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En la hora de los descuentos: la fantasmagórica irrelevancia del Presidente PAÍS

En la hora de los descuentos: la fantasmagórica irrelevancia del Presidente

Hernán Leighton
Por : Hernán Leighton Periodista de El Mostrador
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Sindicado por el propio oficialismo como el responsable de la peor debacle electoral del sector en décadas, el Presidente Sebastián Piñera se enfrenta, nuevamente, a la difícil misión de no parecer que camina solo, aunque con las elecciones presidenciales y parlamentarias por delante parece todo un imposible, considerando el alto costo que desde Chile Vamos –advierten– han debido pagar por su forma de gobernar. El apoyo ciudadano de solo un dígito y la desconexión con la realidad del país, tienen a La Moneda buscando las fórmulas para esconder la irrelevancia en la que han caído el Mandatario y su Gobierno, al punto que hasta personeros del propio oficialismo lo hacen callar, instándolo a mantenerse al margen. Por ahora y mientras la pandemia siga vigente, entienden desde Palacio, tienen algo de lo cual agarrarse para mantenerse a flote y, así, llegar a la orilla del próximo Gobierno, aunque sea remando con las manos.


La sintomática soledad que el Presiente Sebastián Piñera viene sufriendo desde el estallido social a la fecha, ha marcado una forma de gobernar catalogada desde las mismas fauces del oficialismo como irresoluta, errática. E incluso, en más de un modo, fantasmagórica

La debacle histórica que sufrió la derecha tras las megaelecciones de constituyentes, gobernadores regionales, alcaldes y concejales los pasados 15 y 16 de mayo, tiene para la coalición gobernante un solo responsable y su nombre es Sebastián Piñera. El costo político que pagó el sector por “no ser escuchados”, logró algo que parecía complejo: profundizar aún más la desafección de Chile Vamos con su figura presidencial, lo que trae aparejado el cierre de un Gobierno cuesta arriba, en soledad y bajo el espectro de la irrelevancia.

La semana siguiente al desastre electoral trajo consigo un ninguneo pocas veces visto desde la propia coalición gobernante hacia su Presidente, y que dejó en evidencia las cada vez menos cartas con que el Mandatario cuenta sobre la mesa para jugar un partido que le es muy poco favorable.

Así es como el día después de los resultados, el alcalde de La Florida, hoy miembro del comando del presidenciable UDI, Joaquín Lavín y quien resultara electo con casi un 60 por ciento de los votos, en entrevista con Radio Bío Bío llamó al jefe de Estado a “que se quede callado por un buen rato”. A eso agregó lo que calificó como “el peor Gobierno de la democracia. Este Gobierno ha destruido todo, no solo su sector, sino que las bases del Chile moderno que hemos construido entre todos, desde Aylwin hasta la fecha”.

A sus duros cuestionamientos se sumaron los dos candidatos presidenciales del sector y representantes de las dos mayores fuerzas del oficialismo, como lo son Joaquín Lavín, de la UDI, y Mario Desbordes, de RN. El primero indicó que “lo mejor que puede hacer el Gobierno a estas alturas es mantenerse al margen y solamente dejar que las cosas funcionen bien”. Crítica que coincidió con la del exministro de Defensa, quien expresó que “el Gobierno debe mantenerse al margen, debe administrar lo que está haciendo hoy día, que es preocuparse de la pandemia”.

Desde La Moneda han buscado bajarle el perfil a estos duros cuestionamientos, o fuego amigo, como se les llama a los ataques que más daño causan a una administración, encasillándolos solo en una mera estrategia electoral, la que dicen comprender.

Pero el verdadero problema es que, más allá de si se trata de una estrategia de desmarque o no, tiene una razón de ser que “no es gratuita ni por capricho”: el Presidente no suma, resta, puntualizaron desde ambos comandos. Es más, el daño que provoca verse relacionado con el Gobierno se calcula como “irreparable”. “Más explícitos no se puede ser”, sinceraron desde los partidos oficialistas.

