Publicidad
Poderómetro: Manuel Monsalve, el disciplinado coronel en apuros PAÍS

Poderómetro: Manuel Monsalve, el disciplinado coronel en apuros

Aunque es una de las figuras mejor evaluadas del gabinete y ha acumulado mucho poder en estos dos años, el secuestro del exteniente Ojeda ha golpeado duramente al subsecretario del Interior, cuyo poder desciende esta semana.


El filósofo coreano Byung-Chul Han dice, en Sobre el poder, que “cuanto más poderoso sea el poder, con más sigilo opera” y tiene razón. Por eso es que uno de los cargos más poderosos en la República de Chile es el de Subsecretario del Interior, un puesto que, aunque pareciera ser de segunda fila, está reservado para gente con mucha vocación de poder y cuya característica esencial debe ser la discreción y la sobriedad, para no hacerle sombra al ministro o la ministra del Interior y también para guardar los miles de secretos que le llegan día a día no solo desde las sombras del Palacio y los WhatsApp de amigos y rivales, sino por medio de minutas y llamados telefónicos de parte de los altos mandos de Carabineros, la PDI o la Agencia Nacional de Inteligencia.

Así, la Subsecretaría del Interior es el primer filtro, el primer gran fusible que existe en la administración pública de este país y, por lo mismo, un cargo reservado a coroneles disciplinados y leales, que deben estar dispuestos a poner el pecho ante las balas y asumir ese costo a como dé lugar, para evitar que los escándalos salpiquen no solo al inquilino del momento en el ministerio sino, especialmente, a quien esté en la Presidencia.

Por muy inepto que sea su general, un buen coronel nunca lo va a dejar caer y eso es algo que cualquier subsecretario debe estar dispuesto a asumir.

Bien lo sabe el exsubsecretario del Interior de Michelle Bachelet 1, Patricio Rosende, el funcionario de más alto nivel en ser condenado por el desastre en el sistema de alerta, luego del 27/F, y bien lo sabe Mahmud Aleuy, quien aunque no fue formalizado por la “Operación Huracán” (el montaje de la inteligencia de Carabineros en contra de Héctor Llaitul y otros miembros de orgánicas radicales), sí fue catalogado como responsable político de uno de los más aberrantes episodios de la historia policial chilena.

También lo sabe muy bien el actual subsecretario del Interior, el socialista Manuel Monsalve, quien fue uno de los primeros en su sector en darse cuenta –cuando se iniciaba la última carrera presidencial– de que el futuro estaba al lado de Gabriel Boric y no con los viejos tercios de la Concertación.

De ese modo, la “casual” invitación de la hija de Monsalve al entonces candidato del Frente Amplio a comer sopaipillas a la casa familiar, en Concepción, no fue un simple paso entre uno y otro lado del Biobío, sino un verdadero cruce del Rubicón para Monsalve.

Ya en la otra orilla, su apuesta tuvo frutos y así fue como se convirtió en el encargado operativo de la seguridad pública de Chile y en una de las figuras mejor evaluadas del gabinete, no solo a nivel ciudadano sino también técnico. En off, tanto en Carabineros como en la PDI reconocen a Monsalve como alguien que escucha, que pregunta lo que no sabe y que, además, apoya.

En el Gobierno están muy conscientes de ello, a tal punto que lo bajaron del Ministerio Secretaría General de la Presidencia (Segpres) cuando la oposición cuestionó duramente la llegada del comunista Nicolás Cataldo a dicha subsecretaría, en su reemplazo, y lo enviaron de regreso a Interior, en vez de buscar otro nombre para asumir allí y dejar que Monsalve pudiera ascender. ¿Por qué? Porque no había nadie más, a mano, que diera el ancho.

Aunque siempre se repite aquello de que en ningún trabajo hay personas imprescindibles, a ojos de los gobernantes hay algunos que sí lo son, como lo es Monsalve para el Presidente Boric y como lo fue Rodrigo Ubilla para el expresidente Piñera.

Para el “elegido” eso es una bendición y una maldición al mismo tiempo, porque lo condena a ser siempre un coronel, que sabe que no podrá llegar al generalato y no solo eso, sino que en algún momento le pedirán el arma, las medallas, y deberá salir por la puerta de servicio.

Nadie piensa que ese momento haya llegado ya para el subsecretario Monsalve. Sin embargo, pocos dudan en las esferas de poder que una evidencia del desgaste que ha sufrido es algo que también dice Byung-Chul Han: que cuando el poder “tiene que hacer expresamente hincapié en sí mismo, ya está debilitado”, pues pasados varios días del secuestro del exteniente venezolano Ronald Ojeda, el discurso oficial sobre el sin dudas necesario secreto de la investigación comenzó a resquebrajarse y el que tuvo que salir a dar la cara, a ser el fusible de todo el escándalo, fue Monsalve.

La Fiscalía ya comenzó a criticar en off la gestión investigativa de la PDI y la oposición golpea ácidamente a la ANI, y a ello se suma el torbellino de dudas que la derecha venezolana instaló sobre el acuerdo de intercambio de información entre Chile y Caracas, que tan alegremente informaba el propio subsecretario algunas semanas atrás, guante que recogió la derecha chilena.

La reciente encuesta Signos/El Mostrador arrojó que –consultados los encuestados sobre si aprueban o desaprueban el desempeño del subsecretario del Interior en la crisis el 52,5% desaprueba su gestión, frente a un 40,1% que la aprueba, mientras que un 7,4% no sabe. Ello es un buen indicador de absorción de un tema difícil y mal evaluado en gestión gubernamental para el subsecretario, considerando que fue el
cargo político con mayor exposición en el tema, e incluso debió responder por el carácter y contenidos de la visita previa –ya mencionada– hecha por él a Caracas, según explicó, “para un acuerdo de cooperación policial”.

Todo lo anterior configura una pérdida de poder importante para un hombre de segunda línea que durante estos dos años ha acumulado mucho poder, pero que también está viendo muy de frente cómo su propia capacidad de gestión al mando de la Subsecretaría del Interior es como una jaula de cristal, de la cual es muy difícil escapar.

Publicidad

Tendencias