
Francisca Corbalán advierte que el exceso de control y privatización vacía de sentido la educación
La investigadora critica la rendición de cuentas centralizada y la influencia de fundaciones privadas en las políticas educativas. Defiende más autonomía territorial, innovación pedagógica y espacios de participación real para transformar la educación chilena.
En la cuarta entrevista de esta serie, conversé con Francisca Corbalán Pössel. Psicóloga, magíster y doctora en sociología de la educación, ha concentrado su trabajo académico en políticas educativas, procesos de privatización y formas de democratización de la gobernanza educativa, poniendo énfasis en una mirada territorial. Actualmente realiza un postdoctorado en el Centro de Investigación Avanzada en Educación, CIAE-IE, de la Universidad de Chile.
Respecto de la pregunta sobre los énfasis que debieran priorizar las políticas educativas en Chile, Corbalán enfatiza en un profundo problema en que, a se juicio, se encuentra la educación en Chile: una dificultad estructural de poder discutir abiertamente respecto al sentido de la educación.
“Algo que a mí me parece muy urgente es reestablecer un diálogo respecto de cuál es el sentido de la educación. En Chile -y no solo en Chile- hay un desacople gigante entre lo que distintos actores quieren de la escuela, sobre todo entre generaciones. También ocurre entre roles o tipos de actores: entre profesores/as y directores/as o familias y educadores. Hay concepciones muy distintas sobre qué es lo prioritario y poco espacio para construir un horizonte común y pertinente a cada territorio, y en ese contexto, lo que orienta los discursos y acciones en las escuelas es el sistema de rendición de cuentas de altas consecuencias, que impone ideas sobre qué es lo bueno y qué es lo malo, clausurando formas distintas de pensar y desarrollar el sistema educativo”.
“Ocurre también que la gobernanza basada en la rendición de cuentas se enfoca prioritariamente en alimentar al nivel central con información, como si realmente eso fuera más relevante que entender los desafíos locales y planificar estrategias pertinentes. El modelo hace un énfasis desproporcionado en conducir a distancia los procesos educativos y pone muy poca energía y recursos para dar fuerza, inspiración y condiciones adecuadas a las personas que están haciendo el trabajo pedagógico, incluyendo a las familias y a los y las estudiantes”.
“Pero yo no conozco estudios que demuestren que la centralización de información genera procesos de mejora. Es evidente que las decisiones a nivel nacional requieren de información, pero esta verdad no tendría por qué traducirse en que un director, directora o una docente que busca conectarse con su comunidad educativa e innovar tenga que ocupar el 80% de su tiempo en satisfacer esta necesidad de mantener informado al nivel central. Por el contrario, ese directivo o cuerpo de educadores necesita recuperar el tiempo y el derecho a reflexionar y diseñar acciones que aborden las problemáticas locales que identifica”.
“Creo que es justamente este modelo de gestión el que está a la base del problema de la pérdida del sentido de la escuela y la dificultad para volver a re-encantar y comprometer a la sociedad con un proyecto educativo relevante, capaz de esperanzarnos con un horizonte común de mejor vivir. Y lamentablemente, lo cierto es que este modelo es muy difícil de desmontar. Hay una convicción muy fuerte, hegemónica en la clase política, un sector de la academia y los policymakers, de que la rendición de cuentas es la clave de la mejora, y es poca la gente en Chile que lo critica abiertamente, entre otros motivos, porque, desconociendo la evidencia internacional y nacional al respecto, se ha buscado instalar la idea de que oponerse a este modelo es de gente outsider, hippie o loca. Entonces, lo que en otros países es normal, como apostar por la confianza y la autonomía de los docentes, aquí no es más que un discurso que choca contra esta convicción de que hay que controlar y regular al extremo lo que pasa en las escuelas. Lo que algunos venimos diciendo hace tiempo, es que la locura es esta convicción sobre la cuál no hay ninguna evidencia seria de su aporte pedagógico o educativo. Al revés, la evidencia sólida que existe es que esta convicción, con sus políticas de vigilancia que buscan generar evidencias de calidad, están a la base del sin sentido de la escuela y los problemas asociados como las altas licencias médicas del profesorado y la desafección estudiantil a la cotidianeidad escolar”.
