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No solo palabras: las señales claves de la «agenda Scicluna» PAÍS

No solo palabras: las señales claves de la «agenda Scicluna»

Alejandra Carmona López
Por : Alejandra Carmona López Co-autora del libro “El negocio del agua. Cómo Chile se convirtió en tierra seca”. Docente de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile
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Si antes cualquier conferencia de este tipo podría haberse dado en compañía de las máximas autoridades de la Iglesia católica chilena, esta vez la escena fue distinta. No estuvo Ricardo Ezzati, ningún obispo auxiliar, tampoco los voceros de la Conferencia Episcopal. El lugar escogido no tuvo relación con la jerarquía eclesiástica chilena, sino con el Vaticano y, pese a que el anfitrión volvía a ser el cuestionado nuncio apostólico Ivo Scapolo, esta vez había una diferencia: solo fue dueño de casa.


Casi puntuales, a las 16:00 horas, el obispo de Malta, Charles Scicluna, y el sacerdote Jordi Bertomeu, comenzaron ayer el punto de prensa que prepararon por su arribo a Chile. De pie, en medio de los jardines del edificio de misiones pontificias de la Nunciatura Apostólica, leyeron un comunicado escueto, simple, pero apuntando al corazón de los nuevos tiempos: “Con ustedes se podrán dar los pasos necesarios para una renovación y conversión eclesial que sea sana y a largo plazo”, afirmó Scicluna en español.

Si antes cualquier conferencia de este tipo podría haberse dado en compañía de las máximas autoridades de la Iglesia católica chilena, esta vez la escena era distinta. No estaba Ricardo Ezzati, ningún obispo auxiliar, tampoco los voceros de la Conferencia Episcopal.

El lugar escogido para el mensaje no tenía relación con la jerarquía eclesiástica chilena, sino con el Vaticano y, pese a que el anfitrión volvía a ser el cuestionado nuncio apostólico Ivo Scapolo, esta vez había una diferencia: el primer viaje a Chile de Scicluna-Bertomeu fue coordinado con su ayuda, se encargó de la logística; sin embargo, en esta ocasión quedó fuera, solo fue dueño de casa y la coordinación estuvo en manos del encargado de esa tarea en la “Misión Osorno”, Cristián Amaya, un periodista católico, de misa dominical en el colegio San Ignacio El Bosque, que estudió en el colegio Luis Campino y que siempre se ha mantenido cerca de las comunicaciones de la Iglesia.

Comenzó sus asesorías en 2002 con la delegación chilena de la Jornada Mundial de la Juventud en Toronto; pasó por la dirección de Comunicaciones de la Vicaría Pastoral Universitaria y luego estuvo 10 años en Comunicaciones de Canal 13, donde también debió ver algunos aspectos de las relaciones entre la Iglesia y la señal. Fue en 2015 que Ezzati lo invitó a trabajar con él al arzobispado.

Por este último vínculo con ese mundo –que incluye al cardenal Francisco Javier Errázuriz– y por su cercanía con el sancionado sacerdote Cristián Precht, es que hay quienes dudan de que sea la mejor carta para asumir las nuevas tareas. Aunque tiene asimismo defensores que dicen que, a pesar de todo, es un coordinador que no está “mediáticamente” contaminado y que, si bien sintió aprecio por la labor realizada por Precht en dictadura, también “rechazó los abusos por los que fue condenado”.

[cita tipo=»destaque»]A espaldas de la prensa, una de las reuniones más importantes ocurrió anoche, también en la Nunciatura Apostólica. Cerca de la 19:00 horas se realizó la cita de los dos enviados por el Papa con el obispo de San Bernardo y nuevo presidente del Consejo para la Prevención de Abusos de la Conferencia Episcopal, Ignacio González, junto a su equipo, la que –sin versión pública– tuvo por objeto conversar acerca de la canalización de las denuncias y tener los primeros acercamientos para reconocer a los encargados detrás de esta crucial tarea.[/cita]

El obispo de Malta conoció a Amaya en su anterior visita y posteriormente lo vio en Roma, cuando todos los obispos chilenos viajaron a mediados de mayo para escuchar las aprensiones del Papa.

Este nuevo viaje de Scicluna y Bertomeu tiene otro ingrediente: se programó a espaldas de la tradicional trenza eclesial chilena y, no obstante haber tenido algunas señales de este segundo viaje, tanto en la Conferencia Episcopal como en el Arzobispado se enteraron de los detalles por la prensa. “Hay que olvidar la estructura tradicional de antes, ahora los obispos, que antes sabían todo, hoy no saben nada o están cuestionados”, precisó una fuente al interior de la Iglesia.

Tampoco fue casual que se eligiera el edificio de misiones pontificias. Será ese el lugar donde se recibirán, desde ahora en adelante, distintos antecedentes sobre abusos cometidos por sacerdotes, en una nueva señal que cuestiona los canales tradicionales que levantó la Iglesia chilena en los últimos años. Pese a que las otras vías de denuncia se mantendrán inalterables, son ahora el Vaticano y una autoridad –cuyo nombre aún no se conoce– los que se harán cargo del núcleo central de tales delitos.

Abusos expuestos

Terminar con la impunidad de los abusos, su posible encubrimiento y débil investigación es fundamental para el Papa, por eso es que la segunda visita de Scicluna y Bertomeu está especialmente dedicada a eso. En el informe que entregaron a Francisco quedó claro que ahí radicaba uno de los conflictos más grandes para dar una solución cristiana y judicial a cualquier abuso por parte del clero.

Por eso, a espaldas de la prensa, una de las reuniones más importantes ocurrió anoche, también en la Nunciatura Apostólica. Cerca de la 19:00 horas se realizó la cita de los dos enviados por el Papa con el obispo de San Bernardo y nuevo presidente del Consejo para la Prevención de Abusos de la Conferencia Episcopal, Ignacio González, junto a su equipo, la que –sin versión pública– tuvo por objeto conversar acerca de la canalización de las denuncias y tener los primeros acercamientos para reconocer a los encargados detrás de esta crucial tarea.

En la escueta declaración leída por Scicluna ayer, señaló que una de las misiones que tendrá será la de “prestar una ayuda técnica y jurídica concreta para las curias diocesanas de Chile, para que puedan dar respuestas adecuadas a cada caso de abuso sexual de menores cometido por clérigos o religiosos”. En ese sentido, el abuso se abre por primera vez a enfrentar aspectos judiciales, un ámbito del que siempre se han intentado escapar los religiosos acusados.

Sobre este punto, incluso Amaya dijo que, si es necesario “pagar indemnizaciones, se hará”, un reconocimiento que se realiza por primera vez tan abiertamente. Por el contrario, en la lucha civil que por años enfrentó al arzobispado con las víctimas de Fernando Karadima, la impronta de la Iglesia católica ha sido otra.

En los tribunales chilenos, uno de los intentos más importantes es el que llevaron adelante José Andrés Murillo, James Hamilton y Juan Carlos Cruz. Ellos, con la ayuda del abogado Juan Pablo Hermosilla, interpusieron una  demanda contra del arzobispado de Santiago por $450 millones, sin embargo, en marzo de 2017, recibieron el primer portazo cuando el juez Juan Muñoz Pardo rechazó la acción civil.

Con estos nuevos tiempos que prometen traer las investigaciones de Scicluna y Bertomeu, las posibilidades de que la Iglesia católica chilena se vea enfrentada a demandas millonarias se acorta. Lo mismo que terminar con cofradías de protección y abusos.

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