

Y aunque este académico trabaja sobre conceptos que pueden ser aplicados por personas comunes en su vida diaria, admite que a nivel general el trabajo de los gobiernos es clave.

«Parte de esto puede ser realizado por personas comunes que trabajan por su propia iniciativa, tomando decisiones sobre cómo consumir, cómo invertir, dónde trabajar, pero hay límites para este proceso. Muy rápidamente nos enfrentamos a la influencia de los negocios y los bancos.

«Las reglas del juego no son establecidas por las personas más pobres de la sociedad. No son establecidas por individuos. Están establecidas, en última instancia, por el Gobierno. Para eso está el Gobierno».

Él cree que un «Estado progresivo» puede desempeñar un papel absolutamente vital como guardián de la prosperidad para la gente común.

«Quiero liberar a los políticos de los grilletes de una forma de gobierno disfuncional y pasada de moda, y devolver la dignidad y el propósito al papel del Estado. Se podría decir que esto sería un efecto secundario positivo de la prosperidad sin crecimiento», concluye.

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