Pero esta no es la primera vez que el Presiente se queda solo. Baste recordar las gestiones que hizo por cuenta propia o así quiso hacerlo parecercuando desde Palacio publicaron la foto del Mandatario solo en una reunión con Chile Vamos, intentando convencerlos de rechazar el primer retiro del 10 por ciento, gestión que tuvo cero rédito para La Moneda. Más recientemente, el tercer retiro, que más allá de ser sindicada como la última gestión para desatar la debacle electoral, dejó al Jefe de Estado con menos de un tercio de apoyo en el Parlamento. Un porcentaje con el que es “imposible gobernar”.

Durante los meses que siguieron al estallido social, y en medio también de las llegadas de la primera vacuna, las innumerables apariciones del Presidente, ya sea a través de reiteradas cadenas nacionales o en puntos de prensa que correspondían a las áreas de diversas carteras, lo único que terminaban por generar era ruido. Esto, pues más que hablar de la política pública que se intentaba implementar, el foco se lo llevaba directamente el Mandatario por su resistida y cuestionada gestión.

Y si bien esas son definiciones que toma con su círculo más cercano, para intentar aplacar con más protagonismo el efecto de la irrelevancia, hasta la semana pasada, el tema no fue abordado en el comité político, pese a que algunos de sus integrantes creían necesario evaluarlo en conjunto.

El director de formación de la Fundación Jaime Guzmán, Claudio Arqueros, cree que “el Gobierno comenzó su pendiente de irrelevancia el 15 de noviembre de 2019. De ahí en adelante perdió la agenda, y el diagnóstico que se posicionó fue aquel que se puede resumir en la consigna de «los treinta años». Dicho diagnóstico se agudizó con la pandemia, y el Gobierno entró en la disputa entre focalización versus universalidad, en la que perdió la oportunidad de mostrar la mejor y más dinámica cara de la subsidiariedad”.

El fantasma de la irrelevancia

Con una Convención Constitucional ad portas de comenzar sus funciones, lo que implica que la discusión y el foco de cómo y hacia dónde debiese avanzar el país estarán, en gran parte, centrados en sus sesiones, el fantasma de la irrelevancia se volvió a posar sobre el Gobierno. Esto, mezclado con el desmarque de sus partidos y sumado a una aprobación que rara vez supera el dígito, hace de lo que resta de administración “una gestión imposible”, o así por lo menos lo esbozan desde la interna los partidos de Chile Vamos. Dado este escenario, no son pocos los que repiten que están solo a la espera de que “este Gobierno termine de una vez por todas”.

En Palacio están conscientes de lo difícil que va a ser mantenerse a flote como un actor relevante en la agenda nacional, ya que, sin el control de ella, solo se reacciona, y eso para un Gobierno es fatal.

Y con un contexto totalmente adverso, son pocas las cartas que le quedan por jugar a La Moneda. De esta forma, la estrategia pasaría por dos factores primordiales. Uno, relevar lo más que se pueda la gestión respecto de la pandemia, pues mientras no se logre controlar del todo los contagios, el Gobierno tiene de “dónde agarrarse” para permanecer vigente, y esto advierten fuentes de Chile Vamos es más allá de lo bien o mal que lo haga. La pandemia, si bien es algo que nadie quisiera, como toda crisis, “entrega una oportunidad”, aclararon. Lo segundo es manteniendo a flote la discusión de proyectos de alcance nacional, independientemente de que estén destinados al fracaso. Como ejemplo está la reforma a las pensiones, la que se encuentra en la comisión de Trabajo del Senado. Si bien ya fue aprobada en la Cámara, esta pasó con la mitad de los requisitos impuestos por el Ejecutivo. A eso se suma la agenda de seguridad, que no encuentra un cauce para sumar apoyos.

Ambos proyectos, símbolos de las promesas de campaña y del espíritu del sector gobernante, van a seguir siendo utilizados en momentos en que sea necesario mostrar, aunque sea “simbólicamente”, un cierto tipo de control de agenda, aunque nadie crea que realmente alguno de ellos puede llegar definitivamente a puerto.

Para esta semana se espera que el Presidente Piñera concrete el cambio de gabinete, un cambio que despierta muy poco interés. Si bien el Gobierno ha conversado con los partidos, a diferencia de otras ocasiones, desde el oficialismo no existiría entusiasmo por ocupar puestos, que tiempo atrás eran visto como como símbolo de poder, representación y capacidad de influencia. Pero hoy, que sus bonos están a la baja, muy pocos quieren apostar por ellos.

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