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El incómodo silencio de los jesuitas para enfrentar su momento más complejo

Felipe Saleh
Por : Felipe Saleh Periodista El Mostrador
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La estupefacción del mundo jesuita ante la denuncia contra Renato Poblete incluye un disciplinado silencio, uno que bordea el doble estándar, a la luz de la fuerza con la que en el pasado fustigaron a otras congregaciones y figuras religiosas involucradas en casos de abuso sexual a menores de edad o mujeres, y a quienes los encubrieron. La estrategia comunicacional ha sido muy sigilosa. Las declaraciones públicas de integrantes de la orden sobre el caso han sido todas bien cuidadas, alineadas en poner el foco en el apoyo a la denunciante, Marcela Aranda, pero han esquivado hablar en profundidad del impacto interno que ha significado para la congregación que una de sus máximas figuras esté involucrada en un caso de abuso y, sobre todo, del encubrimiento que por años debe haber habido de la conducta del fallecido religioso.


“Estoy estupefacto. Creo que los demás jesuitas están igual”, reconoció ayer en privado un sacerdote de la Compañía de Jesús, quien además hizo hincapié en que no puede decir nada públicamente mientras dure la investigación canónica iniciada el 12 de enero contra el fallecido sacerdote Renato Poblete, influyente ex capellán del Hogar de Cristo y buque insignia de la poderosa congregación religiosa en Chile.

La denuncia de abuso contra Poblete fue una noticia de alto impacto. Entre los que aún tratan de asumirla estarían dos laicos muy cercanos al fallecido sacerdote, como el actual director social del Hogar de Cristo, Pablo Egenau, a quien el religioso casó, y Benito Baranda, quien ocupó el mismo puesto anteriormente y fue uno de los que aparece cargando el féretro de Poblete en las imágenes de su masivo funeral en 2010. No hay que olvidar que el hoy cuestionado religioso fue capellán de la institución durante 18 años.

El Hogar de Cristo entregó un comunicado en la misma línea que la Compañía de Jesús, de “solidaridad” con la víctima y recalcando su disponibilidad para colaborar con la investigación.

La viga en el ojo

La estupefacción del mundo jesuita incluye un disciplinado silencio, uno que bordea el doble estándar, a la luz de la fuerza con la que en el pasado fustigaron a otras congregaciones y figuras religiosas involucradas en casos de abuso sexual con menores de edad o mujeres, o a quienes los encubrieron.

“No me atrevo a hablar hasta no saber más”, admitió otro sacerdote. Los clérigos piden amablemente remitirse a la información oficial que pueda entregar la sección de prensa de la Compañía de Jesús, dirigida por la periodista Haydée Rojas, ex jefa de comunicaciones de la Presidencia durante el Gobierno de Michelle Bachelet y quien anteriormente tuvo a cargo el equipo de comunicaciones del Arzobispado, además de una estrecha colaboración con el Hogar de Cristo, especialmente en la época en que Poblete lo comandaba.

Rojas confirmó que no habrá declaraciones mientras se desarrolle la investigación y que la única información oficial hasta ahora está contenida en los comunicados sobre el tema difundidos el 17 y 27 de enero.

[cita tipo=»destaque»]“No me atrevo a hablar hasta no saber más”, admitió otro sacerdote. Los clérigos piden amablemente remitirse a la información oficial que pueda entregar la sección de prensa de la Compañía de Jesús, dirigida por la periodista Haydée Rojas, ex jefa de comunicaciones de la Presidencia durante el Gobierno de Michelle Bachelet y quien anteriormente tuvo a cargo el equipo de comunicaciones del Arzobispado, además de una estrecha colaboración con el Hogar de Cristo, especialmente en la época en que Poblete lo comandaba.[/cita]

La estrategia comunicacional ha sido muy sigilosa. Las declaraciones públicas de integrantes de la orden sobre el caso han sido todas bien cuidadas, alineadas en poner el foco en el apoyo a la denunciante, Marcela Aranda, pero han esquivado hablar en profundidad de Poblete, del impacto interno que ha significado para la congregación que una de sus máximas figuras esté involucrada en un caso de abuso y, sobre todo, del encubrimiento que por años debe haber habido de la conducta del fallecido religioso.

Una de las primeras declaraciones fue la entrevista en La Tercera del provincial en Chile de la congregación, Cristian del Campo, en la que solo aportó datos relativos a que conoció los hechos el 8 de enero, que cuatro días después ordenó abrir la investigación y que solo conoció personalmente a Aranda el 17 de enero, cuando se entrevistó con ella.