Francisca Corbalán ve que, en el presente, los esfuerzos por congregar diferentes grupos y voluntades en el proceso de desarrollo de las políticas educativas también trae consigo importantes riesgos, pero que estos no estarían siendo visibilizados o atendidos en el presente.
“Otro problema enorme que veo es cómo sectores privados con intereses específicos, sean fundaciones u otros grupos privados, tienen cada vez más cabida, ya no solo en la implementación de programas, sino en la definición de políticas educativas. Esto ocurre al mismo tiempo que organizaciones de trabajadores de la educación, estudiantes y apoderados han ido perdiendo peso en la discusión y la toma de decisiones. Para mí esto es una forma de privatización del problema educativo, una nueva hebra del proceso de mercantilización de la educación en Chile que ya había avanzado mucho con volver la causa educativa una preocupación individual, de clientes y emprendedores educativos. Me preocupa que se celebre acríticamente las alianzas público-privadas como si fuesen la mejor noticia, porque hace un par de décadas que contamos con mucha investigación internacional sobre los efectos negativos que las distintas formas de privatización tienen sobre la equidad y la democracia. Y para ser clara, el problema no es que sectores privados participen en la discusión, el problema es que se ocupen una posición privilegiada en la configuración de la política en desmedro de otros actores sociales como docentes, estudiantes y apoderados”.
“La falta de discusiones críticas relevantes sobre la privatización tiene que ver con lo naturalizado del sistema. Y pasa que también es fácil confundirse con los conceptos. Al mundo educacional, por ejemplo, le gusta cada vez más de la idea de trabajar en red, aludiendo al trabajo colaborativo entre profesionales. Pero esas redes son muy distintas a las que se refieren aquellos que promocionan la gobernanza en red, que pone como pares al estado con las organizaciones de la sociedad civil, que en realidad son fundaciones con poder político y económico, y cuyos intereses generalmente son poco explícitos. A diferencia de las redes de profesionales, que me parecen ejemplo de confianza en los saberes docentes, la reflexión crítica y la organización local, estas otras redes me preocupan, sobre todo porque está cambiando el escenario de incidencia en la política educativa, de un modo que no es más democrático ni inclusivo y deja poquísimo espacio para una educación transformadora”.
Le preguntamos a Francisca Corbalán cómo debían enfrentarse estos desafíos que ella priorizó como fundamentales para el sistema. En su respuesta, ella apuesta por la innovación y el desarrollo de capacidades.
“Yo creo que el Estado tiene que hacer políticas que permitan experimentar con maneras distintas de gestión, permitir que ciertas escuelas o territorios hagan las cosas de manera distinta, de manera de poder acumular experiencia y evidencia sobre cómo salirse de esta caja de manera exitosa. Necesitamos políticas públicas que permitan la experimentalidad, tanto pedagógica como de gestión y gobernanza”.
“También tiene que hacerse un esfuerzo enorme por robustecer la musculatura intelectual y profesional de los niveles centrales, intermedios y locales, y por cierto, en los establecimientos educacionales. Y creo que tiene que cambiar el Sistema Aseguramiento de la Calidad y ocupar la misma evidencia que el propio Estado ha reunido a través de múltiples estudios, para hacerlo bien. Es muy importante tener un sistema de aseguramiento, pero no puede ser vertical, reduccionista, ni puede tener a todo el mundo aterrado por sus altas consecuencias”.
Avanzando hacia el terreno de la contingencia política, consultamos a Corbalán sobre su visión del gobierno actual, de sus prioridades y resultados en materia de educación. Ella reconoce logros, pero también deudas.
“Yo creo que muy tempranamente el gobierno desechó su propio programa y se convenció de que había enfocar los esfuerzos en un Plan de Reactivación. Desde el punto de vista de las escuelas, he escuchado que valoraron la priorización de focos que fueron suficientemente convincentes para comprometerlos en esas tareas. Sin embargo, ese giro de focos es un ejemplo claro de continuidad del modelo de gestión y la concepción de la educación – de quién hace y decide sobre la educación”.
