
Claire Behrens: la segunda médico que sucumbe ante acoso municipal en Visviri
Claire Behrens, médica de 28 años, denunció acoso y bloqueos a su labor en Visviri por parte del municipio. “No me dejaban usar ambulancias sin autorización”, relató, señalando estrés laboral y discriminación como parte de su experiencia.
Hace seis años se conoció un crudo relato del médico general de zona, Christopher Faúndez, sobre la marginación y acoso que sufrió desde la Municipalidad de General Lagos, liderada en tres periodos por el alcalde republicano, Álex Castillo Blas, mientras estuvo destinado a esa comuna. Tal vivencia a cuatro mil metros sobre el nivel del mar le provocó un estrés laboral, al punto de que a fines de 2018 decidió no regresar a la Posta de Salud Rural de Visviri e hizo público su caso en La Tercera en enero de 2019.
Increíblemente, la historia ha vuelto a repetirse. Ahora le tocó a la joven médica de 28 años, Claire Behrens Gil. La facultativa egresada de la Universidad de Antofagasta, con un lupus controlado a cuestas, llegó destinada el 8 de mayo de 2023 a la misma zona, tras ganar un concurso del Ministerio de Salud bajo el Programa Etapa de Destinación y Formación (EDF). Este paso por una comuna fronteriza rural le permitiría optar posteriormente a una especialización en cirugía.
El periodo 2023-2024 tuvo de todo para Behrens, quien se había trasladado desde Antofagasta para asumir este desafío. Al final, las diversas trabas a su trabajo que le imponía el encargado del Departamento de Salud Municipal, el kinesiólogo Felipe Gómez Sanz, le provocaron impotencia y crisis de pánico, lo que derivó en una larga licencia por estrés laboral que se extendió por seis meses en 2024. Al final, a partir de enero de este año, fue trasladada al Centro de Salud Familiar de Putre, donde trabajó hasta el 31 de marzo, ya que el Servicio de Salud de Arica decidió desvincularla por exceder el límite legal de tiempo anual en su reposo médico.
Hoy es docente en la Universidad de Antofagasta, casa de estudios que le ofreció la posibilidad de especializarse en cirugía. Sobre lo vivido, prepara una acción judicial por la ausencia de tutela del Servicio de Salud y el acoso permanente del que fue víctima. De esa dura experiencia recuerda que hubo bloqueos desde el municipio a sus capacitaciones profesionales, imposición del uso de un bus municipal en mal estado para sus traslados, vetos al listado de medicamentos de la farmacia de la Posta y cuestionamientos a su decisión de no usar jarabes para la tos por su ineficacia en cuadros respiratorios.
-¿Había oído acerca del caso del médico Christopher Faúndez sobre el acoso que sufrió en Visviri?
Yo conocía la nota de prensa del médico anterior. Pero dije, quizás las cosas han cambiado y van a ser diferentes. Cuando llegué, hicieron como que me recibieron bien, pero en la primera reunión con el municipio me dejaron claro algo: que si bien el Servicio de Salud era mi jefatura directa, pero que por estar muy aislados, yo estaba a cargo de la municipalidad, pese a no ser mi empleador. El secretario municipal me dio a entender que el Servicio de Salud me iba a sugerir que fuese casi una espía en la comuna para luego contar lo que pasaba allá, y que, en realidad, eso no era lo que querían, porque consideraban que la municipalidad era una familia y teníamos que cubrirnos entre nosotros.
-¿Cuándo comenzó a dificultarse la relación con la municipalidad?
Pasaron los primeros dos meses de adaptación en la comuna y comenzó a complicarse todo. Hay que tener en cuenta que en la Posta, solo el médico y la enfermera son empleados del Servicio de Salud y el resto de los profesionales y los tres choferes de ambulancia son contratados por el municipio.
-¿Qué problemas debió enfrentar?
No me dejaban usar las ambulancias para el traslado de pacientes complejos a Arica. Si tenía un paciente que yo consideraba estaba grave, tenía que pedir autorización al encargado municipal de Salud para hacer ese traslado. Yo no podía dirigirme directo a los conductores de las ambulancias, porque su dependencia y jefatura era el municipio. Tenía que esperar siempre el pase de la municipalidad donde el encargado de Salud me ponía peros.
También había un listado de medicamentos que debían estar en la canasta municipal y otros no. La municipalidad compraba mucho los jarabes para la tos que no son efectivos. Yo decidí sacarlos y se me criticó mucho, argumentando que los pacientes querían el jarabe y que había que tener al pueblo feliz y tranquilo.
Asimismo, se me pidió comprar Ibuprofeno de 600 miligramos, pese a sus contraindicaciones, solo para que se lo diéramos a personas de la municipalidad. Lo mismo me pidieron con los lápices de insulina, sabiendo que no teníamos pacientes que usaran insulina, porque en el poblado no hay luz y no tienen como refrigerarla. La verdad, ese medicamento lo pedían porque había funcionarios municipales de Arica que usaban insulina y querían tenerla para poder dársela. Yo nunca la incluí porque sentí que no correspondía hacerlo.
-¿Es médico el encargado de Salud que le impedía bajar la ambulancia?