Ayer se refirió al tema el sacerdote radicado en Tirúa, Carlos Bresciani, quien aseguró que los jesuitas “no escapamos a la cultura del ocultamiento” y, más que abordar la figura de Poblete, destacó el coraje de la víctima. Paralelamente, el director de la Revista Mensaje, Tony Mifsud, habló de la “dignidad” de Aranda, que en su testimonio hay “una huella de dolor” y que “es tremendamente impactante: por una parte es un hombre que ha hecho tanto bien y eso está, y si hay lo otro, uno dice ‘chuta, aquí hay un cierto doblez'».

Otro sacerdote jesuita que conoció a Aranda en la Universidad Católica afirmó que ella “es una linda persona, buena de alma”, muy respetada y querida entre sus colegas de la Facultad de Teología y por eso que su testimonio golpea tan fuerte a quienes fueron cercanos a Poblete. Obviamente, todo eso dicho en privado.

La estrategia de comunicación estrictamente controlada de los jesuitas en este tema contrasta con su activa presencia mediática en otros temas como pobreza, desigualdad o exclusión social, pero especialmente con la vehemencia y rapidez que mostraron para referirse a otros casos de abuso, como el del sacerdote Fernando Karadima. En ese momento, uno de los primeros en salir a referirse al asunto fue el sacerdote jesuita Antonio Delfau, en 2010, quien criticó la tardanza en haber investigado los hechos que se habían denunciado cuatro años antes y afirmó que era el momento de escuchar a las víctimas. Luego, en 2011, precisó sin eufemismos que Karadima era “un sacerdote tontón” y ha sido uno de los encargados de asegurar que la supuesta cercanía de este con Alberto Hurtado era una fantasía del ex párroco de El Bosque.

Curiosamente uno de los primeros sacerdotes que supo lo que ocurría con Renato Poblete, según el testimonio de Aranda, fue Rodrigo Polanco Fernandois, integrante de la Pía Unión Sacerdotal, el disuelto grupo creado por Karadima.

En el caso de Felipe Berríos –otro de los sacerdotes más requeridos por los medios para hablar de la crisis en la Iglesia católica y que reside en un campamento en Antofagasta–, hasta ahora ha dicho que no sabía nada sobre la conducta de Poblete.

La prudencia de Berríos ahora contrasta con la vehemencia que tuvo para pedirle al Papa, el verano pasado, un gesto para que se reuniera con las víctimas del ex párroco de El Bosque y su indignación ante la presencia del obispo Juan Barros, acusado de encubridor de abusos, durante las actividades de Jorge Bergoglio en su gira a Chile. En mayo del 2018 ahondó en «el secretismo y verticalismo» de la Iglesia que ha permitido los abusos, así como en la deteriorada imagen de los cardenales Francisco Javier Errázuriz y Ricardo Ezzati para ser pastores: “Obviamente deben salir, pero independiente de eso hay un juicio social sobre ellos”.

Una de las últimas y más encendidas críticas, personalizadas en el cardenal Ezzati, fue la del jesuita y abogado Marcelo Gidi, en octubre del año pasado. Afirmó que el cardenal tiene que aclarar su participación en todo lo que se le imputa, porque, mientras no lo haga, sus expresiones de perdón no tienen llegada, no son acogidas por nadie. «Guardar silencio es su derecho, y yo respeto su derecho, pero lo que conviene hoy es ir más allá de la ley y decir: ‘A ver, ¿qué es lo que necesitan las personas que se han visto dañadas por mí?, ¿que yo hable o no hable?’. ¡Que hable! Y tomar medidas”, sostuvo entonces.

Ayer, al analizar la situación canónica de Poblete, fue menos categórico y afirmó que “lo único que puede hacer la justicia en estos casos es investigar” y “que se pueda reparar el daño ocasionado por los hechos establecidos como verídicos”.

Lo cierto es que la Compañía de Jesús se ha caracterizado por un marcado silencio en los casos de abuso donde los acusados han sido sus integrantes. Por ejemplo, las denuncias contra el sacerdote Jaime Guzmán Astaburuaga se conocieron en 2010 y recién hace un año se hicieron públicas, según se aclaró por requerimiento de una de las víctimas. Respecto a Eugenio Valenzuela, ex provincial en Chile, la denuncia se hizo en 2011 y luego de un descrédito inicial sobre esta, se decidió sacarlo del cargo en 2013.

En el caso de Renato Poblete, una de las palabras que más ronda en estos días es “encubrimiento” y desde el entorno de la congregación aseguraron que esa arista viene “muy fuerte”. No por nada el abogado Juan Pablo Hermosilla –que representa a Aranda– afirmó que hay personas aún con vida que conocían las acusaciones  contra el ex ícono de la Compañía de Jesús.

Hermosilla subrayó en Cooperativa que la investigación “no es contra Renato Poblete, sino que se enfocará en la estructura que tenía la Compañía de Jesús y su responsabilidad al no proteger a las víctimas de abuso, aun conociendo la situación”, dijo, teniendo en cuenta que la congregación ya reconoció haber recibido otras tres denuncias contra Poblete.

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