“El programa prometió cambiar el paradigma de evaluación y el modelo que encarna el Sistema de Aseguramiento de Calidad y ni siquiera hubo un proyecto al respecto. Creo que no hacer esfuerzos en ese sentido pudo deberse al análisis de fuerzas para lograrlo, pero me extrañó que en el Plan de Reactivación no se buscara avanzar en este sentido. La oportunidad era perfecta. La pandemia nos enseñó la relevancia de la escuela más allá del SIMCE, nos mostró la capacidad de los profesionales y las comunidades por salir adelante, los efectos de la priorización curricular. Mostró que los problemas había que enfrentarlos en conjunto, atendiendo a las particularidades territoriales, con apoyo desde las gestiones centrales. El Plan de Reactivación pudo ser una gran experiencia de discusión sobre el sentido de la escuela, los proyectos pedagógicos y la gestión, pero no lo fue”.
“Lo otro que yo hubiera esperado es que el gobierno dijera que se la va a jugar desde el día uno con la Nueva Educación Pública y eso tampoco no ocurrió. La reactivación opacó la posibilidad de estar cuatro años enfocados en la educación pública. Ya se sabía, por los numerosos estudios acumulados, que la única posibilidad de que la Nueva Educación Pública avance exitosamente es hacer cambios estructurales que están pendientes, entre ellos, el financiamiento y los equipos profesionales de los SLEPs: no puedes tener a dos profesionales a cargo de la convivencia en un territorio de 90 establecimientos. La territorialización requiere más cabezas y más personas”.
Aprovechando la experticia de Francisca en el tema de participación y desarrollo educativo territorial, le pedimos profundizar sobre su visión respecto de la gestión gubernamental en esa materia y lo que, a su juicio debiera priorizarse o mejorarse.
“Me hubiera gustado que el gobierno hubiera enfatizado más en iniciativas como las que ellos mismos hicieron, por ejemplo, con el Congreso Pedagógico y Curricular, que tuvo una enorme participación, que en el Ministerio mismo quedaron sorprendidos y satisfechos con sus resultados, los que son súper interesantes y dan una clara línea de hacia dónde habría que ir e ideas muy valiosas para pensar qué podría ser una Nueva Educación Pública. Yo hubiera esperado más en esa línea, más promoción activa de participación en la toma de decisiones, en la manera de diagnosticar. Además de ser participativas, estas ideas generan entusiasmo, ganas de aportar cada uno con su granito de arena”.
“No solo falta que se escuchen las voces que no se oyen normalmente, sino que, además, faltan espacios de coproducción de la educación y de la política educativa. Se hicieron microesfuerzos, pero siempre son menores respecto de las otras formas que tiene la política de generar prácticas y subjetividades. Tienes Consejos Escolares y este gobierno se comprometió con impulsarlos, pero los esfuerzos son mínimos al lado de la maquinaria que continúa de los Simce, de las evaluaciones, de los gráficos, de todas las conversaciones si subió puntos o no. Para mí, se requieren instancias de transformar no solo la educación pública, sino que todo el sistema escolar, cambiar la forma en que se piensa y hace educación, una discusión de fondo. Para ello, hay que considerar todos los saberes en juego, lo que significa una comprensión situada de la educación y donde todos los sujetos y sujetas tienen mucho que decir y aportar”.
“Hay mucho que hacer y la gente se entusiasma, le dan ganas. Eso está a la mano y no se necesita necesariamente plata; necesita un horizonte que de certezas y esperanza, capaz de convocar la voluntad de muchas personas que día a día trabajan por una buena educación. Se trata de darle espacio, tiempo y orientación a esas voluntades que ya están activas”.
“Veo con esperanza la Nueva Educación Pública. Considero que la idea de territorio, además de implicar una participación democrática de todos los actores involucrados, potencia una territorialidad distinta dentro del sistema escolar, más articulada y consciente de sus propios problemas, buscando más y mejores espacios de encuentro. En los SLEP ya formados, está emergiendo una nueva subjetividad, que no estaba expandida en el sistema municipal. Si estos profesionales, creativos y comprometidos, incluyen en su agenda la relevancia de confiar en la fuerza de los distintos actores territoriales para construir un nuevo proyecto educativo, creo que tenemos un muy buen futuro por delante”.