Cox y Morel no son los únicos cuestionados en este movimiento estrechamente ligado a la elite chilena. El año pasado, ante el 14° Juzgado de Garantía de Santiago, el sacerdote y ex vicerrector del Santuario Nacional de Maipú, Rodrigo Gajardo, debió aceptar que abusó sexualmente de un menor cuando este se quedó a dormir en la casa de la juventud del santuario en La Florida. Fue condenado a 61 días de presidio menor en su grado mínimo y, también, a la suspensión de cargo u oficio público durante el tiempo de la condena. La comunidad de los padres de Schoenstatt salió a enfrentar el hecho pidiendo perdón a la víctima y su familia.
Desde hace un mes que la plaza Luis Morel, de la comuna de Macul, dejó de llamarse así. Fue rebautizada como Obreros Municipales, porque el alcalde Gonzalo Montoya y los ocho concejales querían quitar al lugar el estigma de un nombre que no puede ser homenajeado, menos en un espacio donde juegan niños.
Aunque el sacerdote Luis Morel Gumucio murió hace tres años y entonces el municipio decidió nombrar la plaza en su honor, fue en junio de este año que las autoridades comunales se enteraron que, al mismo tiempo que el lugar recibía el nombre de un sacerdote que había inspirado a dirigentes sociales de la comuna, que tuvo un comedor escolar y gozaba de prestigio popular, también se trataba de uno de los sentenciados canónicamente durante la administración de Ricardo Ezzati como arzobispo de Santiago. Había sido suspendido del ministerio por decreto por abusar de un adolescente.
Morel es uno de los nombres que suma en su lista de sacerdotes cuestionados del movimiento Schoenstatt, el grupo de vocación mariana cercano a la élite, que hoy está en el vórtice del huracán por “proteger” al arzobispo emérito de La Serena, Francisco José Cox, según reclaman quienes lo denuncian.
Cox y Morel no son los únicos cuestionados. El año pasado, ante el 14° Juzgado de Garantía de Santiago, el sacerdote y ex vicerrector del Santuario Nacional de Maipú, Rodrigo Gajardo, debió aceptar que abusó sexualmente de un menor cuando este se quedó a dormir en la casa de la juventud del santuario en La Florida. Fue condenado a 61 días de presidio menor en su grado mínimo y, también, a la suspensión de cargo u oficio público durante el tiempo de la condena. La comunidad de los padres de Schoenstatt salió a enfrentar el hecho pidiendo perdón a la víctima y su familia.
De todos los casos que involucran al movimiento –fundado en Alemania a mediados del siglo pasado por José Kentenich–, el más visible ha sido el de Cox, aunque es el único que hasta ahora no contaba con denuncias formales, solo versiones de lo que se transformó en un secreto a voces en La Serena. Tanto así, que ni para los sacerdotes era un misterio.
Manuel Donoso (82), arzobispo emérito de La Serena, tuvo que tomar en sus manos la arquidiócesis cuando Cox abandonó el lugar en 1997, en medio de rumores que daban cuenta de sus abusos a menores. “Yo no recibí denuncias porque hay que ver qué es una denuncia. Pero sí recibí personas, jóvenes, que son los que están declarando ahora, que necesitaban que alguien de Iglesia los escuchara, jóvenes de diversas edades. Entonces no hubo denuncia formal, porque muchos de ellos estaban en una situación difícil, las familias no sabían y eso significaba hacerlo público”, comenta Donoso vía telefónica.
-¿Cuándo usted llegó a La Serena sabía de los abusos de Cox?
-Sí, yo sabía que había este problema, no conocía detalles, pero sí me dijeron que existía este problema.
-¿Cree que son reales los casos que lo acusan?
-Yo creo que los casos son reales.
-¿Y hubo un manto de protección?
-No me corresponde a mí decir si hubo o no. Yo fui enviado a La Serena, comencé a aclarar las cosas y Cox fue enviado a Santiago, después a Europa. Yo solo traté que las cosas se arreglaran y las personas se sintieran mejor tratadas dentro de la Iglesia.