No, es kinesiólogo. Él siempre me decía que esperara a ver que el paciente se quedara un par de horas, que se iba a recuperar y que no iba a pasar nada malo. Un caso grave fue un niño que se había intoxicado bebiendo una botella de alcohol de sanitización, en medio de un intento suicida. El niño llegó con síntomas de ebriedad, así es que le apliqué unos medicamentos, pero no respondió y decidí que debían bajarlo para que se atendiera en el hospital de Arica, tanto por la intoxicación y el cuadro suicida. Pero el encargado de Salud me dijo: «Ya, déjalo ahí nomás, si todos nos curamos cuando chicos, velo después con una interconsulta». Al final siempre era lo mismo, estaba discutiendo una o dos horas para bajar a un paciente.
-¿Logró plantear su disconformidad al alcalde?
Había unas reuniones de coordinación de equipo, pero nunca fui escuchada. Es más, me enteré que había quejas de los concejales y la comunidad por el no uso de la ambulancia en momentos críticos. Sin embargo, en los concejos municipales les respondían: «Ah, pero es que esa es decisión del médico». Pero resulta que a mí no me dejaban bajar a los pacientes. Ellos destruían la relación médico-pacientes que yo estaba entablando.
-¿Cuál fue la postura del Servicio de Salud sobre estos problemas con la municipalidad?
-Yo puse en conocimiento estos problemas en el Servicio de Salud, especialmente que no me dejaban bajar la ambulancia. Recurrí muchas veces a la directora del Servicio de Salud, incluso de madrugada. Ella muchas veces llamó directamente a la municipalidad y ahí le decían: vamos a hacer lo que dice la doctora.
Después de un tiempo, el encargado de Salud me empezó a exigir un informe antes de bajar a un paciente, bajo el argumento de que yo debía hacerme responsable en caso de un accidente o un problema en la comuna y que no estuviese la ambulancia. Obviamente, decidí hacer los informes, pero naturalmente era un retraso y entorpecía todo el proceso.
Hipervigilada por el municipio
-¿Cómo era su relación con el equipo sanitario de la Posta?
Como yo tenía a mi disposición una casa en Visviri que era grande, invitaba a los funcionarios fuera del horario laboral a que tomáramos té, porque si no nos juntábamos, nadie comía nada. Mi idea era compartir con ellos, así es que compré un proyector para ver películas y lo dejaba cargando porque en el pueblo cortaban la luz, ya que no hay energía eléctrica continua. Así es que saqué unos colchones y los puse en el living para que nos juntáramos y viéramos películas o series.
Uno de los invitados, que era funcionario municipal, contó en una de nuestras reuniones que lo habían empezado a molestar en un asado con la gente de la municipalidad, donde participaba el alcalde y otros jefes municipales. Ahí le dijeron: «Oye, ¿tu creí que la doctora se junta con las niñas a ver películas?». Me imagino que lo molestaban por el hecho de que yo soy lesbiana y se me nota. Esto me afectó bastante también, porque, además, todos teníamos pareja, y resulta que nuestras juntas eran como compañeros de trabajo.

La médico junto al equipo de la Posta Rural de Visviri (Crédito imagen: cedida).
-¿Tuvo alguna repercusión el hecho de que Ud. declarara abiertamente que era lesbiana?
Lo que pasó es que cuando invitábamos a gente de la municipalidad a mi casa a tomar tecito o a jugar cartas, como que empezaron a decir: «No puedo ir, porque me prohibieron desde la municipalidad juntarme con la doctora». Empezó, entonces, a producirse un aislamiento y un cuestionamiento muy visible sobre por qué nos juntábamos. Hubo mucha persecución y, al final, todos dejamos de juntarnos prácticamente para evitar la persecución que había.
-¿Participaba en las actividades comunitarias?
Cuando había actividades como el Machaq Mara u otras actividades municipales, nos pedían desde el municipio «participar» dentro del horario laboral. No es que fuéramos a participar, sino que mandaban a toda la Posta a limpiar los baños, barrer el piso, ordenar las mesas, a servir de garzones. Entonces, como yo tenía muchos programas a cargo y tenía que ver pacientes, decidí priorizar mi trabajo. Eso comenzó a cuestionarse desde el municipio, acusándome de que yo no participaba en las actividades sociales. Pero, eso no era así, no era de integración con la comunidad, sino que ellos querían que yo fuese a hacer aseo.
-¿Hubo algún informe municipal sobre su desempeño?
Cuando cumplí un año en abril de 2024, el encargado de Salud envió un informe de desempeño al Servicio de Salud que era nefasto, porque decía que no cumplía mis labores, que no tenía buena llegada con los usuarios, que no sabía categorizar pacientes de urgencia, que no sabía resolverlos, que no tenía una comunicación efectiva con mi equipo, que no cumplía los convenios del Servicio de Salud y que no participaba en las actividades municipales.
El Servicio de Salud igual me puso una nota alta, porque sabía de las dificultades con la municipalidad. Igual yo envié un correo reclamando sobre mi evaluación, porque yo recibí felicitaciones de los encargados de los programas con el Servicio de Salud.
-¿Qué sensación le queda de esta experiencia?
Yo no volvería a repetir esta experiencia. Aprendí que era mucho más importante mi salud mental. Lo que puedo decir es que el trabajo con la comunidad es igual como en cualquier lugar, porque hubo un muy buen trato hacia mí. Sin embargo, en el contexto municipal, su forma de trabajar es en función al miedo. Como que tratan de tener a todo el personal aterrorizado con el miedo de que, en cualquier momento, lo van a despedir, para que así hagan todo lo que ellos quieran, mandándolos a hacer trabajos que no corresponden.
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