El arzobispo emérito reconoce que los casos fueron siempre más que un rumor y, por esto, se ha mantenido cercano a algunos de los denunciantes del obispo que ahora vive en Alemania y que goza de buena salud, según mostró TVN en la breve entrevista que le hicieron a Cox hace unos días en el recinto de Schoensttat en Alemania, donde vive hace más de una década.
Hernán Godoy es uno de los denunciantes de Cox que presentó su testimonio ante la justicia la semana pasada y que el año 2002 se acercó a Donoso para contarle su historia. “Yo no quise denunciarlo entonces formalmente”, reconoce, dando cuenta de un síntoma común entre varias víctimas de religiosos: denunciar es una historia de terror donde no siempre están preparados para hablar.
“Yo hablé en 2002 y a Cox lo mandaron a Alemania, pero incluso el mismo Cox pidió perdón por el lado oscuro que había en él… Y ahora sale en la tele, donde claramente no se veía un hombre arrepentido”, dice Godoy. Eso, porque en esa entrevista en TVN y ante las preguntas sobre las acusaciones por abuso, el obispo emérito dijo que “eso no es problema mío en estos momentos”.
Junto con declarar ante la justicia, Godoy también hizo llegar su historia de puño y letra hasta Roma. En la carta, que ahora publica en parte El Mostrador, el hombre –hoy de 46 años– escribió cómo conoció al sacerdote y cómo este también se convirtió en su desgracia: “Un día, cuando yo era acólito, cuando tenía aún 13 años, en un colegio que cursaba la Enseñanza Básica, por motivo de aniversario de colegio, se realizó una misa en el patio de el establecimiento, en mi curso había un compañero, el cual por motivos de trabajo de su padre… quien era chofer del obispo, se fue a vivir con su familia al Arzobispado y fue este compañero de curso, quien trajo al obispo Cox a celebrar la misa y fue en ese momento donde conocí a Cox, la primera impresión fue muy linda, un hombre grande, con voz potente y que jugaba mucho con nosotros, sobre todo con los que éramos acólitos”.
Godoy declaró la semana pasada ante el ministro de fuero de La Serena, Christián Le-Cerf, luego que la Fiscalía recibiera su denuncia el 19 de junio. La suya se convirtió en la primera acusación formal en contra del ex obispo, que ha comenzado a quedar solo, porque ya ni siquiera cuenta con el manto de protección que alguna vez le prestó el movimiento que fue su paraguas. El superior general de los Padres de Schoenstatt, Juan Pablo Cattogio, señaló en una carta que efectivamente conocieron “diferentes testimonios”, pero que en ese momento no respondieron “como la situación lo requería” y además el movimiento nombró al sacerdote chileno, Patricio Moore, como vocero de este tema.
La denuncia de Godoy está comenzando a abrir escenarios que nadie creía posibles hasta hace unos meses. Fuentes de la Iglesia comentan que es posible que Cox deje de contar con la investidura de obispo emérito que parece darle aún un traje moral católico.
Según comentaron a El Mostrador fuentes judiciales, lo más probable es que la indagatoria en la Serena continúe el mismo camino que han seguido otros persecutores en Rancagua o Santiago, aunque en Coquimbo es bajo el sistema antiguo. Así, el allanamiento de sedes religiosas se volverá inminente.
En ese caso, el rol del ex arzobispo de Santiago, Francisco Javier Errázuriz, también podría ser crucial, considerando que entre 1974 y 1990 llegó a ser superior mundial de Schoenstatt. Es uno de los nombres que más se repiten a la hora de buscar quién protegió al obispo Cox.
En el primer reportaje que dio cuenta de los abusos de Cox, publicado en La Nación Domingo el año 2002, se mencionaban algunas acotaciones de Errázuriz sobre las conductas de Cox: “Tenía una afectuosidad un tanto exuberante”, la que “se dirigía a todo tipo de personas, si bien resultaba más sorprendente en relación con los niños”.
Godoy dice que todo el tinglado que cobijó a Cox da cuenta de una cadena de protección que ya debe empezar a desmoronarse: “No se trata solo de la Iglesia chilena, también del movimiento que lo cuidó hasta ahora en Alemania”.